“Tu cuerpo desnudo sólo debe pertenecer a quienes se enamoran de tu alma desnuda”. ~Charlie Chaplin
Te pones de pie y contemplas tu cuerpo reflejado en el espejo que tienes delante.
El cuerpo que acabas de regalar de nuevo, aunque lo sabías.
Sabías que no se quedaría.
Tus ojos siguen la longitud de tu clavícula hasta tu hombro, bajando por tu brazo, la redondez de tu pecho, la sutil curva de tu cadera. Los lugares donde sus dedos ardían contra ti mientras susurraba promesas inútiles sobre las necesidades hambrientas de tu corazón abandonado.
Sí, vio tu cuerpo desnudo, pero no le importó tu alma desnuda.
Sin embargo, estás atado a tu océano de tal vez. Tal vez si anhela tu cuerpo, sentirá dolor por tu alma. Tal vez si traza líneas en tu carne, trazará líneas en la columna vertebral de tus ambiciones, miedos, anhelos y misterios. Tal vez si te delatas por última vez, él será quien responda la pregunta que ha consumido tu corazón desde que eras una niña pequeña que bailaba con un vestido de princesa y una tiara: ¿soy encantadora?
Porque esto es por lo que ardes. Para que respondan a su pregunta. Para saber que vales la pena, alguien necesitaría el tiempo para conocer tu alma y enamorarse de ella. Saber que has cautivado a otro con tu mismo ser. Ser apreciado, valorado, protegido.
Sentirse, por primera vez en la vida, total y absolutamente encantador.
Pero tu pregunta nunca fue respondida mientras dabas vueltas con tu vestido de princesa, o mientras desfilabas torpemente con tacones altos, o mientras adornabas tu rostro con sombra de ojos azul y lápiz labial llamativo. Nunca recibió respuesta cuando cambiaste tu mundo de disfraces por tu mundo de adultos, mientras te esforzaste, sobresaliste y lograste con la esperanza de ser visto.
Nunca te dijeron lo adorable que eres en realidad. Cuanto vales. Y entonces te delatas con la esperanza de que él responda tu pregunta. Con la esperanza de que te encuentre encantadora. Con la esperanza de que, de alguna manera, sus huellas dactilares en tu piel cierren el abismo de tu corazón.
Pero una vez más te quedas solo, tu cuerpo desnudo solía saciar la necesidad de un niño tonto al que no le importaba ver tu alma desnuda.
Si tan solo pudieras ver.
Si tan solo pudieras ver lo hermosa que eres. La forma en que tus ojos llevan el brillo de mil luciérnagas. Cómo tu risa llena los espacios de un coro roto. El encanto de tus pensamientos, deliciosamente articulados en palabras. Tu corazón, con todas sus complejidades e incertidumbres; exquisito, raro, invaluable.
Quizás nadie te lo haya dicho nunca.
Pero te lo digo ahora.
No es necesario que se delate para encontrar la respuesta a su pregunta.
La respuesta ya está ahí, mirándote.
Eres encantador.
Más hermosa de lo que jamás sabrás. Vale más de lo que jamás sabrás. Más importante de lo que jamás sabrás.
Espera al que se enamore de tu alma desnuda. Aquel cuyos ojos mirarán más allá de tu carne y dentro de ti en su totalidad. Espéralo, porque él memorizará la aceleración de los latidos de tu corazón, mantén firme el ritmo de tu respiración. Él escuchará tus palabras no dichas, desempolvará las esperanzas escondidas en tus rincones oscuros y trazará con su dedo las historias que guardas debajo de tus huesos.
Espéralo, pero no porque él lo valga, sino porque tú lo vales.
Autor: Kathy Parker
Imagen: Steven Worster/Flickr
Montaje: Renée Picard