“Si de alguna manera pudiéramos terminar con el abuso y la negligencia infantil, las ochocientas páginas del DSM (y la necesidad de explicaciones más sencillas como el DSM-IV simplificado: la guía clínica para el diagnóstico) se reducirían a un panfleto en dos generaciones”. – John Briere
El término Trastorno de Estrés Postraumático Complejo (C-PTSD, por sus siglas en inglés) se utilizó por primera vez en 1992. Se origina en la observación de que muchos de los síntomas exhibidos por quienes sufren de PTSD también se encuentran en aquellos que experimentaron períodos prolongados de abuso o negligencia cuando eran niños, incluyendo flashbacks, pesadillas, insomnio y sentimientos de miedo, a menudo sin relación con ninguna fuente de peligro presente. Lo que diferencia al TEPT-C del TEPT, además de su origen, es que implica una alteración mucho más fundamental en la personalidad del individuo. Estos trastornos producen síntomas similares a los producidos en otras condiciones de salud mental, en particular el trastorno bipolar.1
El tratamiento eficaz del C-PTSD presenta quizás el desafío más apremiante en el campo de la atención de la salud mental. El problema central es que el diagnóstico preciso del TEPT-C es a la vez crucial y extremadamente difícil.
Diagnostico y tratamiento
Un diagnóstico preciso de C-PTSD es importante porque el método de tratamiento adecuado es muy diferente de otros trastornos de salud mental con los que a menudo se confunde. La necesidad de diferentes métodos de tratamiento es una función de las diferencias subyacentes en la naturaleza del C-PTSD. Todos los síntomas y diagnósticos de salud mental son producto de la interacción entre la genética y el entorno; sin embargo, el equilibrio entre estos dos factores varía mucho de una condición a otra. Algunos, como OCD2 y Schizophrenia3, son altamente hereditarios y se han identificado algunos de los cromosomas que los producen. C-PTSD está en el otro extremo del espectro. Al igual que el PTSD más conocido, es atribuible a causas externas específicas e identificables. Para simplificar un poco las cosas, si sufres de C-PTSD es por cosas que te hicieron, no por un problema intrínseco.
El resultado es que los métodos para tratar el TEPT-C son sustancialmente diferentes a los del trastorno bipolar, por ejemplo, que está influenciado en mayor medida, aunque no exclusivamente, por la química cerebral determinada genéticamente.4 El TEPT-C combina elementos del TEPT y trastornos de la personalidad de una manera única, porque es el resultado de un trauma que se prolongó lo suficiente como para cambiar la personalidad fundamental de la víctima. Los métodos de tratamiento para C-PTSD, que discutiré en otro artículo, tienen que estar en sintonía con la naturaleza única de la condición en sí.
La dificultad de identificar correctamente el TEPT-C es producto del hecho de que ninguno de sus síntomas característicos son, por sí solos, únicos. Si un paciente describe sus síntomas, entonces es probable que correspondan a uno de los trastornos de personalidad del DSM-IV (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales). El diagnóstico erróneo es especialmente probable porque el C-PTSD en sí mismo todavía no está incluido en el DSM y muchos profesionales encargados de la responsabilidad del diagnóstico no son conscientes de su prevalencia o, a veces, incluso de su existencia. Para confundir aún más las cosas, el TEPT-C a menudo es comórbido con varios diagnósticos (es decir, trastornos de la personalidad, trastorno depresivo mayor), por lo que puede pasarse por alto incluso cuando se realiza un diagnóstico correcto (del trastorno comórbido).5
¿Qué hace que el TEPT-C sea único?
En los siguientes artículos, exploraré las diferentes características del TEPT-C para demostrar cómo se puede distinguir de manera efectiva y consistente de otros problemas de salud mental. Sin embargo, lo que quizás diferencia más profundamente al TEPT-C de otros trastornos es su origen, por lo que quizás el paso más simple que pueden tomar los psicoterapeutas es comenzar a hacer más preguntas a los clientes sobre su pasado.
Hace décadas, hablar de tus padres se consideraba una parte normal, incluso estereotipada, de conocer a un terapeuta. Sin embargo, con la revolución de la TCC, las cosas cambiaron y los terapeutas empezaron a centrarse cada vez más en el aquí y el ahora, ofreciendo soluciones prácticas a los problemas actuales en lugar de ahondar demasiado en las relaciones pasadas de cada cliente. En general, este fue un desarrollo positivo, pero como con todas las cosas, hay una tendencia a excederse cuando se corrigen errores pasados. No todos los problemas de salud mental son el resultado de malas relaciones con tus padres, pero algunos sí lo son. Al desviar ligeramente la atención de los síntomas presentes y hacer preguntas sobre el pasado de una persona, es más probable que los profesionales de la salud mental identifiquen correctamente los casos de C-PTSD.
Esto lleva a la pregunta de qué tipo de experiencias infantiles pueden provocar C-PTSD. Tolstoy escribió que ‘las familias felices son todas iguales; toda familia infeliz es infeliz a su manera». La primera parte de esa oración es dudosa, pero la segunda es ciertamente correcta. Hay muchas maneras malas de criar a un niño, pero solo algunas de ellas causan C-PTSD. Las experiencias reveladoras que indican que un trastorno de personalidad en realidad puede ser C-PTSD son:
- El cliente experimentó traumas prolongados y múltiples que duraron meses o incluso años.
- Los traumas provienen de alguien con quien la víctima tenía una relación interpersonal profunda y era parte de su red de atención primaria, siendo el ejemplo más común un padre.
- La víctima experimentó estos traumas como características permanentes de la vida, sin ver un final a la vista.
- La víctima no tenía poder sobre la persona que la traumatizaba.
Además del hecho de que los terapeutas tienden a centrarse en los problemas actuales, los clientes a menudo detestan hablar sobre experiencias angustiosas, incluso cuando buscan ayuda. Es fácil que un caso de C-PTSD se confunda con una ‘infancia infeliz’ genérica. Para evitar esto e identificar correctamente los casos de TEPT-C, debemos fomentar una apertura en ambos lados de la relación terapéutica para hablar sobre lo que pueden ser temas muy perturbadores.
Referencias:
- Ford, JD y Courtois, CA (2014). TEPT complejo, desregulación afectiva y trastorno límite de la personalidad. Trastorno límite de la personalidad y desregulación de las emociones, 19. Recuperado de http://doi.org/10.1186/2051-6673-1-9
- Nestadt, G., Grados, M. y Samuels, JF (2010). Genética del TOC. Las Clínicas Psiquiátricas de América del Norte, 33(1), 141–158. Obtenido de http://doi.org/10.1016/j.psc.2009.11.001
- Escudero, G., Johnstone, M., (2014) Genética de la esquizofrenia. Informes actuales de psiquiatría, 16(11). Obtenido de http://doi: 10.1007/s11920-014-0502-8
- Escamilla, MA y Zavala, JM (2008). Genética del trastorno bipolar. Diálogos en Neurociencia Clínica, 10(2), 141–152. Obtenido de https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3181866/
- Sar, V. (2011). Trauma del desarrollo, TEPT complejo y la propuesta actual de DSM-5. Revista Europea de Psicotraumatología, 2, 10.3402/ejpt.v2i0.5622. Obtenido de http://doi.org/10.3402/ejpt.v2i0.5622