Los maestros que enseñan resiliencia pueden cambiar la trayectoria de la vida de sus alumnos. No es fácil enseñar resiliencia en el aula, pero es crucial.
Enseñar resiliencia va más allá de la memorización, el cálculo y otros métodos tradicionales de aprendizaje. Requiere interacción y compromiso.
La resiliencia se trata del proceso de convertirse, que los niños entienden una vez que desarrollan una creencia firme sobre su lugar en el mundo.
Cuando los estudiantes creen que son dignos y capaces de superar los desafíos, se vuelven resilientes. Pero, ¿cómo enseñan los profesores esta creencia en el aula?
Hemos escrito otro artículo sobre el tema de la resiliencia si desea comenzar con una comprensión más profunda de su relevancia. El artículo también tiene excelentes recursos, incluidos videos y ejercicios, para explicar la importancia de este concepto.
Si está listo para profundizar en el aula, continúe leyendo sobre cómo formar estudiantes resilientes en la escuela y, por lo tanto, formar estudiantes que no tengan miedo de un desafío.
Antes de seguir leyendo, pensamos que le gustaría descargar nuestros 3 ejercicios de resiliencia de forma gratuita. Estos interesantes ejercicios basados en la ciencia lo ayudarán a lidiar con circunstancias difíciles de manera efectiva y le brindarán las herramientas para mejorar la resiliencia de sus estudiantes, clientes o empleados.
Fomentando aprendices resilientes
Los humanos necesitamos a otros humanos para dar forma a nuestras creencias e identidad.
Como escribió una vez Aristóteles, ‘el hombre es un animal social’. Incluso hoy en día, las ciencias sociales están de acuerdo en que la mayoría de nuestras creencias, comportamientos, actitudes, rituales e ideas están moldeadas por el mundo social que nos rodea.
Además de las normas sociales que adoptamos, las historias que nos contamos también determinan nuestra perspectiva de vida. Las creencias personales, hacia nosotros mismos y lo que vemos como posible, se solidifican mediante las narrativas que consideramos verdaderas. Podemos pensar en esto como la narrativa del “yo” dentro de nuestras cabezas.
Nuestra identidad existe en la intersección de estas narrativas personales y nuestra realidad social.
La infancia moldea muchas de nuestras ideas y hábitos fundamentales. Cada interacción o relación tiene un impacto en nosotros, incluidas las dinámicas entre padres, parientes cercanos, hermanos y maestros.
La forma en que un estudiante responde emocionalmente a una situación puede ser una reliquia de las experiencias de la infancia. Por eso, los escenarios traumáticos en la infancia pueden tener grandes consecuencias en la edad adulta.
Esto también aplica presión a la paternidad, y las culturas difieren en las expectativas de cómo los padres pueden responder a los factores estresantes. Las creencias de los padres sobre si el mundo es un lugar seguro o si los demás son dignos de confianza también pueden influir en cómo los niños experimentan las situaciones.
Cultura de crianza y resiliencia
La cultura, al igual que la crianza, influye en la formación de la resiliencia en los niños. Además, las normas y construcciones sociales definen parámetros específicos que maximizan o minimizan el potencial de bienestar, éxito y felicidad de un niño.
Para un ejemplo investigado por Gonzales et al. (2008), muchas familias mexicanas que viven en los EE. UU. tienen una profunda noción cultural de familismo. Esto otorga un gran valor a la familia como unidad y las obligaciones que un individuo le debe a su familia.
Según los autores, estas redes familiares muy unidas “sirven como un amortiguador contra circunstancias sociales adversas”. Esto protege a los jóvenes latinos de la adversidad que pueden enfrentar como personas de color en ciertas áreas de Estados Unidos.
Estos lazos familiares brindan fortaleza y fomentan la resiliencia entre las personas.
Sin embargo, no todos los factores socioculturales generan resiliencia, como articulan Reyes, Elias, Parker y Rosenblatt (2013). Este cambio reciente muestra cómo en los EE. UU., por ejemplo, el aumento de la paternidad ‘helicóptero’ y sobreprotectora puede inhibir el crecimiento personal.
Las normas de la infancia también han cambiado drásticamente desde la década de 1970 (Rosin, 2014). En general, los estilos de crianza que se habrían considerado paranoicos, ahora parecen normales.
Hoy en día, la ‘superpaternidad’ a menudo se considera una «buena y responsable crianza de los hijos». Según Locke, Campbell & Kavanagh, la sobrepaternidad es una preocupación seria (2012).
¿Qué causa este cambio hacia la sobrepaternidad? Como citan Locke, Campbell y Kavanagh, la creencia generalizada de que el mundo moderno es más peligroso alimenta la creciente tendencia a la sobrepaternidad. Los casos de secuestro de niños criticados por los medios de comunicación tampoco alivian la preocupación de los padres.
El aumento de la ansiedad de los padres también se explica por los cambios en la familia estadounidense y sus comunidades. La prevalencia del divorcio, las mujeres en la fuerza laboral, las familias monoparentales y los frecuentes cambios de domicilio han cambiado la confianza dentro de la estructura social del vecindario.
Rosin llama a este cambio un ‘pérdida de cohesión‘, lo que puede explicar por qué los padres compensan con un exceso de crianza (2014).
Con el cambio en el vecindario y la estructura familiar, los padres han “tratado de controlar más de cerca lo que pueden, sobre todo, sus hijos” (Rosin, 2014).
Los niños en el pasado tenían más responsabilidades.
Como escribe Hart, los niños en el pasado,
“crucé la calle, fui a la tienda; eventualmente, algunos de ellos consiguieron pequeños trabajos en el vecindario. Su orgullo estaba envuelto en la competencia y la independencia, que crecían a medida que intentaban y dominaban actividades que no sabían hacer el año anterior”
(Colofonia, 2014).
Hoy en día, no se espera que la mayoría de los niños estadounidenses de clase media hagan recados de forma independiente. Para muchos padres, se considera inseguro.
Como teme Rosin, cuando los niños no son tratados como adultos y no pueden pasar tiempo en compañía de adultos que confían en ellos, no desarrollan “la confianza para ser verdaderamente independientes y autosuficientes” (2014).
Este deseo de “proteger” a los niños puede resultar contraproducente, ya que la sobrepaternidad impide que los niños naveguen por el mundo exterior en sus propios términos.
Benoit describe la crianza excesiva (2013) entre sus poblaciones estudiantiles, describiendo cómo algunos padres harían la tarea de sus alumnos. Los padres explicaron que querían proteger a sus hijos del estrés o la naturaleza abrumadora del trabajo.
Incluso si tiene buenas intenciones, esta actitud de sobrepaternidad tiene efectos contraproducentes. Los niños desarrollan indefensión aprendida cuando se enfrentan a un desafío, en lugar de desarrollar mecanismos de afrontamiento o confianza en su capacidad para negociar un desafío.
La sobrepaternidad puede cristalizar en baja autoestima, confianza, ansiedad y depresión.
Benoit destaca el papel fundamental de los docentes para abordar el problema. De hecho, argumenta que el deber fundamental de los maestros es enseñar a los niños un conjunto de habilidades de resiliencia. Benoit explica este enfoque pedagógico diciendo:
“enseñamos responsabilidad, organización, modales, moderación y previsión. Es posible que estas habilidades no se evalúen en las pruebas estandarizadas, pero a medida que los niños planean su viaje hacia la edad adulta, son, con mucho, las habilidades para la vida más importantes que enseño”.
En otras palabras, como articula Marilyn Price-Mitchell (2015),
“Los niños que desarrollan resiliencia son más capaces de enfrentar la decepción, aprender del fracaso, hacer frente a la pérdida y adaptarse al cambio. Reconocemos la resiliencia en los niños cuando observamos su determinación, determinación y perseverancia para abordar los problemas y hacer frente a los desafíos emocionales de la escuela y la vida”.
Por lo tanto, es esencial que los maestros sustituyan las malas estrategias de crianza y también implementen un marco que fomente la resiliencia.
¿Cómo se supone que los niños navegarán la cultura competitiva y centrada en el logro que domina gran parte de la edad adulta si no se les permite desarrollar esta habilidad?
La metáfora de Kintsugi
El antiguo arte japonés de Kintsugi ofrece una rica metáfora en torno a esta idea de resiliencia.
Kintsugi significa ‘unir con oro’. Es un método de elaboración que consiste en ensamblar “piezas rotas de una olla rota accidentalmente” (The Book of Life, 2018).
Con raíces en la filosofía zen de wabi-sabi, kintsugi celebra la imperfección.
Los pedazos rotos de la vasija están pegados con “laca matizada con un polvo de oro muy exuberante” (El Libro de la Vida, 2018). Las fracturas visibles están adornadas con oro en lugar de estar ocultas.
Simbólicamente, las grietas doradas representan el valor del cuenco debido a sus imperfecciones y no a pesar de ellas. El cuenco es como un ser humano, agrietado por la contingencia de la vida.
El oro dota a la vasija de una belleza, singularidad y fuerza incuestionables. Kintsugi y wabi-sabi pueden enseñar a la cultura occidental sobre el proceso de convertirse en uno mismo.
Hay una lección para aceptar los fracasos y las experiencias que quebrantan nuestro espíritu. ¿Cómo convertimos esas grietas de la vida en oro?
Esto se relaciona con nuestra idea de desarrollar resiliencia en las escuelas, especialmente para los estudiantes más jóvenes que están atravesando los años más cruciales de sus vidas.
Kintsugi significa ‘unir con oro’. Es un método de elaboración que consiste en ensamblar “piezas rotas de una olla rota accidentalmente” (The Book of Life, 2018). Con raíces en la filosofía Zen o wabi-sabi, kintsugi celebra la imperfección.
Los pedazos rotos de la vasija están pegados con “laca matizada con un polvo de oro muy exuberante” (El Libro de la Vida, 2018). Las fracturas visibles están adornadas con oro en lugar de estar ocultas.
Simbólicamente, las grietas doradas representan el valor del cuenco debido a sus imperfecciones y no a pesar de ellas.
El cuenco es como un ser humano, agrietado por la contingencia de la vida.
El oro dota a la vasija de una belleza, singularidad y fuerza incuestionables. Kintsugi y wabi-sabi pueden enseñar a la cultura occidental sobre el proceso de convertirse en uno mismo.
Hay una lección para aceptar los fracasos y las experiencias que quebrantan nuestro espíritu. ¿Cómo convertimos esas grietas de la vida en oro? Esto se relaciona con nuestra idea de desarrollar resiliencia en las escuelas, especialmente para los estudiantes más jóvenes que atraviesan los años más cruciales de sus vidas.
7 características de la resiliencia estudiantil
La resiliencia se malinterpreta como una habilidad individual adquirida solo en la edad adulta. No es común imaginar niños responsables que hagan malabarismos con sus propias vidas.
Esta visión de la infancia y la edad adulta son problemáticas. Cuando percibimos la resiliencia como un rasgo que se desarrolla naturalmente en la edad adulta, asumimos que todos encontrarán su fuerza por sí mismos. Sin embargo, estas habilidades no se desarrollan sin ser nutridas y entrenadas.
Por lo tanto, los maestros que enseñan resiliencia en el aula están cambiando muchas vidas.
La edad en la que podemos adquirir resiliencia no es fija, sino cultural y socioeconómica. Por ejemplo, Masten (2009) y Garmezy (1981) encontraron que muchos niños afroamericanos de hogares de bajos ingresos todavía tienen independencia y un ‘locus de control interno.‘
Esto no fue cierto en otros grupos socioeconómicos y culturales y provoca más estudios.
Los investigadores Cahill, Beadle, Farrelly, Forster y Smith (2014) han descubierto que existen muchos factores de resiliencia. La resiliencia puede verse como una combinación de:
- Competencia social y valores prosociales
- Optimismo
- Objetivo
- Un apego a la familia, a la escuela y al aprendizaje.
- Habilidades para resolver problemas
- Un estilo de afrontamiento eficaz
- Una autoimagen positiva
Cuando estos se combinan en la vida de los niños, se construye la resiliencia. Fuera del aula, un equipo deportivo también puede enseñar estos conjuntos de habilidades.
En suma, la resiliencia opera dentro del marco social de la vida diaria. Es una habilidad para desarrollar vínculos positivos con los compañeros, manejar pequeños desafíos y confiar en la propia responsabilidad.
Juntos, estos rasgos ayudan a las personas a lidiar con circunstancias imprevistas relacionadas con el cambio, el desafío y la adversidad (Bernard, 2004). En un salón de clases, es fácil notar qué niños han adquirido estos atributos.
¿Cómo crean los maestros una cultura en el aula…