¿Por qué moramos en el pasado?

Después de que ha ocurrido algo estresante, sería bueno si pudiéramos dejarlo atrás y seguir con nuestras vidas. A veces podemos. Por ejemplo, es posible que se pierda por poco ser atropellado por otro automóvil, sentirse estresado en el momento y luego sacudirse y continuar con su día.

Pero a menudo, después de habernos encontrado con un evento estresante, por ejemplo, una discusión con un cónyuge o una presentación importante en el trabajo, continuamos rumiando (tenemos pensamientos repetitivos, a menudo negativos). Estos pensamientos no tienen que ver con la resolución activa de problemas; están repetidamente masticando y preocupándose por eventos pasados.

¿Por qué a veces podemos dejar de lado las cosas que nos estresan y en otras ocasiones, incluso después de que el evento ha pasado y sabemos que no podemos cambiarlo o nuestra respuesta, seguimos atrapados pensando en ello?

Es importante comprender qué nos hace más propensos a detenernos en el pasado, considerando las numerosas consecuencias negativas.

La personalidad juega un papel. Algunas personas son más propensas a la rumiación que otras. Casi todo el mundo vive en el pasado en algún momento, pero algunas personas lo hacen con más frecuencia y es más probable que se queden atrapadas en sus pensamientos.

Pero, ¿existen tipos de eventos estresantes que nos hacen más propensos a reflexionar? Investigaciones recientes indican que es más probable que los eventos estresantes que tienen algún tipo de componente social se queden con nosotros (Emoción, Agosto 2012). Entonces, por ejemplo, es más probable que una presentación pública nos deje viviendo en el pasado que una experiencia estresante privada.

Tiene sentido, por supuesto. Si hemos tenido que actuar de una forma u otra, es más probable que nos preocupemos por el juicio negativo de los demás. No solo es más probable que nos preocupemos, sino que también es más probable que sintamos vergüenza.

Puede convertirse en un círculo vicioso. Tenemos una experiencia estresante en público, nos preocupa que la forma en que actuamos no sea aceptada por los demás, nos sentimos avergonzados de nuestras acciones (justificadas o no) y luego nos preocupamos un poco más. Cuanta más vergüenza sentimos, más probable es que nos preocupemos.

La vergüenza también parece estar relacionada con la rumiación y los pensamientos negativos. La vergüenza se produce cuando no logramos nuestros objetivos. Las metas no cumplidas tienden a dejarnos enfocados en la meta. Los sentimientos de vergüenza, por ejemplo, la vergüenza de no lograr lo que otros tienen, la vergüenza de no ser lo suficientemente buenos, pueden hacer que pensemos demasiado las cosas y nos quedemos atrapados en pensamientos negativos de fracasos pasados.

La rumiación y el pensamiento negativo persistente están relacionados con la ansiedad social, los síntomas de depresión, la presión arterial elevada y el aumento de la cantidad de cortisol (una hormona asociada con el estrés) en la sangre. Este tipo de preocupación puede durar de tres a cinco días después de que haya pasado un evento estresante.