Imagina que divides a todos en el mundo en dos grupos psicológicos. Pones a todos los optimistas de un lado y a todos los pesimistas del otro (dejemos de lado a los realistas por ahora).
Entre los optimistas, la conversación sería sobre planes fantásticos para el futuro y cómo las cosas solo pueden mejorar.
Mientras tanto, los pesimistas están teniendo lo que podría parecerles a los optimistas una discusión deprimente. Lejos de averiguar cómo hacer realidad sus sueños, se preocupan por todas las cosas que podrían salir mal. Les preocupa que incluso las cosas que tienen les sean arrebatadas por algún cruel giro del destino.
Para los optimistas, los pesimistas parecen demasiado deprimidos por todo, siempre un poco demasiado dispuestos a verter agua fría en cualquier plan emocionante.
Sin embargo, para los pesimistas, los optimistas no están en contacto con la realidad. ¿No pueden ver en qué mundo tan desagradable, cruel y propenso a los accidentes vivimos? ¡Se están engañando a sí mismos!
¿Cual es mejor?
A lo largo de los años, los psicólogos han examinado muchos aspectos del pesimismo y el optimismo. Se han preguntado si hay más optimistas o pesimistas. Y han tratado de averiguar qué enfoque es ‘mejor’. Naturalmente, ambos bandos están fascinados por ver en qué dirección va este.
De hecho, hay buenas noticias para todos. El optimismo tiene algunas ventajas, como que parece hacer que las personas se sientan mejor con respecto a la vida. Pero también hay ventajas para el pesimismo en el sentido de que pensar lo peor ayuda a algunos pesimistas a enfrentarse mejor al mundo.
Pero deberíamos estar menos preocupados por cuál es ‘mejor’ o qué campo es más grande y más interesados en por qué la gente ve el mundo de maneras tan diferentes en primer lugar.
Después de todo, cuando un optimista extremo habla con un pesimista extremo, es como si vinieran de dos mundos completamente diferentes. ¿Cómo llega la gente a estar polarizada de esta manera?
¿Cuál es mi motivación?
Una pista proviene de una nueva línea de investigación sobre cómo tanto los pesimistas como los optimistas usan sus diferentes puntos de vista del mundo para motivarse.
Todos sabemos lo difícil que es predecir lo que sucederá en el futuro. La vida siempre nos pone obstáculos y la mayoría de nosotros aceptamos que nuestros planes a menudo no funcionan. No es que estemos haciendo nada malo, solo que la vida es impredecible.
Para hacer frente a esta imprevisibilidad, algunos de nosotros elegimos pensar de manera optimista porque nos ayuda a motivarnos a intentarlo, intentarlo de nuevo. Para otros, una mentalidad pesimista realiza la misma función. Pensar en lo que podría salir mal nos ayuda a protegernos cuando las cosas salen mal.
En ambos casos, lo que hacen los puntos de vista optimista y pesimista es trabajar al servicio de la motivación. Cada uno proporciona un amortiguador protector contra lo que Shakespeare llamó «las hondas y las flechas de la fortuna escandalosa».
Información de anagramas
La evidencia de esta conexión entre motivación y optimismo o pesimismo se encontró en un nuevo estudio de Abigail Hazlett y colegas (Hazlett et al., 2011), publicado en Cognición social.
En dos estudios iniciales se descubrió que los optimistas tenían un «enfoque de promoción». En otras palabras, preferían pensar en cómo podían avanzar y crecer. Mientras tanto, los pesimistas estaban más preocupados por la seguridad y la protección.
Esto sugirió una conexión con la motivación, pero necesitamos un experimento real para una evidencia más sólida. Entonces, en su tercer estudio, los participantes intentaron resolver anagramas. Sin embargo, se dividieron en dos grupos. Mientras hacían los anagramas, la mitad se animó a tener pensamientos optimistas y la mitad pensamientos pesimistas.
Los investigadores también midieron las tendencias naturales de los participantes hacia el optimismo o el pesimismo. Esto significaba que algunas personas utilizarían su estrategia preferida y otras se verían obligadas a pensar contra la corriente.
Lo que mostraron los resultados fue que los pesimistas se desempeñaban mejor cuando pensaban de manera negativa. Al mismo tiempo, los optimistas estaban más comprometidos con su tarea cuando tenían pensamientos positivos.
También resultó que el desempeño de las personas dependía de cuán persistentes fueran tratando de descifrar los anagramas. Parece que cuando los optimistas usaban su estrategia preferida de pensamiento positivo, eran más persistentes. Y lo mismo ocurría con los pesimistas, que tenían más éxito cuando tenían pensamientos negativos.
Diferentes golpes
Lo que está surgiendo de estudios como este es que tanto el optimismo como el pesimismo tienen papeles importantes que desempeñar en la vida de las personas.
Ser optimista permite a las personas perseguir sus objetivos de una manera positiva: soñar un sueño más grande y mejor, hacia el cual puedan trabajar. Los optimistas también parecen responder mejor a la retroalimentación positiva, y parte de ser optimistas puede generar esta retroalimentación por sí mismos, es decir, tener pensamientos positivos.
Por otro lado, ser pesimista puede ayudar a las personas a reducir su ansiedad natural y a desempeñarse mejor. Además, los pesimistas parecen responder mejor a los comentarios negativos. Les gusta escuchar cuáles fueron los problemas, para poder corregirlos. Nuevamente, parte de por qué los pesimistas generan este tipo de pensamientos negativos es que les ayuda a desempeñarse mejor.
Así que son diferentes trazos para diferentes personas. El optimismo y el pesimismo no son solo accidentes; esta evidencia sugiere que son dos estrategias diferentes, pero efectivas, para hacer frente a un mundo complejo e impredecible.