Perderse a uno mismo: definición y ejemplos
Aunque nuestra identidad es el centro de nuestra existencia, no es tan segura como podríamos esperar. Conozca más sobre qué significa perderse a uno mismo, qué lo causa y cómo reaccionar ante ello.
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Nuestras identidades son dinámicas y fluidas. Es normal y saludable que evolucionen con la edad, las circunstancias y los intereses cambiantes. Sin embargo, a veces nuestras identidades cambian sin que podamos controlarlas o darnos cuenta. El concepto que antes teníamos de nosotros mismos en función de nuestros intereses, relaciones, valores y conductas se vuelve incoherente e incompatible con nuestras observaciones de nosotros mismos. El objeto de la declaración “soy” se vuelve vago y mal definido (“¿soy yo?”). En otras palabras, nos perdemos a nosotros mismos.
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¿Qué es perderse a uno mismo? (Una definición)
Cada uno de estos elementos en torno a los cuales se organizan nuestras identidades proporciona un conjunto de estándares y expectativas de comportamiento, una especie de marco que ayuda a dar forma a nuestras acciones y percepciones (Eifert et al., 2015). Cuando perdemos uno de los pilares de nuestra identidad, nos quedamos con un vacío en nuestra identidad y un desmoronamiento de la estructura que mediaba nuestras interacciones con el mundo. Esto nos hace sentir distantes o desconectados de nosotros mismos, como si nos estuviéramos perdiendo a nosotros mismos.
Vídeo: Perderse a uno mismo: definición, ejemplos y encontrarse a uno mismo
Causas de perderse a uno mismo
La sensación de que te estás perdiendo a ti mismo es causada por cualquier cosa que erosione, corte o extinga cualquier pilar de tu identidad. Por ejemplo, alguien puede sentirse perdido después de retirarse de una carrera significativa (por ejemplo, me identifico como científico y dejo de hacer ciencia, ¿quién soy?). Los cambios en las relaciones también pueden inducir una pérdida de la identidad. Por ejemplo, si parte de mi identidad es ser cónyuge y me divorcio, puedo sentir que no sé quién soy o cómo se supone que debo moverme por el mundo.
Ejemplos de perderse a uno mismo
Existen muchas situaciones en las que podemos perdernos. Veamos algunos ejemplos comunes: las relaciones, el servicio a los demás, la enfermedad y el duelo.
Perderse a uno mismo en una relación
Perderse a uno mismo en una relación no es necesariamente un reflejo de una relación no saludable. De hecho, este proceso puede ser catalizado enteramente por buenas intenciones. Por ejemplo, hacer sacrificios y concesiones para complacer a tu pareja es teóricamente un acto admirable de amor y compromiso, pero podemos perdernos fácilmente si no sabemos cuándo parar. La reconocida psicoterapeuta Esther Perel sostiene que el deseo bien intencionado de serlo todo para alguien también es un riesgo para una identidad independiente (Perel, 2022):
“A medida que casi todas nuestras instituciones comunitarias dan paso a un mayor sentido del individualismo, recurrimos con mayor frecuencia a nuestra pareja para que nos proporcione los recursos emocionales y físicos que solía proporcionarnos una aldea o comunidad. ¿No es de extrañar que, atados a depender de una pareja para compasión, tranquilidad, excitación sexual, asociación financiera, etc., terminemos recurriendo a ella para identificarnos o, peor aún, para sentirnos valorados?”
Para obtener más información sobre cómo perderse a uno mismo en una relación, mira estos videos:
Vídeo: Codependencia: ¿Te pierdes a ti mismo en una relación?
Perderse a uno mismo al servicio de los demás
Cuidadores
Los cuidadores informales suelen ser familiares o amigos que ayudan a alguien con sus actividades de la vida diaria, como cocinar, bañarse, vestirse, moverse, etc. Los investigadores sugieren que el papel de cuidador puede consumir la mayor parte de nuestro tiempo, dejando pocas oportunidades para participar en actividades o comportamientos que alguna vez pudieron haber sido parte de nuestra identidad, lo que en última instancia altera nuestro sentido de identidad. En el caso de los niños que cuidan a sus padres, el cambio de roles de niño a cuidador también puede tener un impacto en la identidad (Eifert et al., 2015).
Padres
Los padres también son especialmente propensos a sentir que se han perdido a sí mismos. Esto puede no ser terriblemente sorprendente considerando las responsabilidades de un padre. Nuestros hijos se convierten en nuestro mundo entero, organizamos cada faceta de nuestra vida en torno a su felicidad y bienestar, y eso es hermoso, pero también puede distanciarnos de nosotros mismos de una manera que es más una pérdida que un sacrificio. El tiempo es trágicamente finito y es muy fácil gastarlo todo en nuestros hijos, pero cuanto menos tiempo pasamos reafirmando las piezas de nuestra identidad con nuestras acciones, más se desmorona nuestra identidad.
Perderse a uno mismo durante la enfermedad
Perderse a uno mismo después de una pérdida
El dolor psicológico, o duelo, que acompaña a la pérdida también puede afectar significativamente nuestro autoconcepto. El duelo puede ser debilitante, llevándonos a tener un desempeño deficiente o a dejar de participar por completo en actividades que alguna vez fueron una parte central de nuestra narrativa personal. También puede disminuir nuestra capacidad de cuidarnos a nosotros mismos y hacer que necesitemos ayuda, lo que a menudo altera nuestro sentido de identidad. Además, el duelo puede cambiar nuestro temperamento y perspectivas de manera tan drástica que nos sentimos irreconocibles para nosotros mismos.
¿Me estoy perdiendo a mí mismo?
- No darte suficiente tiempo a solas
- Diálogo interno negativo
- No cuidarse a uno mismo
- Buscando la aprobación de los demás
- Perder interés en cosas que antes te importaban
- No saber cuáles son tus preferencias y necesidades
- Sentirse impotente
Cómo no perderse a uno mismo
Perderse para encontrarse
Aquí es donde nos puede resultar beneficioso perdernos un poco a nosotros mismos. Si nos despojamos temporalmente de nuestra identidad narrativa, podríamos volver a ponernos en contacto con nuestro yo auténtico. Los investigadores y los médicos se refieren al desprendimiento de nuestro yo narrativo como disolución del ego. Una forma en que las personas experimentan comúnmente la disolución del ego es a través de drogas psicodélicas como la psilocibina (hongos mágicos), el LSD o la DMT. Dosis suficientes de estas y otras drogas similares cambiarán la forma en que el cerebro procesa la información relacionada con nosotros mismos, conocida como procesamiento autorreferencial. La disolución del ego ocurre cuando las redes cerebrales que apoyan el procesamiento autorreferencial están temporalmente fuera de línea (Lebedev et al., 2015). Cuando el yo narrativo está en silencio, nos quedamos con la experiencia subjetiva pura, lo que podría considerarse nuestro yo verdadero y auténtico.
En estudios que exploraron el efecto de los psicodélicos administrados en un contexto terapéutico, los participantes a menudo informaron haber experimentado una pérdida de la identidad subjetiva, la unidad con el universo, la pérdida de los límites entre el yo y el entorno y una sensación de irrealidad o desapego de sus procesos mentales (Milliere, 2017). Es importante destacar que la investigación también muestra que el tiempo transcurrido en este estado sin ego se asocia con un sentido más fuerte del yo, una mayor autocompasión y reducciones en la depresión y la ansiedad en los días y semanas posteriores a la experiencia del ego…