Perderse a uno mismo: definición y ejemplos

Perderse a uno mismo: definición y ejemplos

Aunque nuestra identidad es el centro de nuestra existencia, no es tan segura como podríamos esperar. Conozca más sobre qué significa perderse a uno mismo, qué lo causa y cómo reaccionar ante ello.

Cuando te pierdes a ti mismo, puedes sentirte desconectado de tus comportamientos, confundido por tus reflexiones sobre la realidad o como si no entendieras tus motivaciones. Perderse a uno mismo no es necesariamente algo malo. De hecho, a veces la gente busca perderse a propósito, y perderse a uno mismo puede ser una experiencia profundamente significativa, pero solo cuando te encuentras a ti mismo de nuevo. Si quieres crecer en respuesta a perderte a ti mismo, es fundamental que no permanezcas perdido. Reconectarnos con nosotros mismos es más fácil cuando entendemos cómo y por qué hemos perdido nuestro sentido del yo. Hablemos de lo que significa perdernos a nosotros mismos y de algunos ejemplos comunes de perdernos a nosotros mismos para que podamos encontrarnos a nosotros mismos más fácilmente en el futuro.

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¿Qué es perderse a uno mismo? (Una definición)

Antes de adentrarnos en lo que significa perderse a uno mismo, debemos aclarar qué queremos decir con «uno mismo». El yo es un término críptico que utilizamos para referirnos a múltiples facetas de nuestra existencia como seres humanos. Si adoptamos un enfoque de alto nivel para comprender el término, «yo» puede utilizarse para referirse a dos temas experienciales: (1) nuestro yo corporal, que es el centro de nuestra experiencia de primera mano del mundo, y (2) nuestro yo narrativo, que entrelaza nuestra historia, experiencias, intereses, roles sociales, relaciones, valores y aspiraciones en una identidad fluida pero coherente (Milliere, 2017).

Cada uno de estos elementos en torno a los cuales se organizan nuestras identidades proporciona un conjunto de estándares y expectativas de comportamiento, una especie de marco que ayuda a dar forma a nuestras acciones y percepciones (Eifert et al., 2015). Cuando perdemos uno de los pilares de nuestra identidad, nos quedamos con un vacío en nuestra identidad y un desmoronamiento de la estructura que mediaba nuestras interacciones con el mundo. Esto nos hace sentir distantes o desconectados de nosotros mismos, como si nos estuviéramos perdiendo a nosotros mismos.

Vídeo: ​Perderse a uno mismo: definición, ejemplos y encontrarse a uno mismo

Causas de perderse a uno mismo

La sensación de que te estás perdiendo a ti mismo es causada por cualquier cosa que erosione, corte o extinga cualquier pilar de tu identidad. Por ejemplo, alguien puede sentirse perdido después de retirarse de una carrera significativa (por ejemplo, me identifico como científico y dejo de hacer ciencia, ¿quién soy?). Los cambios en las relaciones también pueden inducir una pérdida de la identidad. Por ejemplo, si parte de mi identidad es ser cónyuge y me divorcio, puedo sentir que no sé quién soy o cómo se supone que debo moverme por el mundo.

Ejemplos de perderse a uno mismo

Existen muchas situaciones en las que podemos perdernos. Veamos algunos ejemplos comunes: las relaciones, el servicio a los demás, la enfermedad y el duelo.

Perderse a uno mismo en una relación

Ser parte de una relación íntima va acompañado de la asunción de un rol social, como compañero, pareja o cónyuge. En el rol social se encuentran los estándares, significados y expectativas asociados a él, que en última instancia contribuyen a la construcción de la identidad (Eifert et al., 2015). Cuando te pierdes a ti mismo en una relación, a menudo es porque la contribución que tu rol en la relación hace a tu identidad es desproporcionada a la contribución de todas las demás cosas que te hacen ser quien eres. En otras palabras, nos perdemos a nosotros mismos cuando permitimos que otra persona determine quiénes somos (incluso cuando esa otra persona es alguien a quien amamos mucho).

Perderse a uno mismo en una relación no es necesariamente un reflejo de una relación no saludable. De hecho, este proceso puede ser catalizado enteramente por buenas intenciones. Por ejemplo, hacer sacrificios y concesiones para complacer a tu pareja es teóricamente un acto admirable de amor y compromiso, pero podemos perdernos fácilmente si no sabemos cuándo parar. La reconocida psicoterapeuta Esther Perel sostiene que el deseo bien intencionado de serlo todo para alguien también es un riesgo para una identidad independiente (Perel, 2022):

“A medida que casi todas nuestras instituciones comunitarias dan paso a un mayor sentido del individualismo, recurrimos con mayor frecuencia a nuestra pareja para que nos proporcione los recursos emocionales y físicos que solía proporcionarnos una aldea o comunidad. ¿No es de extrañar que, atados a depender de una pareja para compasión, tranquilidad, excitación sexual, asociación financiera, etc., terminemos recurriendo a ella para identificarnos o, peor aún, para sentirnos valorados?”
Para obtener más información sobre cómo perderse a uno mismo en una relación, mira estos videos:

Vídeo: Codependencia: ¿Te pierdes a ti mismo en una relación?

Perderse a uno mismo al servicio de los demás

Si bien muchas formas de servicio pueden generar una pérdida de la identidad, las alteraciones en el sentido de identidad son un problema particularmente frecuente entre los cuidadores informales y los padres.

Cuidadores
Los cuidadores informales suelen ser familiares o amigos que ayudan a alguien con sus actividades de la vida diaria, como cocinar, bañarse, vestirse, moverse, etc. Los investigadores sugieren que el papel de cuidador puede consumir la mayor parte de nuestro tiempo, dejando pocas oportunidades para participar en actividades o comportamientos que alguna vez pudieron haber sido parte de nuestra identidad, lo que en última instancia altera nuestro sentido de identidad. En el caso de los niños que cuidan a sus padres, el cambio de roles de niño a cuidador también puede tener un impacto en la identidad (Eifert et al., 2015).

Padres
Los padres también son especialmente propensos a sentir que se han perdido a sí mismos. Esto puede no ser terriblemente sorprendente considerando las responsabilidades de un padre. Nuestros hijos se convierten en nuestro mundo entero, organizamos cada faceta de nuestra vida en torno a su felicidad y bienestar, y eso es hermoso, pero también puede distanciarnos de nosotros mismos de una manera que es más una pérdida que un sacrificio. El tiempo es trágicamente finito y es muy fácil gastarlo todo en nuestros hijos, pero cuanto menos tiempo pasamos reafirmando las piezas de nuestra identidad con nuestras acciones, más se desmorona nuestra identidad.

Perderse a uno mismo durante la enfermedad

La enfermedad puede diezmar nuestro sentido de identidad al limitar nuestra capacidad de participar en actividades que nos definen, disminuir nuestra autonomía sobre nuestras vidas y nuestro futuro y hacernos sentir inseguros en nuestros cuerpos. Estar incapacitado por la enfermedad y necesitar ayuda puede hacernos sentir como una carga que puede desafiar nuestra concepción previa de nosotros mismos como capaces e independientes, así como cambiar drásticamente nuestros roles en nuestras relaciones sociales. La enfermedad también suele generar crisis financieras y tensiones familiares, que afectan negativamente la autoestima y el autoconcepto (Charmaz, 1983).

Perderse a uno mismo después de una pérdida

La pérdida de un ser querido puede tener un profundo impacto en nuestra identidad. Cuando perdemos a alguien que era fundamental en nuestras vidas, perdemos una parte de nuestra identidad relacional o la parte de nuestra identidad que se organiza en torno a nuestras relaciones con los demás. El espacio que alguna vez albergó nuestra identidad como padre, hijo, hermano o amigo queda vacío cuando ya no podemos desempeñar el papel asociado con esa identidad.

El dolor psicológico, o duelo, que acompaña a la pérdida también puede afectar significativamente nuestro autoconcepto. El duelo puede ser debilitante, llevándonos a tener un desempeño deficiente o a dejar de participar por completo en actividades que alguna vez fueron una parte central de nuestra narrativa personal. También puede disminuir nuestra capacidad de cuidarnos a nosotros mismos y hacer que necesitemos ayuda, lo que a menudo altera nuestro sentido de identidad. Además, el duelo puede cambiar nuestro temperamento y perspectivas de manera tan drástica que nos sentimos irreconocibles para nosotros mismos.

¿Me estoy perdiendo a mí mismo?

Puede resultar difícil distinguir entre los cambios saludables en la identidad que se producen como consecuencia de la edad y la pérdida de la identidad propia. A veces, la pérdida de uno mismo se produce de forma repentina y drástica, y otras veces es un proceso gradual y más sutil. Si siente que podría estar perdiéndose a sí mismo, pero no está seguro, aquí le presentamos algunas señales a las que debe prestar atención:

  • No darte suficiente tiempo a solas
  • Diálogo interno negativo
  • No cuidarse a uno mismo
  • Buscando la aprobación de los demás
  • Perder interés en cosas que antes te importaban
  • No saber cuáles son tus preferencias y necesidades
  • Sentirse impotente

Cómo no perderse a uno mismo

Aunque a veces necesitamos permitir que nuestras identidades evolucionen con las circunstancias cambiantes, podemos intentar evitar perder la conexión con ellas. A continuación, se indican algunas formas de evitar perderse a uno mismo:

Perderse para encontrarse

Nos enfrascamos tanto en nuestras identidades, en nuestro deseo de ser aceptados por quienes nos rodean y de vivir de acuerdo con nuestros propios estándares, que en el marasmo de expectativas perdemos el contacto con nuestra verdadera naturaleza. La carga de la narrativa que construimos para nosotros mismos y que constantemente tratamos de mantener puede oscurecer lo que realmente nos mueve, nos llena y nos da vida.

Aquí es donde nos puede resultar beneficioso perdernos un poco a nosotros mismos. Si nos despojamos temporalmente de nuestra identidad narrativa, podríamos volver a ponernos en contacto con nuestro yo auténtico. Los investigadores y los médicos se refieren al desprendimiento de nuestro yo narrativo como disolución del ego. Una forma en que las personas experimentan comúnmente la disolución del ego es a través de drogas psicodélicas como la psilocibina (hongos mágicos), el LSD o la DMT. Dosis suficientes de estas y otras drogas similares cambiarán la forma en que el cerebro procesa la información relacionada con nosotros mismos, conocida como procesamiento autorreferencial. La disolución del ego ocurre cuando las redes cerebrales que apoyan el procesamiento autorreferencial están temporalmente fuera de línea (Lebedev et al., 2015). Cuando el yo narrativo está en silencio, nos quedamos con la experiencia subjetiva pura, lo que podría considerarse nuestro yo verdadero y auténtico.

En estudios que exploraron el efecto de los psicodélicos administrados en un contexto terapéutico, los participantes a menudo informaron haber experimentado una pérdida de la identidad subjetiva, la unidad con el universo, la pérdida de los límites entre el yo y el entorno y una sensación de irrealidad o desapego de sus procesos mentales (Milliere, 2017). Es importante destacar que la investigación también muestra que el tiempo transcurrido en este estado sin ego se asocia con un sentido más fuerte del yo, una mayor autocompasión y reducciones en la depresión y la ansiedad en los días y semanas posteriores a la experiencia del ego…