Muebles Aztecas

Muebles Aztecas

El siguiente artículo, compilado y traducido por Ian Mursell/Mexicolore, es una versión condensada de un capítulo titulado El Mueble Prehispanico (‘Mobiliario Prehispánico’) de Carmen Aguilera, de su libro Ensayos sobre iconografía. vol, I, publicado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, Ciudad de México, en 2010.

Foto 1: Primeros pasos en la construcción de templos prehispánicos… (Click en la imagen para ampliar)

En Mesoamérica el clima, nunca extremo y con largos periodos de temperaturas agradables, jugó un papel importante en la configuración de la arquitectura y el mobiliario doméstico de la región. Dado que los métodos de construcción apenas habían avanzado más allá de las técnicas de ‘postes y vigas’ (columnas verticales o postes y vigas horizontales o dinteles), las casas de la gente común tendían a ser unidades pequeñas, simples, de una habitación, sin ventanas y con entradas sin puertas que proporcionaba la única fuente de luz del día: las entradas a veces se cubrían con una estera o cortina con una campanilla adherida para escuchar si alguien entraba. Las casas de los nobles y los edificios oficiales y públicos eran más sólidas, más grandes y con más habitaciones. Los templos construidos en la cima de las pirámides también eran pequeños, sin ventanas y con muebles mínimos. Aun así, tanto el palacio como la cabaña del granjero se ajustaban perfectamente al propósito, ya que las casas se usaban casi en su totalidad solo para dormir y para protegerse de los elementos, y los templos solo para albergar a hombres y dioses.

Foto 2: Modelo de vida fuera de la vivienda rural tradicional, Museo Nacional de Antropología, Ciudad de México (Click en la imagen para ampliar)

Las suaves temperaturas animaron a las personas a pasar la mayor parte del día al aire libre, ya sea -en casa- rodeadas de vegetación o en el gran patio del templo donde se realizaban las ceremonias religiosas. Muchas de las actividades cotidianas que hoy se desarrollan en el interior se realizaban al aire libre: lavar el cuerpo, cocinar, moler, pelar, tejer, cuidar animales domésticos, etc.

Foto 3: Ilustración de Petate por Felipe Dávalos (L); ejemplo de petates en uso en las casas de los granjeros hoy en marcos de cama (arriba D); cañas de espadaña (abajo a la derecha) (Haga clic en la imagen para ampliarla)

El entorno local proporcionaba todos los materiales para la fabricación de muebles domésticos: arcilla para hacer palanganas, maderas diversas, hojas y fibras vegetales, especialmente tule (en maya llamado zibakeen náhuatl Tollín), una especie de junco cuyas hojas esponjosas, cuando se entretejen, forman superficies elásticas y cómodas que se sienten frescas en verano y cálidas en invierno. El famoso petate (esterilla de caña), de diferentes tamaños, se tejía a partir de tule y se usa para dormir o sentarse. Las pieles curadas de animales (jaguar, puma, oso, lobo, coyote, venado) también se usaban, aunque con menos frecuencia, como fundas para los asientos.

Foto 4: Mapa Quinatzin, folio 1, con superposición para mejorar la imagen (Haga clic en la imagen para ampliar)

Los hogares indígenas se vieron directamente afectados por el (buen) clima, los materiales locales disponibles y el tamaño físico de la población local: como resultado, los muebles eran frugales, livianos, fáciles de transportar y todos a nivel del piso; las mesas y las sillas estaban a poco más de un palmo del suelo. Desde un principio los habitantes de Mesoamérica habían sido de origen nómada, durmiendo al aire libre o en cuevas, siendo sus únicas posesiones las pieles de animales sobre las que dormían y cubrían su cuerpo. Aunque es un ejemplo muy tardío, podemos vislumbrar este estilo de vida desde el Códice Quinatzin: se muestra una cueva en la que una madre y un padre, vestidos con pieles de animales, cocinan un conejo mientras el bebé Quinatzin -futuro señor de los Acolhua- duerme en una cuna (foto 4). No es hasta el período Preclásico Temprano (1500 a 600 a. C.) que se encuentran los primeros restos de esteras tejidas. El mobiliario prehispánico, en síntesis, se componía esencialmente de camas, hamacas, cunas, palanganas, bancas, sillas, cajoneras, mesas, manteles, tapetes, cortinas y biombos.

Foto 5: Dentro de la casa de un campesino mexicano hoy, un ‘petate’ enrollado se encuentra a la derecha contra la pared (Haga clic en la imagen para ampliar)

El único mueble universal que se encontraba en todas las casas era el cama – una estera, petlatl (petate en español de México), de aproximadamente 1,35 por 1,9 metros, a veces cubiertas con tapetes de distinto peso y acolchados con plumas o piel de conejo, entretejidos con variedad de colores y diseños. Como es costumbre hoy en día en el campo (foto 5), la estera probablemente fue sacudida, enrollada y apoyada contra la pared durante el día para evitar que absorbiera el frío y la humedad del suelo, que generalmente era tierra aplanada o posiblemente estuco o losas en casas más ricas.

Cabe señalar que en la región maya petates pueden haber sido colocados en marcos bajos de madera, y es posible que también se hayan utilizado hamacas; al ser de material perecedero estos no han sobrevivido, aunque hay referencias a ellos en la época colonial temprana.

Foto 6: Dos formas de portabebés prehispánicos, ambos del Códice Florentino: arriba – Familia Chichimeca, Bk 10; abajo – Madre azteca, bebé y partera, Bk 6 (Haga clic en la imagen para ampliar)

En el Valle Central (territorio azteca), dos tipos de portador de bebé estaban en uso, ambos se muestran en los códices (foto 6). Uno, llamado chitatli, fue utilizado por los chichimecas y todavía lo elaboran algunas comunidades indígenas. Consiste en dos postes doblados y atados en forma de óvalo, cubiertos con una red de maguey fibra y se unieron para formar una pequeña canasta. La otra es la cuna rectangular de madera con doble asa hecha de palos curvos para su transporte: en su interior se colocaría una colchoneta y paños para proteger al recién nacido.

Los niños fueron bañados en arcilla. tinas de lavado (foto 7). Si bien es posible que los adultos también los usaran, la mayoría de los adultos se lavaron a la orilla del lago o del río, o usaron el baño de vapor más cercano.

Foto 7: Un niño azteca se lava en una tina de cerámica; Códice Florentino Libro 6 (Click en la imagen para ampliar)

De uso popular eran pequeños petates, comúnmente de unos 80 x 110 cm, utilizados (todavía hoy) como simples asientos para descansar, conversar, realizar tareas cotidianas como tejer, moler, preparar verduras, etc. estos ligeros soportes se enrollan bajo el brazo, para sentarse en la iglesia, el mercado, la plaza del pueblo o para dormir cuando se viaja.

Los asientos sobre el nivel del piso fueron pequeños bancos hecho de troncos de madera ahuecados, a menudo tallados en forma de un animal como un tejón, cuya cabeza y cola podían servir como mangos. Los ancianos y señores comúnmente se sentaban en bancos de madera con cuatro patas. Otras sillas ligeras y cómodas fueron icpalli, tejido con caña de junco y utilizado por hombres de todas las clases sociales. Era habitual que los hombres se sentaran en bancos pequeños y que las mujeres se sentaran modestamente en esteras (foto 8).

Foto 8: Escena doméstica, Códice Florentino Libro 7 (L); impresión artística de un ‘icpalli’ (R) (Haga clic en la imagen para ampliar)

bancos sin respaldo para señores (¡y deidades!) alcanzaron altos niveles de lujo y refinamiento. Uno de los bancos prehispánicos más elaborados jamás registrados es el encontrado en un relieve de estuco en Palenque: ahora desaparecido, pero conocido gracias a un dibujo realizado por Jean-Frédéric Waldeck [in the 1830s]. Es un trono, posiblemente tallado en madera, con el asiento en el centro, cubierto con un suave y lujoso almohadón, los brazos y las piernas en forma de extremidades de jaguar (los brazos en forma de cabeza de jaguar) (foto 9). En el período Posclásico [shortly before the arrival of the Spanish] bancos de madera con cuatro patas almenadas [indented like the parapets of a castle battlement]pintadas o lacadas y en ocasiones incrustadas con materiales decorativos, eran comunes en el Valle Central de México y la región de Oaxaca.

Foto 9: Placa 42 de ‘Monumentos Antiguos de México’, grabado por Gilbert, 1866 (lito), después de Johann Friedrich Maximilian von Waldeck (1766-1875) (Haga clic en la imagen para ampliar)

El dios del sol naciente, Tonatiuh en el Códice Borgia se puede ver sentado en uno de estos bancos elaborados, y Xochipilli, dios patrón de los nobles, descansa sobre un banco similar (de piedra) en la conocida escultura de la deidad en el Salón Mexica. del Museo Nacional de Antropología de México (foto 10).

Foto 10: (L) Dibujo de Miguel Covarrubias de Tonatiuh (del Códice Borgia lámina 71); (D) escultura de Xochipilli sentada en un banco adornado con íconos de fertilidad, Museo Nacional de Antropología, Ciudad de México (Click en la imagen para ampliar)

Sillas señoriales con respaldo. Con el tiempo, el banco bajo se convirtió en el tepotzoicpalli o silla con respaldo (a veces vertical, a veces en ángulo), proporcionando más comodidad al gobernante titular. Abundan los ejemplos de la región maya, Oaxaca y el Valle Central. Los señores mexicas descansaban en dichos asientos, tejidos con carrizo y frecuentemente cubiertos con finas pieles de animales (foto 11).

A menudo, cualquiera que fuera el tipo de silla que se usara, los hombres indígenas se acomodaban con los pies sobre el asiento, las rodillas apuntando hacia el cielo o las piernas cruzadas, sin perder su dignidad ni porte noble. En su Primeros Memoriales Fray Bernardino de Sahagún muestra una secuencia de gobernantes mexicas; los tres primeros, antes de lograr la independencia, se representan sentados en icpalli; desde Itzcóatl en adelante descansan sobre tepotzoicpalli, ya que ahora son gobernantes autónomos (foto 12). No vale la pena de paso que los códices aztecas, que datan de la época colonial, revelan la creciente intrusión del arte europeo: perspectiva, matiz, cambio de proporción y estilos decorativos renacentistas, como por ejemplo en el Códice Azcatitlán.

Foto 11: Acamapichtli, primer gobernante tenochca, sentado en una silla señorial con respaldo, cubierta con piel de jaguar; Códice Azcatitlán, fol. XIV (Click en la imagen para ampliar)

cofres. Los aztecas fabricaban cajas de madera y cuero para guardar las posesiones familiares. Los más comunes eran petlacalli (‘casas de esteras’), con tapas, en las que se guardaban objetos de valor familiares, joyas, herramientas de trabajo, ropa, reliquias y posiblemente incluso documentos. Uno de los raros casos en los que se representa el interior de una casa (azteca) del siglo XVI se encuentra en el Códice Florentino. El artista capta el momento en que los ladrones, tras haber paralizado mediante brujería a sus ocupantes (vistos tendidos sobre esteras de junco), huyen cargados de petacas – la palabra en español mexicano para cofres familiares (foto 13).

Foto 12: ¡Contraste los asientos de (arriba) Chimalpopoca y (abajo) Itzcóatl! ‘Primeros Memoriales’, folio 51r (detalle) (Click en la imagen para ampliar)

Mesas y pantallas. Las familias prehispánicas comúnmente se reunían para comer alrededor del fuego al aire libre o en una habitación o espacio techado separado del área de dormir. Sentados en bancos bajos o en el suelo, comían con tortillas de maíz sacadas de una pequeña canasta. En ocasiones los hombres extendían una estera en el suelo que servía de mesa. (Los nobles usaban un procedimiento más elaborado a la hora de comer, como apunta el español Bernal Díaz de Castillo, incluyendo el uso de mamparas para resguardarse del calor del fuego y de la mirada de los sirvientes…)

Foto 13: Ladrones en acción, Libro IV del Códice Florentino (Click en la imagen para ampliar)

Aunque el cronista español no lo menciona, el comedor, el dormitorio y las salas de recepción del último gobernante mexica eran lujosos: paredes adornadas con exquisitas pinturas, pisos alfombrados con esteras y tapetes de piel, sillas y bancos ricamente decorados, arcones, canastas, grandes lacas -calabas pintadas, tejidos adornados con plumas finas y otros adornos delicados. Todo esto y más se combinaron para hacer de la casa del gobernador un lugar cómodo y hermoso para vivir, ya sea como hogar familiar, cuando se reciben embajadores extranjeros o se atienden los asuntos de estado.

Fuentes de imágenes: –
• Foto principal, fotos 2, 3 (arriba a la derecha) y 5: fotos de Ian Mursell/Mexicolore
• Foto 1: ilustración de Debs Tyler/Mexicolore
• Pix 3 (L) y 8 (R): ilustraciones de Felipe Dávalos/Mexicolore
• Foto 3 (abajo a la derecha): de Wikipedia
• Foto 4: imagen del Mapa Quinatzin (original en la Biblioteca Nacional de Francia) escaneada de nuestra propia copia del estudio Códice…