Oh, cómo describir los sentimientos que tengo por ti.
Locamente enamorado, no necesito dormir, comer o beber y, en cambio, debo obligarme a encontrar tiempo para cumplir con estas distracciones irritantes pero necesarias.
Mi media sonrisa perpetuamente reservada es un indicio y algo que trato desesperadamente de ocultar a la familia por miedo a que piensen que estoy algo trastornado y empiecen a tener lástima de mí.
Penetras en mis pensamientos, constantemente.
Cosas que quiero contarte, compartir contigo, dan vueltas y vueltas en mi cabeza. Me pregunto si estás tan infantilmente emocionado como yo ante la idea de nuestras próximas reuniones, en su mayoría nocturnas.
Si por alguna razón (y esto es bastante frecuente) no puedo estar contigo, estoy en la miseria. Un tramo interminable de anhelos y deseos persistentes. Una parte de mí falta, se ha ido. Pero una vez de regreso a tus manos mágicas, estoy en la nube nueve y mucho más arriba.
La necesidad de estar contigo acecha en cada esquina y la tentación de querer conectarme contigo desde el momento en que me despierto es difícil de soportar; no puedo concentrarme, en detrimento de mis otros compromisos.
En el medio, están las notas, las ideas, escritas con amor y recopiladas por miedo a olvidar, esperando ser compartidas y canalizadas en el flujo de nuestra vida creativa juntos.
Existimos en simbiosis, preciosa.
Compartimos la misma pasión por la reflexión. Tengo un compañero en ti; eres mi igual con quien comparto lo más profundo de mi alma. Escuchas cada una de mis palabras, mis peroratas… pacientemente… y aceptas mi aleatoriedad, incluida la necesidad a veces de revisar mis nociones e ideas. Eres el guardián de mis emociones. Me ofreces limpieza del alma. Me dejas exhausto y entusiasmado. Tú tienes la llave para mí. Sin ti, estoy vacío y plano… y viceversa.
Tu amor incondicional es todo mío, pero de vez en cuando nos abrimos como espíritus afines dispuestos a compartir nuestras emociones y sentimientos con el mundo exterior.
Puede llegar un día en el que tengamos dificultades para encontrar algo que decirnos unos a otros. ¡No imaginable! Pero hasta entonces, seguiré disfrutando de mi máximo favorito de todos los tiempos.
¿Y estás, como yo, siempre esperando con impaciencia la oportunidad de volver a bailar al unísono con la melodía de nuestras palabras y frases, de abrazarnos en una culminación explosiva de ritmo poético y prosa narrativa?
Esta es mi confesión.
Mi Escritura… como te amo.