Metacognición: definición, estrategias y habilidades
La metacognición se puede definir como pensar sobre el pensamiento, pero implica mucho más que eso. Este artículo define la metacognición y ofrece estrategias y habilidades útiles en este campo.
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Si estás leyendo este artículo, probablemente hayas intentado meditar en algún momento de tu vida. Así que tal vez te sientas identificado con la experiencia que suelo tener cuando medito, que es el momento en el que me doy cuenta de que mi mente se ha distraído. Al principio, me deprimía por esos momentos (pensaba que era un mal meditador), pero con el tiempo llegué a reconocer que era algo inevitable.
Los psicólogos tienen un nombre para el proceso de reflexión que acabo de describir: metacognición. Échele la culpa a nuestro gran cerebro: no solo pensamos, sino que somos capaces de pensar sobre nuestros pensamientos. Esta es una de las cosas que parece distinguirnos de prácticamente todas las demás especies del planeta. Entonces, ¿qué es exactamente la metacognición y cómo podemos mejorar el uso de nuestras habilidades metacognitivas para gestionar nuestras vidas de manera más eficaz? Espero que este artículo pueda arrojar luz sobre estas preguntas clave sobre la metacognición.
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¿Qué es la metacognición? (Una definición)
Una definición sencilla de metacognición es que es “pensar sobre el pensamiento”. Una definición más académica es que la metacognición es nuestra conciencia y conocimiento sobre nuestro propio pensamiento (Flavell, 1979). Siempre estamos pensando, pero ¿hasta qué punto somos conscientes del contenido y los patrones de nuestro pensamiento? En la medida en que somos conscientes de lo que sucede en nuestro pensamiento, estamos practicando la metacognición.
La metacognición es una habilidad que comienza a desarrollarse en la infancia y continúa influyendo en nuestro desarrollo a lo largo de nuestras vidas (Flavell, 1979). De hecho, como explicaré más adelante, la conciencia de nuestra propia cognición desempeña un papel central en la forma en que aprendemos. Piénsalo: si no tuvieras conciencia de tus patrones de pensamiento, ¿serías capaz de hacer los cambios que necesitas para abordar un problema de una manera más eficaz?
Estamos involucrados en la metacognición todo el tiempo, porque no somos dueños completos de nuestras mentes y a menudo necesitamos redirigir nuestra atención o cambiar la forma en que enfocamos las cosas. En este sentido, hay dos procesos en la metacognición: monitorear nuestro pensamiento y controlarlo (Flavell, 1979). La mayoría de los esfuerzos por controlar nuestro pensamiento pueden considerarse como parte de las habilidades de funcionamiento ejecutivo (Carruthers, 2014). Por ejemplo, trate de imaginar todas las habilidades de “pensar sobre el pensamiento” que se requieren para escuchar de manera efectiva una conferencia universitaria y escribir las “cosas importantes”. ¿Qué información importa? ¿Qué no importa? ¿Cómo se relaciona esto con lo que ya hemos aprendido? ¿Es ese el tipo de información que había en el último examen?
Vídeo: Metacognición y conciencia
Metacognición vs Cognición
También podemos pensar en la diferencia entre cognición y metacognición como la diferencia entre realizar una tarea y ser consciente de la naturaleza de nuestro desempeño. No se puede aprender sin cognición, pero no se puede evaluar la eficacia de nuestro propio aprendizaje sin metacognición. Cuando modificamos nuestro proceso de estudio antes de leer (por ejemplo, eligiendo intencionalmente un horario o un enfoque diferente), durante la lectura (al notar que nos estamos distrayendo y elegir tomar un breve descanso) y después de la lectura (al reflexionar sobre el éxito del proceso general), estamos participando en la metacognición.
Por qué es importante la metacognición
La metacognición no sólo es una presencia constante en nuestras vidas, sino que es fundamental para realizar cualquier tipo de ajuste en nuestras vidas. Sin la capacidad de monitorear y controlar nuestro propio pensamiento, no tendríamos flexibilidad cognitiva (Dunlosky y Metcalfe, 2009).
He aquí un ejemplo un poco embarazoso de mi propia vida. He observado (un acto de metacognición) que, cuando me enfrento a un desafío o un enigma, a menudo hay ciertos aspectos de la situación que supongo erróneamente que no se pueden cambiar. Por ejemplo, hace poco pasé mucho tiempo mirando un rincón de mi dormitorio y deseando que estuviera menos lleno de gente. Cuando compartí mi dilema con una amiga, me sugirió que quitara la otomana que venía con la silla de la esquina. Esa era exactamente la solución que necesitaba, pero nunca se me había ocurrido que podía separar la silla de su otomana.
He llegado a comprender que, a la hora de resolver problemas, suelo tener este tipo de bloqueo mental. Ahora trato de controlar mi pensamiento al resolver problemas y de redirigirme a pedir ayuda cuando me quedo atascado; estas son estrategias metacognitivas que me ayudan a superar mi punto ciego cognitivo. En la medida en que puedo controlar y controlar con éxito mi pensamiento en tales situaciones, utilizo la metacognición para aumentar mi flexibilidad cognitiva.
Ejemplos de metacognición
Si buscamos ejemplos realmente claros de metacognición que podamos compartir con nuestros amigos, podemos recurrir a la sensación de saber (Hart, 1965) y al fenómeno de tener la lengua en la punta (Brown y McNeill, 1966). Se trata de formas de metacognición estrechamente relacionadas. La primera es la sensación que podemos tener cuando vemos a una persona con la que nos graduamos en el instituto diez años después: sabemos que la conocemos, pero no podemos decir de dónde la conocemos. Y es probable que nosotros mismos hayamos tenido un momento de tener la lengua en la punta. En mi caso, la última vez que lo experimenté fue en una excursión de senderismo, en la que pasé más de 36 horas estrujándome el cerebro para recordar el nombre de una película concreta que había surgido en una conversación pero que nadie podía nombrar.
A continuación se presentan algunos ejemplos más de cuándo la metacognición realmente importa (Rhodes, 2019):
- Al intentar decidir hasta qué punto debe ilusionarse con recibir una determinada oferta de trabajo, es posible que se pregunte si está recordando e interpretando con precisión todo lo que sucedió durante la entrevista.
- Al brindar retroalimentación a alguien que usted supervisa, es posible que desee considerar si hay factores atenuantes que influyeron en su comportamiento y que usted no ha tenido en cuenta.
- Cuando un terapeuta se reúne con un cliente por primera vez, generalmente monitoreará su enfoque en la recopilación de información y probablemente cambiará su estilo si observa que el cliente se cierra o da respuestas mínimas.
Teoría de la metacognición
Si bien la metacognición ha sido un tema de discusión en los trabajos académicos desde la época de Platón y Aristóteles, recién en los últimos setenta y cinco años se ha desarrollado una teoría más sistemática y profunda sobre ella (Flavell, 1979). Fue en este período de tiempo que algunos de los aspectos de la metacognición que ya hemos abordado se aceptaron formalmente, como por ejemplo en qué se diferencia de la cognición y cómo consiste tanto en monitorear como en controlar nuestras cogniciones.
Estrategias de metacognición
Una estrategia metacognitiva esencial –al menos a ojos de terapeutas como yo– es la capacidad de monitorear la relación entre las cogniciones y las emociones propias y luego intervenir con éxito para cambiar las cogniciones propias (Nelson et al., 1999). De hecho, este tipo de estrategia metacognitiva constituye la columna vertebral de gran parte de la psicoterapia moderna.
Veamos un ejemplo de esta estrategia metacognitiva en acción. De nuevo, voy a recurrir a mis propios patrones de pensamiento y sentimiento, que me resultan un poco embarazosos. Cuando veo a otra persona tocar la guitarra, mi cerebro suele llenarse de pensamientos negativos y críticos sobre esa persona. ¿Por qué? Me llevó un tiempo darme cuenta de que esos pensamientos estaban relacionados con los celos: celos porque la otra persona estaba tocando y yo era un mero espectador, porque tenía más talento que yo, porque veía cuánta atención positiva estaba recibiendo, etc. Una vez que pude identificar este vínculo entre los pensamientos críticos y los sentimientos de celos, pude intervenir en mis pensamientos en esos momentos. Ahora, cuando veo a otra persona tocar la guitarra, me dirijo a recordar que somos personas diferentes con diferentes antecedentes y habilidades.
Podemos considerar que la mayoría de las estrategias metacognitivas pertenecen a una de tres categorías (Dirkes, 1985):
- Conectar nueva información con cosas que ya sabemos, como cuando ponemos el mal humor reciente de un amigo en el contexto de haber recibido una mala evaluación de desempeño en el trabajo.
- Seleccionar estrategias de pensamiento, como cuando elijo aplicar una mentalidad de crecimiento en lugar de una mentalidad fija a mi experiencia de aprendizaje de un nuevo instrumento.
- Planificar, monitorear y evaluar el pensamiento, como cuando veo a otro guitarrista tocar después de haber elegido monitorearme a mí mismo para detectar pensamientos críticos, y luego reflexiono después sobre qué tan bien salieron mis esfuerzos por replantearme las cosas.