«Merezco algo mejor.»
Ocasionalmente he dicho esta frase o me he sentido menospreciado en varios casos, algunos de los cuales son algo intrascendentes; como tener aparentemente mala suerte con el tráfico o perder un putt de golf.
«¿Por qué yo? ¡Merezco algo mejor!»
Pero otras veces, me sorprendo a mí mismo y a otros sintiéndonos así ante momentos más importantes y mucho más impactantes.
Mis padres estuvieron juntos durante toda mi infancia y hasta bien entrados mis años universitarios, y hasta donde yo sabía, estaban más que felices. Pero un día, mi papá me llamó del trabajo y me dijo que necesitaba que vigilara a mi mamá, porque ella estaba muy enojada con él. Finalmente admitió haber traicionado su confianza durante años y, en pocas palabras, llevan más de una década divorciados.
Esto creó un efecto dominó de varias dinámicas diferentes. Joven e ingenuo, y tal vez un poco engreído, adopté una especie de aire de indiferencia, tambaleándome en un “ay de mí”. mentalidad. Recuerdo haber pensado: “No merezco este estrés en este momento, estoy en mis mejores años universitarios. Pero supongo que puedo estar ahí para mis padres si me necesitan”. Y como resultado, ese fue todo el pensamiento que puse en ello. Realmente estúpido, mirando hacia atrás.
Mi hermana, por otro lado, una versión mía un poco mayor, mucho más sabia y extremadamente más consciente de sí misma, supo de inmediato que necesitaba hacer una profunda autorreflexión. No me di cuenta de esto hasta más tarde, pero ella instantáneamente aceptó el hecho de que todo lo que pensamiento representaba el amor verdadero estaba, de hecho, equivocado. Aunque fue extremadamente triste para ella y sintió la empatía adecuada por nuestros padres, también poseía la fortaleza mental para comprender que cada acción provoca una reacción y que era hora de profundizar.
Sabía que algunas de las luchas en su propia vida amorosa estaban indudablemente influenciadas objetivamente por el entorno en el que se crió y por su visión de primera fila de una relación onerosa.
Después de un par de años de terapia, encontró al hombre de sus sueños. Ahora viven juntos en St. Louis con una hija maravillosa y llevan 6 años casados. Creo que ella no sólo se ganó esa realidad, sino que la fomentó con intención y disciplina.