Manejo de las crisis de autismo – Houston

Algunas personas con autismo experimentan «crisis» emocionales y físicas en respuesta a sentirse abrumados por la estimulación sensorial o mental. Durante una crisis, una persona puede gritar, llorar y volverse físicamente agresiva hacia sí misma o hacia quienes la rodean. Las crisis de autismo son más comunes en niños y personas más jóvenes con autismo. Sin embargo, los expertos señalan que “el estado de pánico y ansiedad aguda que impulsa el comportamiento de crisis aún puede causar profundas dificultades a los adultos”.

Para abordar las crisis, los padres y cuidadores deben comprender sus causas fundamentales, en qué se diferencian de las rabietas y cómo actuar en el momento para ayudar a su hijo. Los padres deben preparar a sus hijos lo mejor que puedan para entornos y demandas desconocidos. Esto implica trabajar juntos para crear planes y estrategias de comportamiento únicos. Tener un plan puede ayudar a los padres a calmar al niño en caso de que se sienta abrumado, y brindarles al niño y a otros seres queridos formas de adaptarse y afrontar el momento.

Rabietas versus crisis

Es importante distinguir entre rabietas y crisis de autismo. Las rabietas pueden verse como arrebatos relacionados con una falta de control emocional por parte de los niños. Las rabietas suelen ser estratégicas. Los niños que hacen berrinches pueden hacerlo porque saben que obtendrán una reacción o un resultado percibido. Por ejemplo, un niño puede tener una rabieta porque sus padres se niegan a comprarle helado, con la esperanza de que cedan y les consigan lo que quieren. Este no es el caso de las crisis.

Las crisis son comparables a los ataques de pánico. No están calculados y el individuo que experimenta una crisis no puede controlar su comportamiento en el momento. Por lo general, ocurren porque una persona con autismo está asustada, sorprendida o abrumada por su situación o su entorno. Según los investigadores, las crisis son «más intensas, prolongadas y potencialmente peligrosas física y emocionalmente tanto para el niño como para los padres» en comparación con las rabietas. Para los padres, es perturbador y agotador ver a su hijo en apuros y puede resultar frustrante y vergonzoso si ocurre en público. Aunque los padres pueden enojarse y excitarse e intentar controlar la situación de inmediato, las crisis requieren un enfoque único.

Sobrecarga sensorial o cognitiva

En su obra «From Anxiety to Meltdown», la autora Deborah Lipsky, M. Ed., identifica las causas de las crisis como «sobrecarga sensorial o cognitiva» debido a «situaciones novedosas o cambios repentinos». Estos pueden incluir exigencias inesperadas, cambios en la rutina, lugares ruidosos o visualmente excitantes, o sorpresas, incluso aquellas destinadas a ser positivas. Dado que es imposible evitar el cambio, es mejor centrarse en preparar a las personas con autismo para estas nuevas situaciones. Los padres también deben poder reconocer los signos de una crisis y saber cómo comportarse en el momento para ayudar a sus hijos a sentirse seguros y protegidos.

Las crisis de autismo pueden estar precedidas por comportamientos repetitivos, una interrupción abrupta de la comunicación o una incapacidad repentina para concentrarse. Si esto ocurre, es aconsejable minimizar las fuentes de estimulación en el entorno, como ruidos o luces, y desviar al individuo con una actividad relajante favorita. Sin embargo, cuando ha comenzado una crisis, sacar al individuo de la fuente de sobreestimulación es aún más importante. Esto puede implicar la eliminación de estímulos físicos o la eliminación de otras formas de presión, como las demandas sociales.

Regañar y controlar no funcionará

Los intentos de controlar el comportamiento o restringir físicamente al individuo generalmente no son las respuestas correctas. Incluso en situaciones de conducta autolesiva, los expertos recomiendan colocar barreras físicas, como almohadas, para evitar daños en lugar de intentar restringir al individuo. Puede ser necesaria una ligera redirección física en casos extremos en los que es probable que el individuo se haga daño a sí mismo. Sin embargo, este enfoque puede fácilmente empeorar la situación y poner en riesgo a los cuidadores, por lo que debe utilizarse como último recurso.

En lugar de intentar restringirlo o regañarlo, los padres deben mantener la calma mientras se dirigen al niño por su nombre, reconocen su miedo e indican su apoyo y seguridad, diciendo algo como: «está bien, [name]”Hasta que empiezan a calmarse. Lo peor que uno puede hacer es agitarse, alzar la voz y responder a la sobreestimulación de una persona con un comportamiento más estimulante. No intente dar explicaciones, hacer preguntas, sermonear ni avergonzar, ya que estos comportamientos pueden abrumar aún más a la persona que experimenta la crisis. En cambio, se deben fomentar rutinas seguras que una persona pueda utilizar para calmarse, como caminar de un lado a otro. Trate de ofrecer una seguridad breve, firme y reconfortante para calmar y apoyar a la persona que sufre la crisis. Es recomendable permanecer con la persona que sufre el colapso hasta que se haya calmado.

Tiempo, distancia y reconocimiento de los desencadenantes de una crisis

Teniendo en cuenta algo de tiempo y distancia, lo mejor es crear un plan que haga que el niño se sienta más cómodo en el futuro. Esto comienza con la identificación de qué desencadena estas crisis y qué respuestas las minimizan y ayudan al individuo a afrontarlas. Las estrategias pueden implicar repensar cómo uno se comunica con el niño, tal vez evitando preguntas abiertas o ciertos tonos de voz. También puede ser útil saber cuándo sacar al niño de una situación incómoda o cómo eliminar los estímulos desencadenantes del entorno. Intente idear rutinas que lo reconforten durante situaciones nuevas o difíciles, como tener un juego favorito para jugar. Finalmente, es crucial desarrollar un plan detallado para ayudar durante una crisis utilizando estrategias que la persona con autismo encuentre útiles. Estos son específicos del individuo, por lo que escucharlos, monitorear sus reacciones y notar lo que funciona en el momento es clave.

Conclusión

Si bien es posible que algunos niños con autismo no experimenten crisis una vez que crezcan, las crisis de autismo pueden seguir siendo parte de la vida de algunos. En tales casos, las crisis aún pueden reducirse en frecuencia y gravedad. Los padres, amigos y seres queridos pueden aprender a adaptar sus respuestas a estas situaciones. Reconocer situaciones y estímulos desencadenantes, saber adaptarse y escuchar, y comprender cómo intervenir y consolar a la persona con autismo son de gran ayuda. Con estas herramientas, se pueden gestionar las crisis para que las personas con autismo se sientan seguras y apoyadas, y las familias y los seres queridos puedan tener la confianza que proporciona un plan detallado de intervención saludable.