Sé lo que pasa por tu mente en este momento.
‘¿¡Por qué leerías los mensajes de tu novio sin su permiso!? ¿Qué tal si confías en tu pareja?
Sí, sé que estuvo mal y hasta el día de hoy me avergüenzo de mi comportamiento. Mi única respuesta es: porque tuve un presentimiento. Después de meses de ignorar ese sentimiento, tuve que reconocerlo. Y eso es lo que hice.
Se puede decir que tener un sentimiento todavía no justifica mis acciones. Estoy de acuerdo. Pero actuar según ese sentimiento fue lo mejor que hice.
La confianza y la privacidad siempre han sido algo esencial para mí en mi relación. Nunca revises el teléfono de tu pareja: es mi regla de oro. No sería feliz si mi novio leyera mis mensajes sin mi conocimiento. Así que yo tampoco le haría eso nunca. No tuve que recurrir a ese comportamiento porque confiaba en él, ¿verdad?
Cuatro años después de mi relación, rompí mi regla de oro.
Fue una elección entre un presentimiento y mi fe en él. Elegí mi instinto ese día.
Para nuestro cuarto V-Day, fuimos de discotecas con algunos amigos suyos. Amigos que nunca había conocido antes. Me senté en nuestra mesa, con la música sonando en mi oído, viendo a los borrachos caer unos sobre otros. Se inclinó hacia mí y dijo que iba a buscar más bebidas. Asentí con la cabeza mientras seguía bebiendo mi whisky.
Tan pronto como se fue, una niña preguntó: ‘Entonces, ¿qué le regalaste para el día de San Valentín?’
«Um, le compré zapatos». Yo dije. Después de cuatro años, ya le había dado todos los regalos que se me ocurrían. ¿Qué le regalas a una persona que tiene todo lo que necesita?
‘Oh, qué bien, ¿y qué te regaló?’ ella siguió adelante.
«Él no me consiguió nada.» Dije torpemente. Apenas conocía a esta chica y no me gustaba que me hicieran preguntas que consideraba que no eran de su incumbencia.
‘¿Qué? ¿No te regaló nada para vuestro primer San Valentín juntos? ¿Por qué le dejarías salirse con la suya? preguntó con incredulidad.