La mañana después de que me suicidé

“La mañana después de que me suicidé” es un poema de Meggie Royer, de 22 años, que escribe en Writings for Winter. Tiene dos colecciones de poesía publicadas, «Survival Songs» y «Healing Old Wounds With New Stitches». Su poema, “La mañana después de que me suicidé”, es un mensaje sobre la finalidad del suicidio, el impacto que tiene en los seres queridos y la oportunidad perdida de un día mejor.

La mañana después de suicidarme, me desperté.

Me preparé el desayuno en la cama. Agregué sal y pimienta a mis huevos y usé mi tostada para hacer un sándwich de queso y tocino. Exprimí una toronja en un vaso de jugo. Saqué las cenizas de la sartén y enjuagué la mantequilla de la encimera. Lavé los platos y doblé las toallas.

La mañana después de que me suicidé, Me enamoré de.

No con el chico de la calle ni con el director de la escuela secundaria. No con el corredor diario o el tendero que siempre dejaba los aguacates fuera de la bolsa. Me enamoré de mi madre y de la forma en que se sentaba en el suelo de mi habitación sosteniendo cada piedra de mi colección en sus palmas hasta que se oscurecían por el sudor. Me enamoré de mi padre en el río cuando colocó mi nota en una botella y la envió a la corriente. Con mi hermano, que alguna vez creyó en los unicornios pero que ahora estaba sentado en su escritorio en la escuela tratando desesperadamente de creer que yo todavía existía.

La mañana después de que me suicidé, Pasee el perro.

Observé la forma en que su cola se movía cuando pasaba un pájaro volando o cómo su paso se aceleraba al ver un gato. Vi el espacio vacío en sus ojos cuando alcanzó un palo y se giró para saludarme para que pudiéramos jugar a la pelota, pero no vi nada más que el cielo en mi lugar. Me quedé quieto mientras los extraños acariciaban su hocico y ella se desmayaba bajo su tacto como lo hizo una vez con el mío.

La mañana después de que me suicidé, Regresé al patio de los vecinos donde dejé mis huellas en el concreto cuando tenía dos años y examiné cómo ya se estaban desvaneciendo.

Cogí algunas azucenas y saqué algunas malas hierbas y observé a la anciana a través de su ventana mientras leía el periódico con la noticia de mi muerte. Vi a su marido escupir tabaco en el fregadero de la cocina y llevarle su medicación diaria.

La mañana después de que me suicidé, Vi salir el sol.

Cada naranjo se abrió como una mano y el niño de la calle señaló una única nube roja a su madre.

La mañana después de que me suicidé, Regresé a ese cuerpo en la morgue y traté de hacerla entrar en razón.

Le hablé de los aguacates y los escalones, del río y de sus padres. Le hablé de los atardeceres, del perro y de la playa.

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La mañana después de suicidarme, intenté deshacerme de ella, pero no pude terminar lo que comencé.