La guía de Buda para afrontar el deseo. |

En la enseñanza del Buda sobre Las Cuatro Nobles Verdades, la primera verdad es que el sufrimiento existe.

La segunda verdad afirma que todo sufrimiento tiene una causa. En el budismo, el apego y el deseo son a menudo las causas fundamentales de nuestra miseria.

Si bien normalmente pensamos que los deseos son sensuales, como el sexo y las drogas, el deseo puede referirse a todo tipo de anhelos: cosas materiales, libertad, personas, estabilidad, el pasado, plenitud, sexo, felicidad, etc.

La lista de nuestros antojos es interminable. Anhelamos lo que es inalcanzable y difícil de lograr o mantener. Nos fijamos en lo que creemos que puede hacernos más felices o brindarnos más consuelo y gratificación.

Nuestra cultura nos ha llevado a creer que el consumo excesivo es la clave de la felicidad. Pero, según la filosofía budista, ese deseo exacto de más es lo que a menudo conduce a más sufrimiento.

Quizás nos preguntemos cómo es posible vivir sin deseos y, por tanto, sin sufrimiento. Bueno, no es posible.

No podemos eliminar el deseo. Algunas de las cosas que anhelamos son necesarias para nuestra supervivencia, como la comida, el agua y el sexo. Y otras cosas que anhelamos a menudo son una motivación para hacer y ser mejores. Afortunadamente, el budismo no condena el deseo en sí y tampoco nos pide que lo eliminemos.

Existe un concepto llamado “camino intermedio” que puede ayudarnos a comprender el deseo y las formas en que podemos afrontarlo.

El verdadero significado budista del deseo es desear algo que está ausente. Pero incluso cuando obtenemos lo que deseamos, podemos volvernos codiciosos y anhelar algo más o algo mejor.

Como dice Steve Hagen, el sacerdote zen:

“Cualquier cosa a la que nos aferremos, si la perseguimos durante el tiempo suficiente, sólo indica falta de sentido. Y por eso tememos que sólo haya falta de sentido. Pero el sentimiento de falta de sentido nunca surgiría si no buscamos lo que no está allí”.

Por lo tanto, podemos minimizar nuestro sufrimiento cuando dejamos de desear lo que no está presente. Si entendemos adónde conduce el deseo, podremos afrontarlo de una manera más consciente. En consecuencia, aprendemos a diferenciar entre deseos saludables y nocivos.

Hacemos esto decidiendo qué es lo que realmente necesitamos y qué no. Anhelar comida cuando tenemos hambre es saludable. Si no satisfaciéramos este deseo, moriríamos de hambre. Pero si nuestro deseo de comer está motivado por el ego (como comer cuando estamos aburridos o estresados), entonces estamos cediendo a un deseo nocivo.

La lección aquí, según los ideales budistas, es que debemos encontrar el camino intermedio. Necesitamos aprender a vivir en una cultura materialista sin dejarnos arrastrar ni consumirnos por ella.

Debemos aceptar lo que tenemos ahora. Esto no significa que no debamos esforzarnos por convertirnos en mejores personas, conseguir mejores trabajos o perseguir lo que es mejor para nosotros, pero debemos aspirar a lograr estas cosas con atención, sin apegarnos al resultado. Si conseguimos lo que queremos, entonces bien por nosotros. Si no lo hacemos, no deberíamos sentirnos derrotados.

Y cuando conseguimos lo que queremos, debemos tener cuidado de no hundirnos en la codicia o el apego, porque entonces la solución se convierte en el problema.

Dicho esto, el paso más importante para abordar conscientemente el deseo es comprenderlo. Para encontrar la felicidad, primero debemos ser felices con la infelicidad. Nuestra mente está constantemente insatisfecha (es por eso que nuestros deseos aumentan con el tiempo), por lo que debemos entrenar nuestra mente para sentirnos satisfechos con lo que tenemos ahora. Luego, buscamos lo que es saludable y abandonamos lo que no lo es.

La meditación es una gran herramienta para ayudarnos a aceptar lo que está sucediendo en el momento presente. Aprendemos a lidiar con los pensamientos a medida que van y vienen, sin aferrarnos a ellos, y aceptamos cualquier sensación que surja en nuestro cuerpo.

Además, aceptar la noción de impermanencia nos ayuda a darnos cuenta de que todo es temporal. Lo que surge, pasa después. La vida es un ciclo de nacimiento y muerte, y una vez que entendamos esto verdaderamente (no sólo a nivel intelectual) podremos comprender que nuestros antojos son transitorios.

Y sólo entonces podremos experimentar los deseos sin apegarnos a su presencia ni esperar que duren para siempre. Entendemos su naturaleza efímera y los disfrutamos en el momento presente.

Al comprender que cualquier cosa que compremos, encontremos o experimentemos pronto cambiará, podremos erradicar la mayor parte de nuestro sufrimiento.

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Autor: Elyane Youssef
Imagen: Pixabay
Montaje: Nicole Cameron
Redactora: Yoli Ramazzina
Editora social: Catherine Monkman