La ceremonia de los Voladores o Pole Flying

BUEN DATO
Escuela de vuelo de Papantla

Para mantener viva la tradición de Voladores, se ha establecido una nueva escuela de formación en Papantla…

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Ceremonia de los Voladores

Estamos muy agradecidos a la Dra. Grazia Tuzi, Profesora de Etnomusicología en la Universidad Sapienza de Roma, por esta introducción informativa y perspicaz a la antigua ceremonia ritual conocida como el Voladores (Pole Flyers). Ha publicado varios artículos sobre patrimonio cultural, música e identidad, música y género y es becaria de investigación en etnomusicología en la Universidad de Calabria.

Foto 1: La ceremonia de los Voladores se ha extendido a muchas partes de Mesoamérica… (Click en la imagen para ampliar)

Difusión de la Danza de los Voladores
la danza de la Voladores se distribuye en diferentes zonas de Mesoamérica: en México (estados de Hidalgo, Veracruz, Puebla, San Luis Potosí) principalmente entre los totonacas y los nahuas, pero también entre los otomíes y los huastecos, en Guatemala entre los mayas y en Nicaragua entre los pipiles . Es una ceremonia indígena de origen prehispánico que se ha seguido practicando durante más de diez siglos gracias a su carácter ritual y espectacular. Si bien comparten una estructura básica común, surgen algunas diferencias (como el número de bailarines), lo que ha llevado a un estudio comparativo que analiza las descripciones encontradas en las fuentes antiguas y las compara con las observaciones etnográficas modernas de la danza tal como se realiza en el Muncipio. de Cuetzalan (Sierra Norte de Puebla), en versiones que guardan muchas similitudes con las de Papantla, cuyas descripciones se consideran las más autorizadas de esta tradición de danza/música coral. Dicho trabajo ha permitido aislar las etapas de desarrollo de esta danza.

Foto 2: La portada ‘La historia general y natural de las Indias’ (Click en la imagen para ampliar)

los volante en fuentes antiguas
Como ya se mostró, es posible señalar analogías entre las representaciones modernas y las ilustraciones o descripciones presentes en los códices y crónicas antiguas. El etnólogo y arqueólogo mesoamericano francés Guy Stresser-Pèan es un investigador que ha estudiado la Voladores en gran detalle. En sus diversas reconstrucciones, Stresser-Pèan vincula los orígenes de esta ceremonia con la cultura tolteca posclásica del siglo XI del centro de México. Según él, la primera descripción de la forma más antigua de la Voladores se remonta a la crónica de Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés quien, en el Historia General y Natural de las Indias (1535), describe el “vuelo sagrado” realizado en 1528 por dos nicarao niños de Tecoatega (hoy Nicaragua) como colofón y espectacular escenario de una fiesta campesina que celebra la cosecha del cacao. Según Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, en lo alto del poste se exhibía la figura del dios del cacao, y justo debajo de él una estructura cuadrada a la que se fijaba una cuerda a la que estaban atados los dos niños, con el rostro cubierto por una mascarilla.

Foto 3: 6 Voladores Otomí (incluido uno vestido de mujer, el único que permaneció erguido durante el descenso) (Haga clic en la imagen para ampliar)

De acuerdo con Stresser-Pèan, sería a partir de este modelo temprano de “vuelo” que en el siglo XIV d.C. se desarrollaría una forma diferente, clásica o azteca, de la danza en el Valle de México, involucrando a un líder y otros cuatro bailarines apenas como se realiza hoy. A falta de pruebas detalladas de esta evolución, el investigador francés se limita a citar fuentes del siglo XVI, como el Historia verdadera de la conquista de la Nueva España en el que Bernal Díaz del Castillo describe una ceremonia presentada en la corte de Moctezuma durante la cual muchos danzantes “vuelan cuando bailan por lo alto”.
La danza más tarde vería más desarrollos durante el período colonial, con actuaciones que involucraban a 6 [see pic 3] o 8 voladores.

Foto 4: La ceremonia del polo en relación con la fiesta de Xocotl Huetzi; Códice Borbónico, fol. 28 (detalle) (Click en la imagen para ampliar)

Los orígenes de la danza.
Según Gertrude P. Kurath y Samuel Marti en su estudio de 1964 sobre la música y las danzas precortesianas de los totonacas y los huastecos (‘Danzas de Anáhuac’), los primeros ejemplos de “vuelos de pértiga” se remontan a las descripciones de las celebraciones de la Xócotl Huetzi, la fiesta de la “fruta que cae” dedicada a Xiuhtecuhtli (dios del fuego). Aunque en tales fuentes no hay una referencia directa a la volante, las descripciones del poste utilizado en la fiesta parecen sugerir cierta analogía con esta tradición. Como registra Bernardino Sahagún en el Capítulo 29 del Libro II de su Historia de las cosas de la Nueva Españala fiesta de Xócotl Huetzi se celebró durante el décimo mes del “calendario agrícola”. El hecho de que se pueda hablar de un ritual para propiciar la tierra y también para celebrar los espíritus de los muertos constituye para Stresser-Pèan una de las posibles razones para establecer una conexión entre el ritual de la volante y la ceremonia de Xócotl Huetzi.

Foto 5: La fiesta de Xocotl Huetzli representada por Durán, fol. 276r. Jóvenes aztecas intentan alcanzar una imagen de ave hecha con masa de amaranto en lo alto del poste (Click en la imagen para ampliar)

La descripción del siglo XVI dada por Bernardino de Sahagún nos permite identificar algunas de estas similitudes.
El primero se refiere al proceso de elección y corte del árbol con el que se fabricará el poste para la ceremonia de Xócotl Huetzi. Como sucede hoy, el árbol fue transportado y colocado en el centro del pueblo. Para las celebraciones de Xócotl Huetzi, luego se colocaba una efigie del dios en la parte superior del poste, y luego se le pegaban dos alas de papel blanco, que representaban dos águilas. La ejecución de danzas y cantos precedía el ascenso de algunos jóvenes, uno por uno, hacia la copa de esta especie de árbol de la “abundancia”. El primer joven en llegar a la cima tenía el honor de agarrar la efigie y tirarla.
Una descripción análoga de la fiesta de Xócotl Huetzi y el polo se encuentra en el Capítulo 12 del Volumen II de Historia de las Indias de Nueva España e Islas de la Tierra Firme de Fray Diego Duran. En este manuscrito del misionero dominico se repiten algunos de los elementos encontrados en Sahagún: la construcción del poste, la danza y los ejecutantes vestidos como el ídolo con forma de pájaro. Sin embargo, en este texto se aclara que Durán no relaciona el ritual de Xócotl Huetzi a la de la volante a la que se refiere en otra obra.

Foto 6: Ceremonia de Voladores en el sitio totonaca de El Tajín (Click en la imagen para ampliar)

Según Luis Leal, el misionero español había interpretado el volante como un mero juego (como hiciera, unas décadas después, en 1615, el franciscano Juan de Torquemada) sin atribuirle significados ocultos. Además, Leal destaca cómo la descripción de Durán permite cierta continuidad en las representaciones actuales.
Otros investigadores como Walter Krickeberg han atribuido el origen de esta danza no a los aztecas sino a los totonacas (foto 6). Su tesis se basa en una serie de argumentos académicos que subrayan el carácter ambiguo de las referencias a la Voladores en los principales documentos sobre la cultura azteca, como el historia de Sahagún y el Crónica Mexicana de 1598 por Hernando de Alvarado Tezozomoc.
Esta tesis queda refutada por la referencia explícita al palo volador que se encuentra en la edición Icazbalceta del siglo XIX del Calendario y Arte divinatoria de Sahagún.

Foto 7: ‘Danza del trapecista’ – ilustración de Luis Covarrubias (Click en la imagen para ampliar)

De hecho, en el texto del misionero español se lee Usaban una cifra de estos años, y pusieron la en el palo volador que hasta ahora se usa, donde está figurado y misteriado el número de estos cincuenta y dos años, porque en él si multiplican cuatro por trece, que son todos cincuenta y dos. En lo alto de palo o viga se pone un argadijo cuadrado que se anda al rededor, y de cada esquina cuelga un maroma, ya ella se ata un mancebo, de manera que son cuatro mancebos atados a cuatro maromas, y las maromas están cogidas y revueltas al palo que está come espigón del argadijo cuadrado que encaja en él; y cuando aquellos mancebos han de comenzar a volar, comienza al argadijo a andar al rededor, movido por el peso de los que pueden colgar, y las maromas se van descogiendo, y los que pueden colgar a ellos van dando vueltas entorno de la viga, y las maromas son medidas por la longura del palo y un poco más, de manera que cada uno de estos que vuelan da trece vueltas al rededor, del palo o viga que está hincada en el suelo (sobre que se mueve el argadijo cuadrado) antes que llegue al suelo. Estas vueltas significan la cuenta de los años que hay de jubileo a jubileo, y también allí se pone memoria de lo que se ha de hacer en el jubileo, acabado este número de años, que es la rectificación del pacto idolátrico con los falsos dioses, y la obediencia de obedecerlos y servirlos, y el de sacar el fuego nuevo, todo lo cual es cosa pestilencial y resurrección de la idolatria.

Foto 8: La representación de los Voladores en la ‘Historia…’ de Clavijero (Click en la imagen para ampliar)

Es interesante notar cómo tal simbolismo, que también encontramos en crónicas posteriores, como la Monarquía Indiana de Juan de Torquemada (1612) y en el Libro II de la historia antigua de mexico de Francisco Javier Clavijero (1780), representa uno de esos aspectos que caracterizan la mística que hoy envuelve la danza del Voladores, evocando un vínculo inconsútil con la ascendencia azteca: Rosemary Gipson, en su artículo “Los Voladores. Los Voladores de México” analiza la conexión entre algunos de los números presentes en el calendario azteca y el ritual del volante. A partir del texto de Torquemada, reconstruye el simbolismo de los números 4, 13 y 52, que según la autora, Torquemada consideraba más simbólicos de la volante.
En el Libro VII (46) de su historia antigua del mexicoel jesuita habla de la palo volador como un famoso “juego” en el contexto de las principales fiestas del año y describe sus diversas etapas. Una vez más nos encontramos con los elementos constitutivos del ritual ya descrito en los relatos precedentes. Sin embargo, mientras Clavijero llama la atención sobre uno de los propósitos del juego: encontrar el significado simbólico tanto en los números como en el baile, como a menudo encontramos en los informes de los bailarines de hoy (Lo principal de este juego consiste en proporcionarle de tal suerte el árbol y las cuerdas, que con trece giros llegasen los voladores a la tierra, para representar en ellos su siglo de 52 años compuesto, como ya dijimos, de cuatro periodos de trece años) – enfatiza la imposibilidad de formar una conexión definitiva.

Foto 9: Voladores actuando hoy en Cuetzalan (Click en la imagen para agrandar)

La fuerte similitud entre la descripción de Clavijero y la actuación de la actualidad. volante es ciertamente sorprendente; Menos sorprendente es el hecho de que la descripción del jesuita español sea hoy uno de los textos que más circula dentro del Voladores medio.
Es interesante, entonces, notar que en la descripción de una danza de clara derivación “ritual”, hoy ejecutada para turistas o etnógrafos por algunos Voladores en la región de Cuetzalan, tanto mestizo y los intérpretes nativos presentan la conexión simbólica de números descrita por Sahagún. Muchos Voladores de la región de Cuetzalan acostumbran a repetir a cualquiera que venga del exterior, ya sea turista o etnógrafo, que cada danzante completa trece vueltas alrededor de la barra durante el descenso. El número total de vueltas ejecutadas por los cuatro bailarines sería por tanto 52, correspondientes a una xiuhmolpilli (“unión de años”), es decir, el número de años que tarda el calendario solar azteca de 365 días en volver a…