Imaginería poética de Tenochtitlán en canciones aztecas

El imaginario poético de México-Tenochtitlan en las canciones aztecas

Agradecemos sinceramente a Osiris Sinuhé González Romero, Ph.D. candidato, Facultad de Arqueología, Patrimonio de los Pueblos Indígenas, Universidad de Leiden, Países Bajos, para este análisis perspicaz de las imágenes complejas contenidas en las canciones mexicas (aztecas) sobre la gran ciudad de Tenochtitlan.

Foto 1: Códice Mendoza, fol. 2, Biblioteca Bodleian, Oxford (Haga clic en la imagen para ampliar)

Mi objetivo aquí es abordar la pregunta, ¿cómo percibían los antiguos mexicanos la ciudad de México-Tenochtitlán? Con esto en mente, analizaré algunas de las canciones aztecas recopiladas en el manuscrito. Cantares Mexicanos, especialmente aquellas en las que se puede apreciar la visión que tenían los aztecas sobre su propia ciudad. Muchas de estas composiciones son anónimas, ya que no todas pueden atribuirse a un individuo en particular. El valor de este estudio radica en concebir una visión colectiva que podría haber sido compartida por los habitantes de la ciudad.

Foto 2: ‘La gran ciudad de Tenochtitlan’, mural de Diego Rivera, Palacio Nacional, Ciudad de México (Click en la imagen para ampliar)

Particularmente quiero considerar las canciones y los poemas, porque si bien actualmente algunos estudios tienen en cuenta la visión de la ciudad concebida por el pueblo azteca antes de la invasión española, para lograrlo con éxito tenemos que dirigir nuestra atención a algunas de las poéticas. ensoñaciones generadas en la mente y el corazón de los antiguos compositores. Esto nos permite captar el poder de las imágenes poéticas en toda su espontaneidad. Un vistazo fugaz de su paisaje surge repentinamente frente a nuestros ojos. Porque no es sólo la imagen de los habitantes de la ciudad lo que cambia con el tiempo, es la apariencia física de la ciudad misma.

Foto 3: ‘La gran Tenochtitlan en 1519”, pintura de Luis Covarrubias, Museo Nacional de Antropología, Ciudad de México (Click en la imagen para ampliar)

Canción XXXV (fragmento)
Extiende una corona de jade
sobre la ciudad
abunda en penacho de luz
aqui en mexico
Debajo de Él, los señores están sombreados:
una niebla de flores se extiende sobre todo
(Bierhorst 1985:205).

Quiero centrarme en la acumulación de imágenes en esta canción, porque aquí vislumbramos algunos rasgos culturales inherentes. Por ejemplo, la primera imagen muestra la ciudad tendida como una corona de jade dando vueltas e irradiando rayos de luz; se compara el brillo de la ciudad con una gema y se pretende resaltar su belleza mediante una comparación con rayos de luz y plumas de quetzal. Al resaltar la similitud cromática entre las piedras preciosas, las plumas de quetzal y el agua que rodea la ciudad revelamos más profundamente la visión del escritor. El color verde era considerado un símbolo de abundancia y fertilidad y estaba directamente relacionado con los dioses del agua y la lluvia.

Foto 4: Macuilxóchitl, Dios de la música, los cantos y las flores, Códice Borbónico (Click en la imagen para ampliar)

Canción XXIII (fragmento)
Esta mentira de Tenochtitlan
Allá donde están pintados los dardos,
donde se pintan los escudos.
Estas flores de corazón son flores de cacao,
Las flores florecientes del Dador de Vida.
Estos príncipes son inhalados
en la orilla eterna.
Todos soportan con honor,
en el lugar de los antepasados.
Allá en la casa de los cuadros,
mienten pinturas turquesas;
Estas flores de corazón
son flores de cacao
(Bierhorst 1985: 189).

En esta canción quiero destacar, en primer lugar, las referencias a dardos y escudos, porque ambos son elementos relacionados con la guerra. La intención es claramente enfatizar el prestigio militar de México-Tenochtitlán. En segundo lugar quiero destacar la referencia a los diferentes tipos de flores. Algunas pueden identificarse con la ayuda de la botánica como las flores de las plantas de cacao y Bleeding Heart, pero se nos dice que en Tenochtitlan también crecían las flores de Life Giver, que tienen un carácter metafórico.

Foto 5: Tlaloc, Codex Laud, Bodleian Library, Oxford (Haga clic en la imagen para ampliar)

En relación con el segundo verso quiero llamar la atención sobre la casa donde se encuentran los libros o “pinturas turquesas” (xiuhtlacuilloli) fueron retenidos. Estos libros son generalmente conocidos como códices y fueron apreciados tanto por su contenido como por su fuerte carácter artístico. En ellos podemos encontrar información relativa a calendarios, genealogía de gobernantes, listas de impuestos y tributos, etc. En definitiva estos libros guardan en ellos los conocimientos y habilidades acumulados de los pueblos mesoamericanos.

Foto 6: Tambor de madera ‘huehuetl’ de Malinalco (Click en la imagen para ampliar)

A primera vista, la conjunción entre símbolos relacionados con la guerra, como dardos y escudos, y las referencias a libros de pinturas y los recintos en los que se guardaban, no parecen tener nada en común. Sin embargo, un análisis detenido del texto indica la presencia de instituciones y lugares específicos donde se desarrollaron diversas actividades relacionadas con la gestión de la ciudad.

Canción XXX (fragmento)
¿Dónde está el cantante?
Que toque nuestro tambor
Que nuestras preocupaciones sean dejadas a un lado, nuestra tristeza igualmente.
Los torbellinos de escudos giran, el polvo humea,
Los pitidos suenan a gritos aquí en México-Tenochtitlán.
Y en esta casa de escudos, esta casa de fuego,
sobre esta estera de águila, esta estera de jaguar,
la guerra se enciende,
el fuego inflama estas flores de Chimalpopocatzin.
Sin embargo, no es verdad, oh no, no es verdad
que nunca se extinguirán,
nunca morirá
(Bierhorst 1985: 199).

En esta canción sentimos la ciudad en su apogeo y esplendor. En primer lugar quiero señalar el papel que se le asigna al canto, con su supuesto poder de disipar el dolor y la tristeza. Esta es una idea que se encuentra en muchas de las canciones de Cantares mexicanos así como en composiciones de la Romances de los Señores de la Nueva España, por lo que no es un rasgo cultural fortuito, sino una idea permanente. Como en la canción anterior hay referencias palpables a la guerra, en este caso el escritor habla de un “remolino” de escudos, silbidos y estruendos, una clara evocación de movimiento y energía.

Foto 7: El símbolo de guerra ‘all-tlachinolli’ tallado en el tambor ‘huehuetl’ de Malinalco (Click en la imagen para ampliar)

La ‘casa de los escudos’ puede referirse al almacén donde se guardaban las armas e instrumentos de guerra. Otro rasgo destacado del canto es la presencia de un difrasismo o paralelismo que menciona la estera perteneciente a los guerreros águila y jaguar. Ambos animales estaban asociados a las principales órdenes militares que existían en la ciudad. Por su parte, el tapete (petlatl) fue considerado como un símbolo de autoridad y poder. Es muy probable que la canción se refiera a un lugar de actividades relacionadas con la guerra como un cuartel militar, donde se encendía una hoguera simbólica. Vale la pena recordar aquí que el paralelismo atl-tlachinolli no debe tomarse literalmente como “agua-fuego”, pero es la combinación de estos dos elementos opuestos lo que forma la base para crear un tercer significado simbólico, en este caso “guerra”.

Foto 8: Bailarines-músicos, Libro IX del Códice Florentino (Click en la imagen para ampliar)

Igualmente no accidental es la mención de Chimalpopocatzin, uno de los antiguos gobernantes, pues sería un indicio de la antigüedad del canto y de la intención del escritor de salvar la memoria del gobernante. El texto es valioso porque nos permite ver algunos rasgos culturales presentes desde la época precolonial. Los últimos versos de la estrofa explicitan la confianza y el optimismo que tenían los antiguos mexicanos para permanecer en la ciudad.

Canción XXXIII
Eres el árbol de plumas rojas,
floreciendo aquí en México,
fragancia difusa, difusión
sobre nosotros en todo Anáhuac.
Los jades están dispersos:
flores – tus canciones – nacen.
Los levantas aquí en México,
tus flores: están brillando
(Bierhorst 1985:203).

Foto 9: Impresión artística de la ciudad de Tenochtitlán (Click en la imagen para ampliar)

Esta canción nos presenta algunos rasgos culturales que tienen un significado más profundo dentro de la cosmovisión azteca, como plumas, flores, jade. Todos ellos están relacionados con el arte del canto. Además, existe una analogía, sugerida por el traductor inglés, entre flores y canciones. Este texto también evoca varias imágenes de un paisaje dominado por árboles y flores que esparcen su fragancia por el mundo. Además, quiero resaltar el hecho de que se creía que las canciones eran tan valiosas como las piedras preciosas. Las imágenes de esta canción evocan el esplendor de la ciudad, pero no a partir de los edificios o el prestigio de la guerra, sino que percibimos una atmósfera radiante ligada a la naturaleza, la luz, los cantos y el color.

Foto 10: “La gran ciudad de Tenochtitlan”; mural de Diego Rivera, Palacio Nacional, Ciudad de México (detalle) (Click en la imagen para ampliar)

Visión europea de México-Tenochtitlan

Esta visión de la ciudad lacustre también se refleja en la crónica. Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España, escrito por Bernal Díaz del Castillo, quien nos comparte el asombro onírico de su primer encuentro con lo desconocido. ‘Cuando vimos tantas ciudades y pueblos construidos en el agua y otros grandes pueblos en tierra firme y esa Calzada recta y llana que va hacia México, nos asombramos…’ Es mucha la admiración de quien descubre un mundo pero no lo entiende, quien vislumbra una ciudad impregnada de magia pero con ojos lejanos y ajenos, incapaces de creer: ‘… y [we] dijo que era como los encantamientos que cuentan en la leyenda de Amadis, por causa de las grandes torres y cues [temple-pyramids] y edificios que salen del agua, y todos construidos de mampostería.’

Foto 11: Vista europea de la Ciudad de México en 1683; litografía de A. Messon Mallet editada por Thierry, París (Click en la imagen para ampliar)

En su testimonio los primeros europeos que habían llegado al Valle de México trataban de describir algo totalmente inédito en su vida y experiencia, que se les presentaba de repente como un sueño frente a sus ojos: ‘Algunos de nuestros soldados incluso preguntaron si las cosas que vimos no eran un sueño’ – un sueño engendrado por vislumbrar lo desconocido. Para describir tal visión, las palabras literalmente fallan: ‘No es de extrañar que aquí lo escribo de esta manera, porque hay tanto en lo que pensar que no sé cómo describirlo, viendo las cosas como las vimos. que nunca antes había sido oído o visto, ni siquiera soñado’.
En este pasaje podemos ver cómo el autor expresa su dificultad para poner en palabras lo que sus ojos contemplaron en ese momento; somos testigos de una nueva visión y un sueño que se fusionan en una expresión de conmoción e incredulidad que bordea los límites del lenguaje.

Foto 1: ‘La fusión de dos culturas’, mural de Jorge González Camarena, Castillo de Chapultepec (Click en la imagen para ampliar)

Sin embargo, no todo fue tan idílico como parece, pues luego de ese momento de asombro ocurrieron una serie de hechos que transformarían rápidamente el rostro de la ciudad. Otra guerra provocó una metamorfosis de la que aún hoy encontramos huellas. Los textos antiguos hablan de los episodios finales de las batallas y de la desolación del paisaje; los ecos de las últimas batallas aún resuenan en calles y plazas mientras presenciamos vívidamente la historia de la conquista escrita en 1528 por un autor anónimo de Tlatelolco…

Foto 13: El abrazo por Jorge González Camarena, Museo Soumaya, Ciudad de México (Click en la imagen para agrandar)

Lanzas rotas yacen en los caminos,
nos hemos rasgado los cabellos en nuestro dolor.
Las casas están ahora sin techo, y sus paredes
están rojos de sangre.
Los gusanos pululan en las calles y plazas,
y las paredes están salpicadas de sangre.
El agua se ha puesto roja, como si estuviera teñida,
y cuando lo bebemos,
tiene sabor a salmuera.
Nos hemos golpeado las manos con desesperación
contra las paredes de adobe,
porque nuestra heredad, nuestra ciudad, está perdida y muerta.
Los escudos de nuestros guerreros eran su defensa,
pero no pudieron salvarlo.

El texto nos traslada a un paisaje desolador que nos advierte contra cualquier tipo de idealización: es el rostro de la guerra manifestado en toda su desnudez, de la desolación atrapada en los muros ensangrentados, salpicados de sesos. Es una visión de impotencia e incertidumbre, de pérdida irreparable de la herencia. Estamos ante una existencia efímera y frágil frente a una soledad primordial…