Hipótesis de la retroalimentación facial (Definición + Ejemplos) –

Mostramos nuestras emociones a través de nuestras expresiones faciales. Sonreímos cuando estamos felices y fruncimos el ceño cuando estamos enojados. Esta es una de las formas en que comunicamos nuestros sentimientos a los demás. ¿Pero sabías que también podría funcionar al revés? Nuestras expresiones faciales pueden influir en nuestras emociones.

Ésta es la suposición principal de la hipótesis de la retroalimentación facial.

¿Cuál es la hipótesis de la retroalimentación facial?

La hipótesis de la retroalimentación facial sugiere que las contracciones de los músculos faciales comunican nuestros sentimientos no sólo a los demás sino también a nosotros mismos. En otras palabras, nuestros movimientos faciales influyen directamente en nuestro estado emocional y en nuestro estado de ánimo incluso si las circunstancias que nos rodean no cambian.

Se cree que todos los humanos comparten siete emociones básicas: felicidad, sorpresa, desprecio, disgusto, tristeza, ira y miedo. Cada una de estas emociones tiene expresiones faciales únicas asociadas. Las comisuras de los labios levantadas y las patas de gallo alrededor de los ojos significan alegría, mientras que los labios apretados y las cejas hacia abajo significan desprecio.

Pero las expresiones faciales son más que simples representaciones de nuestras emociones. Contribuyen y sostienen lo que sentimos.

Ejemplo de hipótesis de retroalimentación facial en funcionamiento

El mejor ejemplo de esta teoría es fácil de realizar. Ve al espejo y sonríe. ¡Sigue sonriendo… sigue sonriendo! Incluso si antes estabas de mal humor, es probable que te alegres y tal vez incluso empieces a reír. (¡Es mucho más divertido intentarlo que fruncir el ceño!)

¿Quién escribió por primera vez sobre la hipótesis de la retroalimentación facial?

Los orígenes de la hipótesis de la retroalimentación facial se remontan a la década de 1870, cuando Charles Darwin realizó uno de los primeros estudios sobre cómo reconocemos las emociones en los rostros. Darwin sugirió que las expresiones faciales de las emociones son innatas y universales en todas las culturas y sociedades. En su libro La expresión de las emociones en el hombre y los animales, argumentó que todos los humanos y animales muestran emociones a través de comportamientos similares.

Contribuciones de Paul Ekman a la hipótesis de la retroalimentación facial

Desde entonces, numerosos estudios han confirmado la idea de Darwin de que las expresiones faciales no se aprenden socialmente. Más bien, parecen ser de naturaleza biológica. En la década de 1950, el psicólogo estadounidense Paul Ekman realizó una extensa investigación sobre las expresiones faciales en diferentes culturas. Sus hallazgos estaban en consonancia con la idea de universalidad de Darwin. Incluso los miembros de las tribus más remotas y aisladas representaban emociones básicas utilizando los mismos movimientos faciales que nosotros.

Es más, expresar emociones a través de movimientos faciales no es diferente en las personas que nacieron ciegas. Aunque no pueden ver ni imitar a los demás, siguen utilizando las mismas expresiones faciales para proyectar sus emociones que las personas videntes.

Sin embargo, existen algunas excepciones.

Las personas con esquizofrenia y las personas en el espectro del autismo no sólo tienen dificultades para reconocer las expresiones no verbales de las emociones, sino también para producirlas por sí mismas. Por lo general, permanecen inexpresivos o tienen miradas difíciles de interpretar.

La teoría de la emoción de James-Lange

Una década después del estudio de Darwin, el padre de la psicología estadounidense William James y el fisiólogo danés Carl Lange propusieron una nueva teoría de la emoción que ha servido de base para la hipótesis de la retroalimentación facial. La teoría de la emoción de James-Lange implica que nuestras expresiones faciales y otros cambios fisiológicos crean nuestras emociones.

James ilustró esta afirmación con la historia de un hombre perseguido por un oso. Un hombre tiene la mala suerte de encontrarse con un oso en un bosque. Tiene miedo y, naturalmente, su corazón se acelera y está sudando mientras empieza a huir. Según el psicólogo, son precisamente estos cambios fisiológicos los que provocan el sentimiento de miedo en el hombre. En otras palabras, no huye del oso porque tenga miedo. Tiene miedo debido a su respuesta fisiológica al huir.

El experimento de dibujos animados de Fritz Strack

En 1988, el psicólogo alemán Fritz Strack y sus colegas llevaron a cabo un conocido experimento para demostrar la hipótesis de la retroalimentación facial. A los participantes en el experimento de Strack se les pidió que miraran dibujos animados y dijeran lo divertidos que pensaban que eran. Se les pidió que hicieran esto mientras sostenían un bolígrafo en la boca. Algunos participantes sostuvieron el bolígrafo con los labios, lo que hizo que la cara adoptara una expresión de ceño fruncido. Otros lo sujetaban con los dientes, forzándose a sonreír.

Los resultados de Strack estaban en línea con la hipótesis de la retroalimentación facial y desde entonces fueron confirmados por varios otros estudios. Los participantes que utilizaron un bolígrafo para imitar una sonrisa pensaron que los dibujos animados eran más divertidos que los que fruncían el ceño. Las emociones de los participantes estaban claramente influenciadas por sus expresiones faciales.

Características de la retroalimentación facial

El cerebro está programado para utilizar los músculos faciales de maneras específicas para reflejar las emociones. Cuando se contraen, los músculos faciales tiran de la piel, lo que nos permite producir innumerables expresiones que van desde fruncir el ceño hasta sonreír, levantar una ceja y guiñar un ojo. De hecho, somos capaces de realizar miles de expresiones faciales diferentes, cada una de las cuales dura entre 0,5 segundos (microexpresiones) y 4 segundos.

Pero las expresiones faciales también pueden indicar diversos grados de emociones. Cuando estamos ligeramente enojados, solo mostramos un ligero ceño y las cejas algo fruncidas. Si estamos furiosos, nuestra expresión se vuelve más distintiva. Además, podemos mostrar combinaciones de diferentes emociones a través de sutiles variaciones de nuestros movimientos faciales.

La hipótesis de la retroalimentación facial tiene el efecto más fuerte cuando se trata de modulación, es decir, intensificar nuestros sentimientos existentes en lugar de iniciar una emoción completamente nueva.

Modular también significa que si evitamos mostrar nuestras emociones usando nuestros músculos faciales, como consecuencia, experimentaremos una respuesta emocional más débil. No sentiremos las emociones con tanta fuerza como lo sentiríamos de otra manera. La falta de expresiones faciales o la inhibición de estas expresiones conducen a la supresión de nuestros estados emocionales.

Aplicaciones de la hipótesis de la retroalimentación facial

El fenómeno de la retroalimentación facial tiene varias aplicaciones posibles. Puede ayudarnos a ser más positivos, tener un mejor control de nuestras emociones y fortalecer nuestros sentimientos de empatía. Simplemente podemos utilizar la hipótesis de la retroalimentación facial para hacernos sentir mejor en situaciones que preferiríamos evitar. Si forzamos una sonrisa en lugar de fruncir el ceño ante un evento aburrido, por ejemplo, es posible que empecemos a disfrutar un poco más. Podemos utilizar el mismo ejercicio siempre que nos sintamos abrumados, impotentes o estresados.

Las investigaciones muestran que regular las emociones a través de la retroalimentación facial puede tener resultados positivos en áreas que van desde la psicoterapia hasta la educación infantil y las actuaciones de resistencia.