Formas expertas de ayudar a controlar las rabietas y controlar las crisis

Todos los padres han experimentado la vergüenza, la frustración y el agotamiento de la rabieta de un niño. No importa cuál sea el diagnóstico o la etapa de desarrollo, y les sucede tanto a los padres novatos como a los más experimentados. Inevitablemente, si tienes un hijo, te encontrarás tratando de controlar los arrebatos de comportamiento.

Si es padre de un niño con trastorno del espectro autista (TEA), tiene un superpoder parental adicional: gestionar las crisis. Es menos probable que puedas predecir qué causará estos colapsos conductuales y emocionales de un día a otro, de una situación a otra, de un entorno a otro. Puede ser necesario un súper padre con una bolsa de herramientas útiles, flexibilidad y un sexto sentido para saber cómo ayudar a su hijo en estos momentos.

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Manejo de las crisis, las rabietas y la agresión del autismo

Berrinches y crisis: ninguno de ellos es bonito, pero para muchos niños y familias son sucesos comunes que pueden resultar bastante estresantes. Es importante reconocer las diferencias entre caracterizar estos comportamientos. No son lo mismo ni deben abordarse de la misma manera.

¿Qué es una rabieta?

A Berrinche Generalmente ocurre cuando a un niño se le niega lo que quiere tener o hacer.

Los padres observan muchas rabietas durante los “terribles dos años”, cuando los niños pequeños comienzan a afirmar su independencia. De hecho, esta etapa de los “terribles dos” generalmente se experimenta entre uno y cuatro años porque lleva un tiempo desarrollar las habilidades motoras, de lenguaje y de resolución de problemas necesarias.

Los niños pequeños y en edad preescolar son propensos a tener rabietas desde el punto de vista del desarrollo porque carecen de habilidades refinadas en cualquier área para resolver las frustraciones por sí solos. Esto es porque:

  • Tienen un deseo emergente de volverse independientes, pero tienen habilidades motoras y cognitivas limitadas (planificación, organización, ejecución), lo que les hace imposible SER realmente independientes.
  • Tienen habilidades lingüísticas emergentes y en desarrollo que hacen que los deseos/necesidades de comunicación sean frustrantes.
  • La corteza prefrontal del cerebro aún no se ha desarrollado. Este es el centro del cerebro responsable de la regulación emocional y el comportamiento social, ¡por lo que no tienen la capacidad de regular!
  • Están desarrollando una comprensión de sus mundos y, a menudo, esto les produce ansiedad. Esta ansiedad y falta de control a menudo resulta en rabietas cuando todo se vuelve demasiado difícil de manejar.

Una característica distintiva de una rabieta es que el comportamiento generalmente persistir si el niño llama la atención por su comportamiento, pero lo hará disminuir cuando se ignora. Cuando los niños hacen rabietas, mantienen el control de su comportamiento y pueden ajustar el nivel de la rabieta en función de la retroalimentación recibida de los adultos que los rodean. Las rabietas se resolverán cuando el niño consiga lo que quiere o cuando se dé cuenta de que este arrebato no le permitirá salirse con la suya. Cuando los padres “ceden” a los berrinches, es más probable que los niños repitan el comportamiento la próxima vez que se les niegue lo que quieren o necesitan.

A medida que los niños crecen, desarrollan habilidades de autorregulación para gestionar las emociones asociadas con la ansiedad y la ira. Si los estallidos de rabieta persisten más allá de lo apropiado para el desarrollo, pueden surgir dificultades socioemocionales debido a respuestas desadaptativas a la ira y la ansiedad.

¿Qué es una crisis?

A fusión de un reactor Ocurre cuando el niño pierde el control sobre su comportamiento y sólo puede ser calmado por uno de los padres, o cuando llega al punto de agotamiento.

Las crisis son reacciones a sentirse abrumado y, a menudo, se observan como resultado de una sobreestimulación sensorial. Las rabietas pueden provocar crisis, por lo que puede ser difícil distinguir entre los dos arrebatos (y responder adecuadamente) si no estás en sintonía con las señales sensoriales de tu hijo.

Cuando una persona con autismo experimenta demasiada estimulación sensorial, el sistema nervioso central se ve abrumado y es incapaz de procesar toda la información. Es un fisiológico «atasco de tráfico» en el sistema nervioso central, y la sobreestimulación sensorial no es diferente a una respuesta desadaptativa a una actual embotellamiento. Todos hemos tenido la experiencia de conducir felizmente hasta nuestro destino, navegar por la autopista, cantar nuestra canción favorita, cuando, de repente, el tráfico se detiene en seco. Ahora, en lugar de navegar cómodamente (nuestra expectativa para la situación), estás parado rodeado de imponentes camiones grandes, gases de escape ofensivos, bocinas a todo volumen y un sol abrasador que se asoma por tus ventanas. A la ansiedad de la situación se le suman las sensaciones que estás experimentando y, de repente, la música de tu propio coche es demasiado para soportar (sobrecarga sensorial). Lo último que desea es quedarse atrapado en su automóvil en ese atasco: ¡quiere salir! Pero no puedes ir a ninguna parte… la respuesta típica en este punto es agitación y frustración. Tal vez apagues la radio, cierres los ojos y respires profundamente para calmarte (respuesta adaptativa). ¡O tal vez simplemente no puedes manejarlo y tienes un arrebato de ira al volante (respuesta desadaptativa)!

En momentos de ansiedad y estrés, las partes simpáticas de nuestro sistema nervioso autónomo producen hormonas cortisol y desencadenan una «respuesta de lucha o huida». Cuando las personas con autismo o disfunción del procesamiento sensorial experimentan sobreestimulación sensorial, no pueden regular las entradas sensoriales de su entorno y sus cuerpos perciben estas entradas como amenazas.

En los momentos de crisis, puede resultar difícil reconocer los comportamientos como respuestas fisiológicas y reacciones conductuales no controlables. Sin embargo, es necesario tener esto en cuenta, ya que un padre no puede esperar respuestas lógicas y racionales a situaciones sensoriales cuando el cuerpo del niño percibe esas situaciones como amenazantes.

Dadas las respuestas fisiológicas que ocurren durante una crisis versus las reacciones conductuales que ocurren durante una rabieta, las estrategias para manejar las crisis son muy diferentes a aquellas para manejar las rabietas.

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¿Cómo puedo controlar las rabietas?

Las estrategias para abordar las rabietas se centran en gran medida en el apoyo conductual y el desarrollo de habilidades. Hay una serie de recursos para padres que se centran en estrategias de manejo de rabietas, y la mayoría de ellos se centran en un enfoque triple:

1. Reconocer la motivación o el propósito de la conducta de rabieta

Reconocer la motivación o el propósito de la conducta de rabieta (llamar atención, obtener lo que el niño quiere/necesita, negación del deseo/necesidad o retraso en el acceso a lo que quiere/necesita).
Una vez que identifique POR QUÉ su hijo hace berrinches, podrá responder de manera más apropiada. Reconozca las necesidades de su hijo en el momento, sin ceder ante ellas.

2. Reforzar el comportamiento positivo

Observe a su hijo cuando ESTÁ respondiendo apropiadamente a pequeños problemas y felicítelo o recompénselo por su excelente comportamiento. Un abrazo, un choque de manos o un “¡Así se hace!” Todas son formas de evitar proactivamente esos ataques de rabieta enseñándole a su hijo que él/ella también tiene su atención en los momentos en que tiene éxito. Llamar la atención sobre lo que hace bien en este momento también ayudará al niño a aprovechar esos éxitos y a responder positivamente en el futuro.

3. Desarrollar las habilidades para el éxito

Sabemos que los niños que tienen rabietas frecuentemente tienen dificultades para controlar sus impulsos, resolver problemas, retrasar la gratificación, negociar, comunicar deseos y necesidades, saber qué es apropiado en determinadas situaciones y calmarse a sí mismos. Busque oportunidades para desarrollar estas habilidades con su hijo y ayudarlo a tener éxito. Sin embargo, es mejor trabajar en estas habilidades fuera de los momentos de rabieta.

Estrategias de crisis para niños con autismo

Seguro que has oído el dicho: «Cuando conoces a un niño con autismo, conoces a un niño con autismo». Debido a que cada niño con autismo responde a las situaciones de manera diferente, con diferentes habilidades, niveles de relación, comunicación y perfiles de procesamiento sensorial, es imposible tener una solución única para manejar las crisis. Los siguientes son algunos consejos y estrategias que han ayudado a otros padres, pero usted tendrá que considerarlos en términos de las necesidades individuales de su hijo:

1. Horarios visuales, historias sociales, listas de verificación y cronogramas de actividades o tareas.

A todos nos gustaría evitar por completo las crisis, pero eso no es posible. En cambio, a algunos padres les resulta útil implementar estrategias para minimizar el estrés y la ansiedad de la vida diaria que pueden contribuir a una crisis. Los cronogramas visuales, las historias sociales, las listas de verificación y los cronogramas de actividades o tareas serán útiles para comunicarle a su hijo lo que está planeado y cuáles serán las expectativas. Si está planeando una salida al centro comercial o al supermercado, una búsqueda en línea puede mostrar fotos reales (y en algunos casos recorridos en video) de la tienda. Las historias sociales que guían al niño a través del plan, de principio a fin, ofrecerán previsibilidad y una sensación de control que puede reducir la ansiedad. Con el tiempo, incorporar una “sorpresa” o un “signo de interrogación” a los horarios visuales ayudará a moldear las respuestas conductuales a cambios inesperados en las rutinas o salidas que a menudo son estresantes.

2. Actividades de dieta sensorial de rutina

Las actividades dietéticas sensoriales de rutina son importantes para apoyar la regulación a lo largo del día. A algunos padres les resulta útil programar “tiempos de tranquilidad” para sus hijos, a fin de permitirles un tiempo de inactividad de manera proactiva antes de que la actividad del día sea demasiado. ¡Esta es una consideración importante cuando en el futuro de su hijo se encuentra un viaje a un centro comercial concurrido y ruidoso! Debido a que las crisis sensoriales son el resultado de eventos, actividades o estímulos sensoriales que finalmente culminan en una sobreestimulación, permitir un tiempo de tranquilidad antes de la salida a la comunidad puede mejorar la tolerancia o umbral de su hijo cuando llega el momento de ir de compras.

3. Conozca los signos de angustia de su hijo

Otra estrategia clave es conocer las señales de angustia de su hijo. ¿El niño se tapa las orejas con las manos? ¿Salir de la habitación? Di: «¡Vete ahora!» ¡o vete!» ¿O nota un aumento en las conductas de autoestimulación (mecerse, tararear, agitar las manos, conducta autolesiva)? Estos signos de angustia pueden ser indicadores de que su hijo se está sobreestimulando rápidamente y necesita su ayuda para regularse antes de llegar al punto de colapso. Dependiendo de las habilidades verbales de su hijo y de cómo él/ella accede a esas habilidades lingüísticas durante una crisis, un tablero de comunicación de baja tecnología puede ayudar al niño a decirle los conceptos básicos de sus necesidades que pueden ayudarle a salir de una situación o poner fin a una situación. estrategia antes de que la sobreestimulación alcance un nivel crítico. Para otros niños, una señal predeterminada y mutuamente entendida (gesto con la mano, palabra de advertencia) será suficiente para comunicar una sobrecarga sensorial.

4. Busque un espacio tranquilo y seguro

En esos momentos de crisis, busque un espacio tranquilo y seguro. Esto puede significar abandonar el lugar que está provocando la sobreestimulación (centro comercial, supermercado, etc.). Permitirle a su hijo un espacio seguro para calmarse también significará cambiar la cantidad de información sensorial expuesta. Mantenga la calma, limite el lenguaje verbal que utiliza y ofrezca presión táctil profunda para ayudar a su hijo a calmarse. En el caso de que su hijo tienda a salir corriendo o no sea seguro para sí mismo o para los demás, es posible que deba sujetarlo por seguridad. En un entorno público, es posible que los espectadores no comprendan su situación y no reaccionen de manera útil ante el colapso de su hijo. «Fusión de un reactor…