En 1623, William Shakespeare escribió: “un hombre en su tiempo juega muchos papeles, siendo sus actos siete edades”, del grito infantil a la finalidad del olvido.
Trescientos años más tarde, el psicólogo Erik Erikson ofreció una versión más moderna y menos sesgada sexualmente (la igualdad era un tema muy importante en la Inglaterra Tudor) de la transformación psicológica.
En Infancia y SociedadErikson (1950) examinó y mapeó el desarrollo personal de los humanos a lo largo de su vida.
Erikson, psicoanalista y profesor de Harvard, produjo lo que se convertiría en la teoría del desarrollo humano más popular e influyente de la psicología. Su modelo, que incluye ocho etapas de crecimiento psicosocial, reemplazó la controvertida teoría de Freud centrada en el desarrollo psicosexual.
Quizás lo más importante es que cada etapa, influenciada por factores biológicos, psicológicos y sociales, fue secuencial, desde el nacimiento hasta la infancia, desde la niñez hasta la edad adulta, desde la mediana edad hasta, finalmente, la vejez.
Y, a diferencia de otras teorías, la transformación de la personalidad no terminó con la adolescencia sino que, surgiendo del conflicto, continuó hasta la finalidad.
Este artículo explora las ocho etapas que conforman la teoría del desarrollo de Erikson antes de discutir las críticas posteriores y nuestros propios recursos para apoyar el crecimiento y desarrollar fortalezas.
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Etapas del desarrollo psicosocial
Erik Erikson (1958, 1963) teoría del desarrollo psicosocial propone que nuestra personalidad se desarrolla a través de ocho etapas, desde la infancia hasta la vejez.
Argumentó que la experiencia social era valiosa a lo largo de la vida, con cada etapa reconocible por el conflicto específico que encontramos entre nuestras necesidades psicológicas y el entorno social que nos rodea.
Para convertirnos en miembros de la sociedad plenamente funcionales y confiados, debemos completar con éxito cada etapa y resolver dos estados en conflicto; por ejemplo, los de confianza versus desconfianza y autonomía versus verguenza.
Cuando tenemos éxito, adquirimos virtudes humanas básicas y una personalidad sana; nos adaptamos bien y nos preparamos mejor para los desafíos posteriores en la vida.
El fracaso, por otro lado, conduce a la dificultad de navegar por nuestro futuro y a un profundo impacto en nuestro sentido del yo, nuestra personalidad. Nos quedamos sintiéndonos inadecuados.
El siguiente diagrama representa las ocho etapas psicológicas de Erikson y las tensiones más relevantes en etapas particulares de la vida (modificado de Syed & McLean, 2018).
Tenga en cuenta que los rangos de edad a continuación son indicativos de las etapas descritas por Erikson y varían a lo largo de la literatura.
Nivel 1: Confianza Versus Desconfianza
En la primera etapa del modelo psicosocial de Erikson, la infancia es crucial para nuestro desarrollo psicosocial.
Durante nuestros primeros 18 meses, no estamos seguros del mundo en el que nos encontramos y debemos desarrollar una confianza básica.
Después de todo, dependemos por completo de la calidez, el amor, la estabilidad y el cuidado de nuestros cuidadores. Si es confiable y predecible, ganamos confianza, una sensación de seguridad y una sensación de seguridad en el mundo (Syed & McLean, 2018).
Si la atención es inconsistente y poco confiable, la confianza fallará. Por ejemplo, cuando los cuidadores nos rechazan, no satisfacen nuestras necesidades o se distancian emocionalmente, podemos concluir que no podemos confiar en los adultos.
El fracaso en la etapa uno da como resultado el desarrollo de miedo, desconfianza, sospecha, ansiedad y, en última instancia, la creencia de que el mundo es impredecible. Podemos volvernos ansiosos, creyendo que no tenemos control ni influencia sobre nuestro entorno.
Un buen equilibrio entre la confianza y la desconfianza significa que permanecemos abiertos a la experiencia y, sin embargo, conscientes del peligro potencial. Después de todo, es poco probable y desaconsejable que un niño se vuelva completamente confiado o completamente falto de confianza.
El éxito dentro de la etapa uno conduce a la virtud de la esperanza: la sensación de que, independientemente de la crisis que enfrentemos, habrá alguien cerca para brindar apoyo y ayuda.
Etapa 2: Autonomía Versus Verguenza y Duda
La etapa dos se enfoca en NIñez temprana – 18 meses a tres años: cuando estamos ganando independencia y una mayor percepción de control sobre nuestras habilidades físicas (Erikson, 1958, 1963).
Aunque en una etapa temprana del desarrollo, comenzamos a desarrollar un mayor sentido de control personal y adquirimos sentimientos de independencia.
Por lo general, alrededor de esta época, los padres, maestros y cuidadores comienzan a darles a los niños cierto grado de elección, permitiéndoles realizar acciones por su cuenta. Por lo tanto, nos volvemos cada vez más móviles y nos desarrollamos físicamente, afirmando nuestra independencia, vistiéndonos y jugando con otros niños y juguetes.
Según Erikson, el entrenamiento para ir al baño es crucial para aprender el control físico y, en última instancia, el desarrollo de la autonomía.
El éxito sobre las funciones corporales y tomar el control de elecciones simples conduce a una sensación de poder personal, sentimientos de autonomía, mayor independencia y una mayor sensación de poder sobrevivir en el mundo.
Durante la etapa dos, los padres deben esperar y alentar a su hijo a explorar los límites, ampliándolos suavemente y evitando las críticas cuando fallan. El sentimiento de seguridad y confianza resultante es crucial para nuestro progreso en etapas posteriores y conduce a la virtud de la voluntad.
Sin embargo, si somos demasiado criticados y controlados, o si se nos impide afirmarnos, podemos sentirnos incapaces de sobrevivir, faltos de autoestima y excesivamente dependientes de los demás. De hecho, sentir una sensación de verguenza sobre los accidentes del inodoro pueden afectar nuestro sentido de control personal y aumentar los niveles de duda.
Un equilibrio adecuado entre vergüenza, duda y autonomía es esencial a la virtud de voluntad – el niño cree que puede actuar con intención, en lugar de experimentar una sensación de insuficiencia y duda.
Etapa 3: Iniciativa Versus Culpa
La tercera etapa del desarrollo psicosocial de Erikson ocurre durante el preescolar, entre las edades de tres y cinco años.
En este punto de nuestro desarrollo psicosocial, cuando se produce un conflicto entre iniciativa y culpa – aprendemos a afirmarnos y, por lo general, comenzamos a dirigir el juego y las interacciones sociales.
Para nuestros padres, nuestro comportamiento puede parecer vigoroso, demasiado asertivo o incluso agresivo y, sin embargo, estamos explorando nuestras habilidades interpersonales.
Si estamos demasiado restringidos de tal exploración, ya sea por el control de los padres o por el aumento de las críticas, podemos desarrollar un sentimiento de culpa. Del mismo modo, si bien el cuestionamiento constante en esta etapa puede ser agotador a veces, si los cuidadores lo restringen, podemos vernos a nosotros mismos como una molestia, inhibiendo nuestras interacciones con los demás.
Y, sin embargo, si tenemos éxito en la etapa tres, aprendemos a sentirnos capaces, seguros y capaces de usar nuestra iniciativa.
Si fallamos, es posible que suframos culpabilidad y dudas sobre nosotros mismos y seamos menos propensos a liderar.
El éxito en la etapa tres es vital para construir la virtud del propósito en oposición a los sentimientos de culpa. Sin embargo, un equilibrio entre la iniciativa y la culpa sigue siendo clave para desarrollar una mentalidad sana.
Etapa 4: Industria Versus Inferioridad
En la etapa cuatro de la teoría psicosocial de Erikson, de 5 a 12 años, estamos inmersos en un mundo de educación, aprendiendo a leer, escribir y resolver acertijos matemáticos (Erikson, 1958, 1963).
Los docentes juegan un papel fundamental en nuestro continuo crecimiento dentro de esta etapa. Al mismo tiempo, los grupos de pares y las interacciones sociales son cada vez más relevantes en el desarrollo de nuestra autoestima, y surgen sentimientos de orgullo a medida que realizamos o completamos tareas con éxito.
De hecho, obtener la aprobación es un factor motivador, y pronto aprendemos a asociarlo con mostrar competencias específicas valoradas por nuestros compañeros y adultos.
A lo largo de estos años, las exigencias sobre nosotros aumentan considerablemente; se vuelve esencial para nosotros aprender a manejar las muchas expectativas sociales y académicas (Syed & McLean, 2018).
Si tiene éxito, el desarrollo conduce a la virtud de la competencia, mientras que el fracaso puede resultar en un sentido de inferioridad, donde nos sentimos incapaces de realizar habilidades específicas.
El equilibrio en la etapa cuatro conduce a una sensación de logro y competencia, y comenzamos a creer en nuestra capacidad para manejar situaciones nuevas y existentes.
De hecho, aprender a fallar puede ser un elemento crucial en nuestra maduración, lo que lleva al desarrollo de la modestia, mientras que el éxito satisface nuestra necesidad psicológica básica de sentimientos de competencia (Ryan & Deci, 2018).
Etapa 5: Identidad Versus Confusión de roles
Los años de la adolescencia pueden ser desalentadores, tanto para los adolescentes como para los padres.
Las nuevas oportunidades, experiencias y cambios en el cuerpo y la mente en la etapa cinco son cruciales para nuestro sentido de quiénes somos y tienen una influencia considerable en nuestra edad adulta.
Estos años formativos, de 12 a 18 años, brindan una exploración valiosa y profunda de creencias, metas y valores mientras buscan una identidad personal y un sentido de sí mismos.
La transición entre la niñez y la edad adulta es crucial. Nos volvemos cada vez más independientes y comenzamos a considerar carreras, familia, amigos y nuestro lugar en la sociedad.
Según Erikson (1963), existe la quinta etapa del desarrollo psicosocial “entre la moral aprendida por el niño y la ética a desarrollar por el adulto.”
Como tal, es vital que los adultos jóvenes aprendan los roles que podemos adoptar una vez maduros, incluso sexualmente, a medida que se transforma nuestra imagen corporal.
El éxito conduce a la creencia de que nos mantenemos fieles a quienes somos, expresado en virtud de fidelidad. Erikson afirma que crecemos en nuestros cuerpos y comenzamos a formar nuestra identidad como resultado de nuestras exploraciones en curso. Y, con el estímulo y el refuerzo adecuados, avanzamos hacia una mayor independencia y un mayor sentido de control y de uno mismo (Marcia, 2010).
De lo contrario, nuestra incapacidad para crear un sentido de identidad dentro de la sociedad («¿Quién soy? No sé lo que quiero hacer cuando sea mayor.”) resulta en confusión y un pobre sentido de sí mismo. Este fracaso solo puede conducir a la inseguridad y la inseguridad de nosotros mismos, nuestro futuro y dónde encajamos.
El éxito en la etapa cinco, según Erikson, conduce a fidelidad – alineación con los estándares y expectativas del grupo social al que pertenecemos. Después de todo, nuestro sentido consciente del yo resulta de esta interacción social y es crucial en nuestro equilibrio entre la identidad y la confusión.
Por último identidad nos proporciona nuestro sentido integrado del yo, evitando la crisis de identidad, que durará toda nuestra vida, guiando cómo nos comportamos y lo que creemos.
Etapa 6: Intimidad Versus Aislamiento
Como adultos jóvenes, estamos motivados para explorar las relaciones personales y nuestro deseo de formar relaciones íntimas.
En la sexta etapa de la teoría del desarrollo psicosocial de Erikson, edad adulta tiene lugar entre los 18 y los 40 años. Durante este tiempo, pueden surgir conflictos importantes cuando intentamos formar compromisos a más largo plazo fuera de nuestra familia, con diversos grados de éxito.
Y, sin embargo, los resultados positivos dan como resultado relaciones saludables y felices que son seguras y duraderas, desarrollando la virtud de amor. La opinión de Erikson (1963) es que la capacidad de amar marca el éxito final de la etapa seis, cuando las relaciones son significativas y duraderas.
El fracaso, ya sea fuera o dentro de nuestro control, para formar vínculos apropiados o evitar la intimidad puede resultar en soledad, una sensación de aislamiento y depresión.
Aquellos con un pobre sentido de sí mismos suelen estar emocionalmente aislados y menos…