Estados de ánimo: definición, tipos y causas
¿Los estados de ánimo son lo mismo que las emociones o son algo más? ¿De dónde provienen nuestros estados de ánimo y por qué cambian? Lee este artículo para conocer los detalles científicos que sustentan los estados de ánimo.
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“¿Qué te apetece?” “Pon algo de música para crear el ambiente”. “Hoy está de mal humor, creo que deberías esperar para preguntarle sobre eso”. Tenemos muchas formas de usar la palabra “estado de ánimo”, todas ellas reflejando la atmósfera emocional de una persona o una situación. Con nuestras emociones en constante cambio y nuestras vidas ocupadas, gastamos una tonelada de energía tratando de “lograr el estado de ánimo adecuado”. Pero, ¿qué son exactamente los estados de ánimo y por qué los tenemos?
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¿Qué son los estados de ánimo? (Una definición)
Los estados de ánimo tienen dos características principales: si son positivos (agradables) o negativos (desagradables) y cuán intensos son (Watson y Clark, 1997). En este sentido, son muy parecidos a las emociones. Cuando dices que estás de un humor relajado, por ejemplo, probablemente te sientas positivo, pero de una manera leve. Por el contrario, cuando estás de un humor enfadado, es probable que las cosas te resulten intensamente desagradables.
Normalmente somos conscientes, hasta cierto punto, de la naturaleza de nuestro estado de ánimo, aunque no podamos cambiarlo ni controlarlo (Watson y Clark, 1997). Probablemente, a menudo podamos percibir cuándo estamos de buen o mal humor. Una de las cosas que distingue a los estados de ánimo de las emociones (más sobre esto a continuación) es que los estados de ánimo son más duraderos; una de las cosas más frustrantes de los estados de ánimo es que el simple hecho de tomar conciencia de los nuestros no es suficiente para ayudarnos a cambiarlos.
Una vez que te encuentras en un estado de ánimo determinado, es probable que continúe así durante algún tiempo, aunque parezca que no está relacionado con nada de tu entorno actual (Russell, 2003). A veces, los estados de ánimo parecen estar relacionados con objetos o experiencias particulares de tu entorno y, en otras ocasiones, simplemente lo están (Siemer, 2005).
¿Cómo llegamos a diferentes estados de ánimo?
Los científicos creen que los estados de ánimo se crean a partir de las experiencias que tenemos, especialmente las que ocurren muy cerca una de otra en el tiempo (Nettle y Bateson, 2012). Por ejemplo, una mañana llena de inconvenientes (un accidente de tráfico que provocó problemas de tráfico, una larga espera en el consultorio del médico y, luego, una fecha límite de entrega en el trabajo que se adelantó) podría ponerte en un estado de ansiedad. Si alguna vez tuviste una mañana así, tu respuesta fue en realidad adaptativa: reaccionaste a un entorno lleno de amenazas inesperadas poniendo tu sistema en alerta máxima para poder responder mejor a la siguiente amenaza.
Los psicólogos creen que es importante estudiar los estados de ánimo, no solo porque son una parte muy importante de la experiencia humana vivida, sino también porque afectan la forma en que percibimos y respondemos al mundo (Nettle y Bateson, 2012). Podríamos llamarlo pensamiento emocional: un fenómeno en el que nuestros sentimientos dan forma a las posibilidades mismas de nuestros pensamientos.
Como terapeuta, veo que esto sucede con frecuencia. A veces, un cliente viene a terapia demasiado alterado por su día como para manejar una conversación sobre temas difíciles; puede que le resulte demasiado difícil quedarse estancado en patrones de pensamiento negativos, y no quiero que salga de la sesión en ese punto. A menudo, las parejas intentan tener conversaciones difíciles cuando están de mal humor; después de todo, es cuando sus quejas sobre la relación son lo primero que les viene a la mente. Sin embargo, su estado de ánimo hará que les resulte difícil escuchar bien, parafrasear y empatizar con su pareja. Por eso, generalmente animo a las parejas a que se tomen un «descanso» en las conversaciones difíciles cuando el estado de ánimo no es el adecuado y vuelvan al tema más tarde.
Causas de los cambios de humor
Para un pequeño número de personas, los cambios de humor son algo habitual, y para el resto de nosotros, ocurren al menos de vez en cuando (Broome et al., 2015). Las personas que experimentan cambios de humor con regularidad tienen más probabilidades de sufrir trastornos psiquiátricos como depresión, ansiedad, trastorno de estrés postraumático, trastorno bipolar y trastorno límite de la personalidad (Broome et al., 2015).
En el caso de las personas con trastornos psiquiátricos, es probable que sus cambios de humor se deban en parte a su genética y a sus experiencias clave de desarrollo (pensemos en la naturaleza y la crianza) (Broome et al., 2015). Estas personas pueden ser más neurotistas, pero es más probable que entren en estados de ánimo de ansiedad y depresión, en particular en respuesta al estrés (Andrews, 1996). Pero todos estamos en cierta medida a merced de nuestro entorno, y un evento muy resonante a nivel emocional, ya sea perder la billetera o conseguir un ascenso, puede hacer que nuestro estado de ánimo cambie.
Tipos de estados de ánimo
- Estado de ánimo ligeramente desagradable: Esto incluye estados de aburrimiento o irritación. Puedes pensar en el aburrimiento como la ausencia desagradable de actividades interesantes y en la irritación como un estado de ánimo en el que tu entorno te resulta repetidamente, pero levemente, desagradable.
- Estado de ánimo muy desagradable: Esto incluye estados de ansiedad y depresión. En este contexto, tus sentimientos influyen más poderosamente en tus pensamientos y puede resultar muy difícil tener una actitud positiva respecto de tu experiencia del mundo.
- Estado de ánimo ligeramente agradable: El mejor ejemplo de ello es probablemente la sensación de relajación. Las personas relajadas no están muy motivadas para hacer nada, pero se sienten bien.
- Estado de ánimo muy agradable: La felicidad, la satisfacción y la alegría son ejemplos de estados de ánimo intensamente agradables. No solo te sientes muy bien, sino que probablemente estés más motivado para hacer cosas que mantengan o amplifiquen esos sentimientos.
Puede resultar útil para mejorar su capacidad de responder hábilmente a sus estados de ánimo pensar en lo que cada tipo de estado de ánimo le anima a hacer. Los estados de ánimo son estados temporales, aunque no tan breves como las emociones puras, que dan forma a nuestra capacidad de responder a nuestro entorno (Siemer, 2005). Así que pensemos en qué nos motiva a hacer el afecto central de cada estado de ánimo (Carver, 2001).
Nuestros estados de ánimo, al igual que nuestras emociones, nos adaptan a nuestro entorno de maneras específicas. Un estado de ánimo positivo o agradable nos hace más propensos a prestar atención a las cosas gratificantes de nuestro entorno, mientras que un estado de ánimo negativo o desagradable nos hace más fáciles de notar las cosas que son amenazantes o punitivas (Carver, 2001). Por ejemplo, mi experiencia en el patio de comidas de un centro comercial varía según mi estado de ánimo. En un estado de ánimo positivo, puedo deambular por todo el espacio, absorbiendo los olores y saboreando mentalmente todas mis opciones. En un estado de ánimo negativo, puedo, en cambio, notar lo largas que son las colas y dirigirme de mal humor directamente a la más corta.
Estado de ánimo vs. afecto
Las distinciones clave entre el estado de ánimo y el afecto (el término técnico que utilizan los psicólogos para referirse a lo que estás sintiendo ahora mismo, en este momento) son el tiempo y el contexto. Tu afecto es el resultado de las experiencias más recientes que has tenido; es un resultado directo de lo que sucede en tu entorno inmediato.
Por el contrario, los estados de ánimo se construyen a partir de múltiples experiencias a lo largo del tiempo; no están necesariamente relacionados con lo que sucede a nuestro alrededor (Mendl et al., 2010). De hecho, una característica definitoria de un estado de ánimo es que continúa de una situación a la siguiente. Mientras tanto, nuestro afecto cambiará a medida que interactuemos con nuevas cosas en nuestro entorno.
Estado de ánimo vs. emoción
Vamos a concretarlo con un ejemplo. Cuando tu amigo cancela tus planes para cenar, es posible que pienses: “Sabía que en realidad no querían verme”. Este pensamiento probablemente te lleve a una emoción de ansiedad, tristeza o enojo. Solo cuando esa emoción se extiende al resto de la velada (cuando te encuentras enojado con tu mascota o frustrado por cosas que normalmente no te molestan) la emoción se convierte en un estado de ánimo.
Trastornos del estado de ánimo y de la personalidad
¿Qué tiene esto que ver con los estados de ánimo?
Las personas con trastornos de la personalidad pueden tener estados de ánimo más inestables que otras personas porque no son capaces de adaptarse a sus entornos con la misma eficacia (Links et al., 2003). Por ejemplo, las personas con trastorno límite de la personalidad suelen buscar ayuda en fuentes externas para regular sus emociones. Dado que sus entornos cambian constantemente, les resulta difícil mantenerse regulados y experimentan mucha inestabilidad anímica (Nica y Links, 2009).
La situación es diferente para las personas que padecen lo que se denomina “trastornos del estado de ánimo”, es decir, ansiedad, depresión y trastorno bipolar. Se trata de personas que experimentan cambios de humor que resultan muy angustiantes y desafiantes, pero no a causa de su personalidad (Patel et al., 2015).
Estabilizadores del estado de ánimo
Los estabilizadores del estado de ánimo son medicamentos psiquiátricos que regulan el estado de ánimo. Estos medicamentos pueden mejorar los estados de ánimo depresivos y atenuar los estados de ánimo maníacos o muy enérgicos y positivos (Bauer y Mitchner, 2004). El ejemplo más conocido es el litio, que se utiliza para tratar el trastorno bipolar. Hay pocos medicamentos que traten tanto los estados de ánimo maníacos como los depresivos, pero hay muchos otros medicamentos que, aunque no sean estrictamente “estabilizadores del estado de ánimo”, son eficaces para reducir la intensidad y la duración de los estados de ánimo depresivos.