El uso de hormonas de crecimiento puede mejorar las deficiencias sociales del autismo

Un interesante estudio piloto, realizado por la Escuela de Medicina Icahn en Mount Sinai, sugiere que el uso de hormonas de crecimiento puede mejorar significativamente las deficiencias sociales asociadas con el autismo. Los investigadores sostienen que ciertos factores de crecimiento similares a la insulina (como el IGF-1) pueden ser la razón. Para respaldar su teoría, el estudio establece una correlación entre el síndrome de Phelan McDermid (PMD), causado por la eliminación del gen SHANK en el cromosoma 22, y el autismo. Por cierto, la mayoría de las personas con síndrome premenstrual también son víctimas del autismo, lo que refuerza esta hipótesis.

Últimamente, este particular gen SHANK, junto con su primo PTEN, ha sido objeto de numerosos estudios debido a su importancia en el funcionamiento de las sinapsis del cerebro. Además, la maduración sináptica y la plasticidad de las células nerviosas pueden preservarse mediante el consumo de la hormona de crecimiento IGF-1, que está disponible comercialmente y también está aprobada por la Administración de Alimentos y Medicamentos.

Este estudio, realizado por Mount Sinai, es el primero que intenta establecer el hecho de que las hormonas de crecimiento como el IGF-1 son seguras y tolerables para los niños con autismo. Además, el equipo de investigación sostiene que estas hormonas mejoran el comportamiento de los niños al permitirles prestar más atención a los objetos que los rodean y también apegarse más a ellos.

Nueve niños con autismo y síndrome disfórico premenstrual, entre 5 y 15 años de edad, participaron en esta investigación para encontrar la utilidad del IGF-1. Para realizar los ensayos con pacientes, los investigadores utilizaron dos fases de tratamiento en casos aleatorios: una con fármacos placebo y la segunda con hormonas de crecimiento. El análisis sugirió de manera concluyente que este último es significativamente más potente para mejorar los síntomas del autismo relacionados con las discapacidades sociales.

Otra investigación correlacionada que involucró el gen SHANK3 indicó que la hormona del crecimiento puede ayudar a revertir la plasticidad sináptica, es decir, la capacidad de las sinapsis para fortalecerse o debilitarse con el tiempo. Estos dos estudios ahora pueden proporcionar la base para desarrollar nuevos tratamientos para el autismo al establecer un punto de referencia para los estudios en curso en este nicho.

Joseph Buxbaum, director del Seaver Autism Center, afirmó que “Este ensayo clínico es parte de un cambio de paradigma para desarrollando dirigido, modificador de la enfermedad medicamentos específicamente para tratar los síntomas principales del TEA”.

En conclusión, los investigadores ahora tienen un caso médico real para iniciar nuevos estudios que les ayudarían a comprender mejor las opciones para tratar (o al menos mejorar) los desafíos sociales asociados con el autismo.