El mundo no se está desacelerando

Nuestro dulce Shaz

no queria perderte

Dijiste «No elegiste-

Así es como llegó tu karma”

El día que murió mi cuñada Sharon fue un día típico de mediados de marzo en Boston. Estaba brillante y soleado, y había montones de nieve derritiéndose y charcos por todas partes. Aunque todavía hacía frío, el sol se acercaba al equinoccio y la promesa de la primavera flotaba en el aire.

Sharon estaba al final de su batalla de un año contra el cáncer de ovario. Ella había estado inconsciente durante un par de días y sabíamos que pronto estaría libre.

El 19 de marzo de 2001, mi hermano y yo sabíamos que éste podría ser nuestro último viaje a la unidad de cuidados paliativos del Brigham and Women’s Hospital. Aunque Sharon todavía aguantaba, ahora estaba a caballo entre dos mundos.

La enfermera de Sharon nos recibió justo afuera de su habitación y nos dijo que su cuerpo casi había terminado de apagarse. La echamos un vistazo. Ahora solo tenía una vía intravenosa colocada en lugar de tubos por todas partes. Sólo medidas de comodidad. Su pecho apenas se movía bajo su bata de hospital.

Cada uno de nosotros tomó asiento a cada lado de Sharon y le tomamos las manos.

«Está bien dejar ir a Shaz», le susurré al oído mientras le limpiaba la cara suavemente con una toallita. “Estaremos bien. No te preocupes.»

Fue absolutamente sorprendente para nosotros que ella todavía se aferrara a la vida. Cuando compartimos nuestra observación con la enfermera, ella respondió que algunos moribundos prefieren escabullirse en privado. Incluso en su estado aparentemente de desconocimiento, dudan en hacer la transición con sus seres queridos presentes por temor a aumentar su angustia.

Sí, eso sonó como Shaz. Recibimos el mensaje.

“Vamos a tomar una taza de café”, dijo mi hermano.

La enfermera asintió y le dio unas suaves palmaditas en el brazo.

“Vamos”, dijo.

Cuando llegamos a Dunkies, mi hermano se volvió hacia mí. «Sabes que probablemente se habrá ido cuando regresemos, ¿verdad?»

«Lo sé.» Mi acuerdo con su decisión fue inherente a mis palabras y mi conducta.

Nos sentamos en su auto, fumando cigarrillos y tomando café. Teníamos la banda sonora de “Me, Myself, and Irene”. El último verso de “El mundo no se está desacelerando” se ha quedado conmigo como…