Voy a ser sincero contigo, me alegro de no ser una mujer.
No podría sobrevivir en la sociedad actual; no sé cómo les va a las mujeres modernas.
Hubo un tiempo en el que lo único que se requería de las mujeres era saber freír tocino y sacar a los niños pequeños con la boca descarada.
Hoy no.
Hoy en día, para ser una mujer con tarjeta, será mejor que puedas lograr mucho más que tu abuela.
Para empezar, debes tener abdominales como una tabla de lavar, una carrera floreciente, un marido de las páginas de la revista Men’s Fitness, niños vestidos con seersucker, sin mencionar al menos un bolso caro.
Y si eso no le provoca un ataque de nervios, el hogar de la mujer moderna debe ser impresionante. Su guardarropa: lindo, pero atrevido. Su hija debe tocar el piano. Su hijo debe competir en béisbol, fútbol americano, baloncesto, fútbol, atletismo, lacrosse, polo, tiro al plato y hablar español con fluidez.
¿Tuve suficiente? Sólo estoy empezando. La sociedad también exige que las mujeres sean cocineras gourmet y preparen de todo, desde Sloppy Joes hasta blanquette de veau.
Y hablemos de tamaño: la mujer de hoy recibe instrucciones de mantener el peso ágil de una modelo de ropa interior norcoreana desnutrida, con abdominales como una tabla de lavar.
¿Te sudan las palmas de las manos? Los míos lo son.
¿Sabes lo que deseo? Ojalá permitiéramos a las mujeres ser ellas mismas por el amor de Dios: curvas griegas y todo. Ojalá los trajes de baño de mujer no estuvieran hechos de hilo dental; que los jóvenes de diecinueve años no dictaban la moda. Ojalá las mujeres de todas las formas amaran sus cuerpos.
Ojalá enseñáramos confianza a las niñas y enseñáramos a los niños a ayudarlos a encontrarla.
Ojalá las mujeres tomaran más vacaciones en un spa y menos días de enfermedad. Ojalá las mujeres consideraran las canas y las arrugas como trofeos en lugar de cosas que cubrir. Desearía que el tamaño de la cintura no se midiera en números: ese grosor era la nueva delgadez. Ojalá las mujeres estuvieran orgullosas de ser redondas, firmes, carnívoras y con sonrisas reales, en lugar de lo que la sociedad dice que deberían ser.
Y una última cosa.
Al diablo con los abdominales tipo tabla de lavar.
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Autor: Sean Dietrich
Editora: Sarah Kolkka
Imagen: Matthew G/Flickr