El dilema de ser acusado falsamente y cómo lidiar con eso

Asistiendo a la escuela católica en Brooklyn, me sentí amada por la monja católica que era mi maestra de segundo grado. Pero una fría mañana eso cambió de repente.

Estábamos haciendo fila para entrar al salón de clases cuando la monja de repente se me acercó gritando: “¡Escupe el chicle!”. Siendo un niño católico obediente, nunca consideraría hacer alarde de la regla de no chicle, así que me sorprendió la acusación. Defendiéndome, respondí: “¡No estoy mascando chicle!”.

Confiaba en que mi protesta aclararía las cosas. Pero mi inocencia se hizo añicos de nuevo: “Tú son chicle”, insistió la monja. «¡No mientas!» ¡Ay! Podía sentir mi estómago revuelto y una horrible sensación de hundimiento al ser asaltado por una segunda acusación. ¿Me atrevo a protestar de nuevo?

Algo en mí confiaba en que si seguía diciendo la verdad, la justicia prevalecería. Reuniendo algo de valor tímido, murmuré: «Pero no estoy mintiendo… ¡mira!» Abrí la boca para que ella pudiera presenciar la falta de pruebas. El golpe final a mi dignidad e inocencia descendió cuando ella respondió con frialdad: «Eso es porque te lo tragaste».

¡Ay! Nada de lo que pudiera decir o hacer la desengañaría de su percepción. Estaba en una prisión emocional sin tarjeta de «salir de la cárcel libre». Me sentí impotente, indefenso: un personaje triste en una pesadilla al estilo de Kafka. Exasperado y dolido, mi relación con ella nunca volvió a ser la misma.

Mirando hacia atrás, veo este episodio como una iniciación a la vida real, donde a menudo no somos vistos como realmente somos. Ser condenado como culpable evocaba la vergüenza de ser acusado falsamente, irrespetado y malo. En términos psicológicos, reconozco este incidente como una lesión de apego temprana, un trauma relacional que, si no se repara, tiende a trasladarse a nuestras vidas y relaciones adultas.

Si puede identificarse con mi experiencia, sepa que no está solo. El primer paso para sanar la vieja vergüenza y el trauma del apego es reconocerlo. No hay nada vergonzoso en reconocer las múltiples formas en que hemos sido lastimados en nuestras vidas y darnos cuenta de cómo ha afectado nuestro tierno corazón.

Ablandando nuestra activación de heridas

Como terapeuta matrimonial y familiar, a menudo veo parejas que, sin saberlo, se adentran en el campo minado de las viejas heridas del otro. Las acusaciones falsas de tener una aventura o sentirse atraído por otros hombres o mujeres, u otras acusaciones falsas pueden reactivar viejos traumas. Es imposible defenderse cuando el acusador está decidido. No hay manera de producir evidencia de la inocencia de uno. Las protestas continuas fracasan cuando un compañero insiste en que tiene razón y que usted lo niega.

¿Cómo podemos lidiar con tal dilema? Responder defensivamente a las acusaciones falsas solo puede agregar combustible a los ataques infundados. Pero no decir nada puede transmitir que somos culpables de los cargos.

Aquí hay algunas pautas que pueden ayudar a suavizar el ciclo de acusaciones y actitudes defensivas. Y, por supuesto, la terapia de pareja puede ser útil cuando las parejas llegan a tal punto muerto.

1. Sea amable con sus viejas heridas

Cuando te sientas acusado falsamente, observa si se activan viejas heridas. ¿Te recuerda esto algo que sucedió en el pasado? ¿Evoca el dolor de no ser visto o te recuerda las dolorosas violaciones de la confianza?

Si afloran viejos recuerdos dolorosos, sea amable consigo mismo. Practica calmarte a ti mismo tomando algunas respiraciones lentas y profundas. Traiga una atención plena amistosa hacia las sensaciones en su cuerpo que se están activando, sosteniendo estos sentimientos de una manera cariñosa y gentil.

2. Sea sensible a los lugares heridos de los demás

Todos llevamos viejas heridas de apego. Revelar viejas heridas, dejar que tu pareja vea tus áreas de vulnerabilidad y sensibilidad, puede evocar empatía y comprensión. Luego, cuando te acusan falsamente o te atacan, podrías revelar lo que te toca en lugar de ponerte a la defensiva o enfadarte.

Tal vez diga algo como: “Cuando me preguntas si estoy teniendo una aventura, realmente me duele. No sé cómo asegurarte que no lo soy. Toca un viejo lugar de no ser visto y de confianza”.

Tal vez las acusaciones de tu pareja estén señalando viejas heridas de traición o que no haya recibido suficiente consuelo verbal o afecto. Si estas heridas y necesidades fueran descubiertas y expresadas más directamente, podrían ser escuchadas más fácilmente. Si su pareja no puede expresar esto, haga todo lo posible por ser amable con su sentido de inseguridad, además de estar más presente en la relación.

3. Sepa que está en tierra firme

Cuando te acusan falsamente, debes saber que esto es algo que está pasando con tu pareja. Tal vez algún viejo dolor se esté activando. Respira hondo, quédate en tu cuerpo y date cuenta de que se trata de ellos, no de ti.

Saber que está en terreno firme puede ayudarlo a calmarse a sí mismo en lugar de sentirse obligado a defenderse, suponiendo que son en tierra firme (no hay asunto, etc.). Si mantiene su sentido de autoestima y no sucumbe a la vergüenza, estará mejor posicionado para escuchar los sentimientos o inseguridades más profundos que su ser querido está tratando de transmitir, incluso si su forma de expresarse es difícil de escuchar.

Las relaciones cercanas son el lugar donde surgen nuestros anhelos más profundos y donde se puede activar nuestro miedo a perder la conexión. Estar suavemente atentos a lo que surge dentro de nosotros mismos y ser empáticos con las heridas de nuestra pareja puede ayudar a sanar viejas heridas, generar confianza y profundizar la intimidad.

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