Egoísmo: definición, opuesto y naturaleza humana

Egoísmo: definición, opuesto y naturaleza humana

El egoísmo es algo que generalmente desaprobamos, pero todos tenemos nuestros momentos egoístas. ¿Podría ser el egoísmo una parte natural e incluso útil de la naturaleza humana?

Tienes necesidades y me preocupo por ellas, pero me resultará más fácil cuidarte y prestarte atención una vez que aborde todo este asunto del hambre.

Tal vez tengas tus propios ejemplos de esto: olvidarte de la fiesta de cumpleaños de un amigo durante una semana estresante; un compañero de trabajo que te habla sin parar y nunca te pregunta cómo te fue durante el día; tus hermanos que se comían toda la comida de la mesa de tu infancia y no te dejaban nada a menos que tú también fueras un comedor agresivo. ¡Todo el tiempo caemos en el egoísmo! Debe ser algo que hacemos por alguna razón, ¿no? Veamos la investigación psicológica sobre el egoísmo y descubramos lo humano que es ser egoísta.

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¿Qué es el egoísmo? (Una definición)

El egoísmo es el estado en el que uno se centra demasiado en las propias necesidades y bienestar y, en consecuencia, se presta menos atención a las necesidades y el bienestar de los demás (Raine y Uh, 2019). Debemos prestar atención al hecho de que se trata de una definición doble: la definición implica que, cuando somos egoístas, no atendemos las necesidades de los demás de la manera en que normalmente se esperaría que lo hiciéramos.

Esto significa que el contexto de nuestras conductas es importante para determinar si son egoístas. Si estás disfrutando de un elegante almuerzo con bistec en un restaurante del centro, ¿estás siendo egoísta? Depende de si tienes familiares con necesidades más urgentes de ese dinero, un amigo angustiado que te pidió que lo llamaras durante tu hora de almuerzo o un compañero de trabajo cuyas próximas tareas dependen de que le envíes algo a tiempo.

Tal vez la forma más pura de egoísmo sea lo que los académicos llaman egoísmo egocéntrico, o centrar la atención por completo en las propias necesidades y en uno mismo (Caporael et al., 1989). Eso suena mal, ¿verdad? Pero desde una perspectiva filosófica y evolutiva, no tiene por qué ser así. Estamos diseñados por naturaleza para transmitir nuestros propios genes, y eso hace que nuestra propia supervivencia sea nuestra máxima prioridad; en la medida en que ser egoísta prolonga nuestra longevidad y aptitud reproductiva, podríamos argumentar que es una parte muy importante de la naturaleza humana (Caporael et al., 1989).

Cuando el egoísmo causa daño directo a los demás, podemos considerarlo patológico (Caporael et al., 1989). Los comportamientos egoístas de esta naturaleza suelen considerarse antisociales o psicopáticos. Por ejemplo, agredir sexualmente a otra persona para satisfacer las propias necesidades sexuales es un egoísmo patológico, y podemos decir lo mismo del robo, especialmente cuando implica agresión física hacia los demás. De hecho, este grado de egoísmo puede estar en el núcleo de la psicopatía; cuando las personas se centran únicamente en las recompensas que obtendrán de una conducta y no les importan las consecuencias negativas que afrontarán los demás, se están comportando de forma psicopática.

Lo opuesto del egoísmo

Técnicamente, lo opuesto al egoísmo es el altruismo, o hacer cosas por los demás que no parecen beneficiar al que las hace de ninguna manera (Oakley et al., 2011). Al igual que el egoísmo, este comportamiento puede llevarse demasiado lejos, como cuando las personas toman decisiones que creen que son en el mejor interés de los demás y terminan perjudicándolos. Lamentablemente, la historia de la medicina y la psicología está plagada de ejemplos de personas que causan daño por motivos altruistas, como cuando el movimiento eugenésico alentó la esterilización de personas con discapacidades y trastornos de salud mental, o cuando la Asociación Estadounidense de Psiquiatría clasificó la homosexualidad como un trastorno (Oakley et al., 2011).

Esto no quiere decir que el altruismo sea malo. Al igual que ocurre con el egoísmo, es evidente que ser altruista tiene sus ventajas. De hecho, algunas personas sostienen que no existe una acción verdaderamente desinteresada. Incluso las conductas que parecen no proporcionarnos ningún beneficio físico o concreto, o que incluso nos resultan incómodas, pueden aportar algún tipo de significado psicológico positivo. Pensemos en las personas que donan el dinero que han ganado con tanto esfuerzo o que conducen en medio del tráfico de las horas punta para hacer voluntariado: es probable que estos actos generosos vengan acompañados de cierta satisfacción por el aparente altruismo de la propia persona.

Psicología del egoísmo

Los psicólogos han definido el egoísmo de muchas maneras diferentes, pero, como hemos señalado anteriormente, la mayoría de ellas implican cierto grado de concentración y beneficio personal, así como una falta de preocupación por los demás. Esto abarca una amplia gama de comportamientos (Crocker et al., 2017); desde elogiar la ropa de otra persona para que reconozca la tuya hasta robarle el chocolate negro a tu compañero de habitación o alejarte después de haber atropellado a un peatón, puede considerarse egoísmo.

¿Cómo abordan los psicólogos el hecho de que el egoísmo pueda manifestarse de forma tan diferente y darse en tantos contextos diferentes? Una forma de hacerlo es describir el egoísmo como un marco que las personas utilizan para analizar situaciones (Carlson et al., 2022). En otras palabras, el egoísmo existe cuando y donde interpretamos una situación como algo que implica egoísmo. No existen actos inherentemente egoístas o altruistas; solo existe nuestra interpretación de una determinada situación.

¿Por qué desarrollaríamos este tipo de interpretación? ¿Cómo es psicológicamente adaptativa? Parece que cuando interpretamos una conducta como egoísta, tenemos la oportunidad de sacar inferencias importantes sobre las personas involucradas (Carlson et al., 2022). Si, por ejemplo, una familia se sube a un avión y el padre se sienta en clase business mientras que su esposa y sus dos hijos terminan en la parte trasera del avión, podríamos interpretarlo naturalmente como una distribución egoísta de recursos por parte del padre. Además, podríamos hacer rápidamente algunas suposiciones sobre la relación entre el padre y la madre, así como entre el padre y los hijos. Esto podría motivarnos a ser amables con la madre o despectivos con el padre.

El egoísmo y la naturaleza humana

Los filósofos y psicólogos generalmente coinciden en que el egoísmo es una parte fundamental de la naturaleza humana (Carlson et al., 2022; Fromm, 1939). Aunque a menudo menospreciamos a las personas que se comportan de manera egoísta y al mismo tiempo destacamos la importancia de ser desinteresados, necesitamos ser egoístas para sobrevivir.

He aquí un ejemplo de cómo esto se manifiesta en mi propia vida: hace poco que estoy cambiando mi relación con la idea del autocuidado. Durante muchos años, consideraba egoísta, en el mal sentido, cualquier acto de autocuidado que implicara una inversión significativa de recursos. Cenar fuera sola, posponer una tarea del trabajo porque necesitaba descansar o llamar a un amigo para pedirle apoyo emocional: todos estos eran comportamientos que consideraba inapropiadamente egoístas. Sin embargo, el egoísmo es una parte importante de nuestro instinto de autocuidado y autopreservación (Fromm, 1939) en el sentido de que refleja una especie de amor propio. (Como habrás adivinado, a menudo he tenido problemas para amarme a mí misma, lo que solo hace que me resulte más difícil ver cualquier comportamiento aparentemente egoísta como positivo).

Ejemplos de egoísmo

He aquí un ejemplo de egoísmo: siempre me lanzo a ser el primero en escalar cuando mis amigos y yo vamos a escalar al aire libre. La mayoría de las veces, a la gente parece no importarle, pero ¿pregunto primero a todo el mundo? Normalmente no. Antepongo mi propio deseo de hacer ejercicio a las posibles necesidades de los demás.

A mí me cuesta mucho contenerme cuando mis compañeros de casa preparan postres o traen a casa algo sabroso. Hay una parte de mí que quiere asegurarse de que todos tengan la oportunidad de comer las galletas o el pastel, y también hay otra parte que quiere disfrutar de ese dulce tanto como sea posible… y mala suerte para todos los demás.

Gen egoísta

La idea de que nuestros genes son egoístas se desarrolló principalmente en los últimos cincuenta años (Dawkins, 1976). En lugar de que exista un único gen egoísta, podemos pensar que nuestros genes en general son egoístas, en el sentido de que priorizarán su propia reproducción y la de genes estrechamente relacionados.

La teoría del gen egoísta sugiere que es más probable que colabore con alguien que comparte más genes míos, porque de esta manera tanto esa persona como yo tendremos más posibilidades de sobrevivir y transmitir esos genes. Pensemos en el dicho de que “la familia es la familia”: ¿con qué frecuencia priorizamos el cuidado de la familia por sobre todo lo demás? La teoría del gen egoísta nos dice que lo hacemos no solo por un sentido de obligación, sino también porque es evolutivamente ventajoso para nosotros priorizar las necesidades de nuestros parientes.

De hecho, la teoría del gen egoísta sugiere que incluso podría sacrificarme para que muchas otras personas que comparten genes conmigo puedan seguir viviendo y, con suerte, reproducirse. Desde la perspectiva egoísta de nuestros genes, es mejor que varios de mis familiares sobrevivan a que varios de nosotros muramos, incluso si una persona debe ser sacrificada en el camino.

Por último, la teoría del gen egoísta da vuelta la idea de que la adaptación ocurre a nivel individual (Gardner y Welch, 2011). Por lo general, cuando hablamos de adaptación para sobrevivir, pensamos en cómo se produce la adaptación dentro de los organismos individuales a lo largo del tiempo: un rasgo hace que un organismo tenga más probabilidades de sobrevivir, por lo que se transmite a la siguiente generación. La teoría del gen egoísta sugiere que la adaptación está impulsada por nuestros genes, no por nuestros rasgos.

El egoísmo en una relación

No existe el egoísmo fuera de las relaciones, porque ser egoísta significa priorizar las propias necesidades por encima de las de los demás. Las personas que se comportan de manera egoísta con más frecuencia en las relaciones tienden a tener conexiones de menor calidad con otras personas; experimentan más conflictos y menos estabilidad en las relaciones, tal vez debido a sus comportamientos egoístas (Crocker y Canevello, 2008).

Egoísmo y narcisismo

El narcisismo es un rasgo que parece estar asociado con mayores índices de conductas egoístas (Sedikides y Hart, 2022). Los narcisistas pueden consumir de forma más ostentosa (es decir, comprar y tener muchas cosas) para parecer exitosos e interesantes a los demás. Temen que su autoimagen se vea comprometida por parecer insuficientemente exitosos económicamente, por lo que pueden anteponerse a los demás hasta que sientan que los verán de forma positiva (Pauletti et al., 2012).

Causas del egoísmo

La causa principal del egoísmo,…