Cómo se ve una disculpa real

Ser humano es herir a la gente a veces. Sin embargo, no siempre es fácil ofrecer una disculpa genuina cuando hemos herido u ofendido a alguien.

Necesitamos recursos internos robustos y un corazón abierto para evitar descender a la negación, o caer en un congelamiento de la vergüenza, cuando nos damos cuenta de que hemos violado la sensibilidad de alguien. Se necesita coraje para reducir nuestro ego y aceptar nuestras limitaciones humanas con humildad y gracia.

Lamentablemente, la vergüenza que cargamos muchas veces nos impide tener una relación amistosa con nuestras carencias. Creemos que necesitamos ser perfectos para ser aceptados y amados. Cuando la imagen que tenemos de nosotros mismos choca con la forma en que realmente somos, es posible que nos apresuremos a defendernos. Culpamos a los demás o ponemos excusas en lugar de decir con humildad digna: «Lo siento, me equivoqué».

No hay nada vergonzoso que admitir cuando hemos cometido un error. Como nos recuerda John Bradshaw, haciendo un error es diferente a ser un error. No reconocer las deficiencias es un signo de debilidad, no de fortaleza.

Reparación de conflictos

Por ejemplo, digamos que nos quedamos atascados en el trabajo y llegamos tarde a casa. Y nos olvidamos de llamar, aunque muchas veces prometimos que lo haríamos. Nuestro compañero está molesto y pregunta enojado: “¿Dónde estabas? ¿Por qué no llamaste? Respondemos: «Lamento que estés molesto, pero a veces también llegas tarde». Nuestra respuesta defensiva indica que no estamos escuchando los sentimientos de nuestra pareja. Atacamos en lugar de escuchar.

O podríamos decir: “Lo siento. Quería llamarte pero se me acabó la batería”. Cuando las personas están sufriendo, incluso una buena razón puede sonar como una excusa poco convincente. Deben encontrarse en su lugar emocional en lugar de responder desde un lugar racional; quieren que se escuchen sus sentimientos.

La actitud defensiva intensifica los conflictos. Cuando decimos con un tono pomposo: «Sí, yo hice eso, pero tú lo haces», en realidad estamos diciendo: «Tengo derecho a lastimarte porque me lastimaste». Tal actitud no crea un clima para la curación. Al evitar la rendición de cuentas, perpetuamos un ciclo de distanciamiento, dolor y desconfianza.

Una disculpa dudosa

Una disculpa que contiene las palabras “si” o “pero” no es una disculpa real. Decir “Lo siento si te lastimé” indica que no estamos aceptando que nosotros causamos el daño. Si alguien nos dice que se siente herido, es mejor admitirlo en lugar de ofrecer una explicación que esperamos resuelva el asunto rápidamente.

Los conflictos tienden a disminuir cuando se escuchan y respetan los sentimientos de la persona herida. Tal vez más tarde podamos explicar lo que sucedió, cuando las emociones se hayan calmado. Pero la comunicación funciona mejor cuando vamos más despacio, respiramos y escuchamos los sentimientos de la otra persona.

«Lamento que te sientas así» a menudo contiene el pensamiento tácito: «Pero no deberías sentirte así» o «¿qué te pasa?» No nos vamos a dejar afectar por el daño que hemos causado. No nos hacemos responsables de nuestro comportamiento.

Podemos argumentar que no es culpa nuestra, ¿verdad? Pero tal respuesta puede desencadenar un ciclo interminable de contraataques: “¿Por qué no cargaste el teléfono correctamente? ¡Eres tan negligente! Una disculpa genuina significa que lamentamos nuestro comportamiento y cómo nuestro el comportamiento causó daño.

Una sincera disculpa

Contraste la disculpa «dudosa» anterior con una más sincera, donde nuestro pesar surge del dolor que sentimos por nuestras acciones, y por el dolor que causamos al no actuar de manera sensible, en sintonía y afectuosa.

Una respuesta más atractiva podría ser algo como esto: miramos a nuestra pareja a los ojos y decimos con un tono sincero: “Realmente escuché que te lastimé y me siento triste por eso. Podríamos agregar: «¿Hay algo más que quieras que escuche?» O podemos decir: “Lo arruiné al no mantener mi teléfono cargado. Haré todo lo posible para prestar más atención a eso”.

Nuestra pareja podría sentirse más inclinada a ablandarse si escucha una disculpa tan sincera. Y si nuestra pareja no es receptiva, al menos podemos saber que hicimos todo lo posible para ofrecer una disculpa sincera.

La fuerza de tener humildad

Todos perdemos el barco a veces. No necesitamos castigarnos por lastimar a alguien o actuar imprudentemente. A medida que crece nuestra autoestima, podemos asumir la responsabilidad de nuestras acciones sin sentir la carga de la vergüenza tóxica creada por la autoculpabilidad.

La curación ocurre cuando encontramos el coraje para ofrecer una disculpa genuina, mientras aprendemos a través de la experiencia a ser más conscientes y receptivos para que sea menos probable que lo repitamos.

Una disculpa sincera requiere fuerza y ​​humildad. Requiere que descansemos cómodamente (o quizás un poco incómodos) en un lugar de vulnerabilidad. Lo que es más importante, requiere que reconozcamos y curemos la vergüenza profundamente arraigada que puede desencadenar respuestas reactivas y de ira. Es demasiado doloroso o amenazante para nuestra autoestima notar la vergüenza dentro de nosotros, podemos aprovechar la parte de «lucha» de la respuesta de «luchar, huir, congelar». Recurrimos a protestas airadas para protegernos y defendernos en lugar de escuchar abiertamente los sentimientos de los demás.

Las disculpas no se pueden forzar. La demanda, «Me debes una disculpa» no es una buena trampa para obtener una disculpa genuina. Y tenga en cuenta que las personas pueden sentirse lastimadas más por su historial que por cualquier cosa que usted haya hecho mal. Puede haber momentos en los que realmente no hayas hecho nada malo.

Aún así, escuchar los sentimientos de una persona de manera respetuosa y sensible es un buen punto de partida para reparar las rupturas de confianza y arreglar las cosas. Si alguien está molesto contigo, respira hondo, mantente conectado con tu cuerpo (en lugar de disociarte), escucha los sentimientos de la persona y observa cómo te sientes mientras escuchas. Asumir la responsabilidad, incluso por una pequeña parte del asunto, y ofrecer una disculpa genuina, puede contribuir en gran medida a restaurar la confianza.