Tu estilo de apego se formó mucho antes de tu primer enamoramiento.
Foto de Kelly Sikkema en Unsplash
Él El otro día me di cuenta de que no tengo ni un solo recuerdo de infancia en el que me hayan abrazado mientras lloraba. Estoy seguro de que sucedió. No fui criado por animales. Tuvo que haber al menos una ocasión en la que alguien me acercó y me secó las lágrimas. Quizás yo era un bebé o demasiado joven para recordar el caso.
Mi primer recuerdo de haber llorado en los brazos de alguien me llega cuando tenía 30 años, en el funeral de mi abuela. Esos brazos pertenecían a mi prima. Él vino y me sacó de la isla de mi dolor. Me quedé solo con los puños cerrados, mirando el ataúd de mi abuela, tratando sin éxito de contener las lágrimas hasta que su abrazo me obligó a rendirme.
No dudo que si mi prima no hubiera venido, me habría quedado allí indefinidamente, llorando hasta reunir fuerzas para retirarme. Esto se habría incluido en el archivo que contiene innumerables ejemplos de cómo me sentí incómodo y ignorado en momentos de tristeza.
Pero esta educación me hizo FUERTE. O eso pensé.
Nunca examiné cómo la falta de respuesta emotiva por parte de mi madre o de mis cuidadores influyó en la forma en que abordo las relaciones románticas. No éramos una familia afectuosa. Nunca relacioné esto con mi mentalidad autosuficiente ni con mi incomodidad al solicitar y recibir ayuda. Hubo otros aspectos de mi infancia que atribuí a la formación del adulto en el que me convertí, pero nunca la grave falta de demostraciones físicas y enriquecedoras de amor.
Luego leí La madre emocionalmente ausente de Jasmin Lee Cori, MS, LPC y recordé cosas que siempre había sabido pero que nunca había considerado. Entre esas revelaciones estaba el hecho de que no tengo ningún recuerdo temprano de abrazos consoladores, específicamente de mi madre. Ella estuvo en mi vida, pero nunca tuvimos mucho vínculo. Estoy aprendiendo que esto me afectó de maneras que no había imaginado.
Según Cori, la forma en que te apegas a tu madre marca la pauta de cómo te apegas en otras relaciones.
Otro detalle ahora aparentemente importante de mi juventud es que mi mamá se quedaba en su habitación…