Cómo escribir una “carta de legado”

Las palabras más significativas que jamás escribirás

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«Eres mi brillo de sol My único brillo de sol,» Canté junto con mi tía de 95 años un mes antes de que falleciera. Que ella recordara la letra de la canción me sorprendió. Para entonces ella era casi muda y vivía con demencia. De alguna manera, los recuerdos musicales perduran.

No fue la única sorpresa que mi tía Marion tuvo para mí ese día. Más tarde, su hija compartió conmigo una carta que Marion había escrito unos veinte años antes, cuando su mente aún estaba aguda. Mi tía había sido ama de casa, pastelera y un alma eternamente alegre, pero ¿escritora? No que yo sepa. Yo era el único escritor de nuestra familia. O eso pensé.

La carta de Marion a su familia no era literaria. Ella nunca escribió sus exámenes finales de secundaria. (En tiempos de guerra, se necesitaban trabajadores en las fábricas y los campos, por lo que los estudiantes que respondieron a ese llamado quedaron exentos de los exámenes).

Su carta fue expresada de forma sencilla y directa desde el corazón. Los nietos y bisnietos que la conocieron como una señora en silla de ruedas y con tubos de oxígeno en la nariz escucharon leer su carta en voz alta y quedaron encantados.

Habló de cómo eran para ella las Navidades a la luz de las velas cuando era niña y de cómo era salir con su abuelo. (“Un chico guapo que vestía un jersey de cuello alto me invitó a bailar. Un soldado que acaba de regresar del extranjero. Me salvó de tener que bailar con chicos locales como “Bugs Bunny” con sus dientes salientes y “Dandy Andy” con su pajarita”).

Este tipo de carta se conoce como “carta de legado”. Una carta de legado es aquella escrita para compartir recuerdos personales, historias familiares, valores fundamentales o lecciones de vida con familiares, amigos o generaciones futuras. Es un regalo de amor. Tuve el privilegio de presenciar la fascinación y el deleite que la carta del legado de Marion inspiró en sus bisnietos. Su espíritu cobró vida para ellos en cada página.

Todos los días, los escritores suben millones de palabras, con la esperanza de que nuestras palabras de alguna manera puedan mover a alguien «allá afuera». Dudo que muchos de ellos alguna vez sean atesorados de la misma manera que fui testigo de cómo las modestas palabras de mi tía impactaron a sus seres queridos. O en la forma en que me conmovían sus simples recuerdos.

Me preguntaba: ¿Por qué no nos tomamos el tiempo para escribir algunas palabras específicamente dirigidas a las personas más cercanas a nosotros? Hacemos…