‘Codex Corner’: colores
El mundo mexica (azteca) estaba lleno de colores. Los escribas eran expertos en el uso de pigmentos de color derivados de fuentes naturales como flores, rocas, suelos, carbón de pino, savia de árboles y escarabajos de cactus. Los de origen mineral eran generalmente más fáciles de obtener pero menos vibrantes, mientras que los colores orgánicos daban vida y luminosidad a los manuscritos, considerados objetos vivos llenos de tonalli o espíritu. Las mujeres aztecas embellecían sus rostros con un barniz amarillo ocre que formaba parte de un flujo regular de tributos semestrales de la provincia de Tlalcoçauhtitlan – ‘Entre las Tierras Amarillas’… (Compilado por Ian Mursell/Mexicolore)
Foto 1: Madre azteca mostrando su pintura corporal amarilla; tributo anual de 20 cacerolas de barniz amarillo. Códice Mendoza, fols. 57r y 40r (detalle) (Click en la imagen para ampliar)
Mientras que el único color común a todos los códices prehispánicos es el ‘negro lámpara’, amarilloque rara vez se encuentra en los códices mayas, era común, junto con el rojo, el azul y el verde, en los libros del centro y sur de México, y podía obtenerse tanto de flores como de plantas como cempasuchitl, xochipallí y palo amarillo, así como de materiales inorgánicos como piedras. El Códice Mendoza muestra varios ejemplos (ver imagen 1) de mujeres mexicas cuyos rostros (y cuerpos) tienen un tinte amarillo, que aparentemente los españoles encontraron particularmente atractivo, hecho de una piedra amarilla molida llamada tecoçahuitl. La palabra consiste en tetl (piedra) y coçauhqui (amarillo). Observe el pequeño glifo de piedra en el lado derecho del cuenco (imagen 1).
Foto 2: Un escriba azteca pinta con ‘xochipalli’, un fino color amarillo. Códice Florentino Libro 11 (Click en la imagen para ampliar)
Una fuente particularmente buena de información sobre los colores que usaban los escribas aztecas se encuentra en el Libro 11 del Códice Florentino. Menciona tanto un ‘amarillo fino’ como un ‘amarillo claro’, ambos obtenidos de plantas o flores que crecen en las Tierras Calientes (sureste de Tenochtitlan). La imagen 2 muestra a un escriba trabajando con xochipallí (‘flor que tiñe’). El Codex lo describe como ‘un medio para colorear, para embellecer, para hacer las cosas radiantes, para dar lustre’. Es muy irónico que los pintores del Códice, que consta de 12 libros, parecen haberse quedado sin tintes de color poco antes de la sección sobre colores, ¡así que nos quedamos con una serie de dibujos de líneas simples…!
Foto 3: Siglos después de que fuera pintado, el Códice Fejérváry-Mayer original (en exhibición en el Museo Mundial de Liverpool en 2015) ha perdido poco de su vitalidad y brillo (Haga clic en la imagen para ampliar)
El Códice Florentino dedica un capítulo entero a la fabricación no solo de los cuatro colores clave mencionados anteriormente, con párrafos individuales sobre la cochinilla (escarabajo del cactus aplastado) con sus tres tonos de rojo, un azul obtenido de la flor de la hierba, rojo chile y verde oscuro. tintes de árboles, negro del humo de la brea de pino, pero también en los aditivos utilizados en la mezcla y preparación de colores secundarios y ‘fabricados’: ocres de roca, tiza, frutas ácidas, aceite vegetal, musgo de árbol empapado de color marrón oscuro, y más…
Foto 4: Un escriba maya trabajando. Detalle de un mural de Rina Lazo, Museo Nacional de Antropología, Ciudad de México (Click en la imagen para ampliar)
Producir tintes de color a partir de flores tiene una ventaja práctica imprevista: dado que muchas de las flores utilizadas de esta manera son comestibles, los escribas mexicas no tenían necesidad de enjuagar sus pinceles en solventes o en agua: ¡usaban enjuague bucal! El misionero franciscano Fray Toribio de Benavente Motolinía, en su memorialesescrito a mediados del siglo XVI, lo confirma muy claramente:
‘Los indios hacen muchos colores de flores, y cuando los pintores quieren pasar el pincel de un color a otro, se limpian el pincel en la boca, ya que los colores son de flores.’ ¡Sabroso!
Fuentes de información: –
• El Códice Mendoza por Frances F. Berdan y Patricia Rieff Anawalt, 4 volúmenes, University of California Press, 1992
• Códice florentino traducido del azteca al inglés, con notas e ilustraciones, por Charles £. Dibble y Arthur JO Anderson, en 13 partes, School of American Research y University of Utah, 1963
Con especial agradecimiento a Élodie Dupay García por la cita de Motolinía
Fuentes de imágenes: –
• Foto principal: foto de un mural de Diego Rivera (detalle), Palacio Nacional, Ciudad de México por Ian Mursell/Mexicolore
• Foto 1: Imágenes del Codex Mendoza (original en la Bodleian Library, Oxford) escaneadas de nuestra propia copia de la edición facsímil de James Cooper Clark de 1938, Londres
• Foto 2: Imagen del Códice Florentino (original en la Biblioteca Medicea Laurenziana, Florencia) escaneada de nuestra propia copia de la edición facsímil de 3 volúmenes del Club Internacional del Libro, Madrid, 1994
• Fotos 3 y 4: fotos de Ian Mursell/Mexicolore.
Este artículo fue subido al sitio web de Mexicolore el 01 de octubre de 2016
Un extracto de 400 sombras de gris –
Como parte de su examen oral, se vio a un escriba azteca senior (Chalkface) diciéndole a un estudiante desesperado (Hue-and-cry) que cambiara de color hasta que tuviera la cara azul. Marchitándose, verde por la envidia de sus florecientes compañeros de estudios, el pobre joven se puso rojo brillante. Bronceado, aplastado, con los labios blancos, la cabeza como un arcoíris de emociones, la boca inundada de colores, casi se desmaya. El examinador, erizado de rabia, lo despidió en el lenguaje más colorido… Dorado y teñido por los gritos de ‘¡Solo eres amarillo!’ y ‘¡Eres un idiota!’ de los demás frente a este roce con el fracaso y a punto de salir, pero teñido de éxito, terminó verde para darle otra oportunidad…