Color y cultura entre los aztecas (2)
Esta es la segunda parte de este esclarecedor estudio sobre los significados que subyacen en la selección y usos de los materiales que colorearon el mundo precolombino por la Dra. Élodie Dupey García, Investigadora en Historia de las Religiones del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, México. Ciudad.
Foto 1: Toci con una trama negra que simula goma en la boca. Codex Laud, lámina 15 (detalle) (arriba) y (abajo) con una mancha roja, probablemente de sangre, en la boca, Codex Fejérváry-Mayer, lámina 32 (detalle) (Haga clic en la imagen para ampliar)
La analogía entre los fluidos vitales de los humanos y las plantas se deriva tanto de sus propiedades físicas como de sus funciones similares: tanto la sangre como la savia circulan dentro de los organismos y brotan cuando se corta la piel o la corteza, coagulándose para formar costras. Al mismo tiempo, estas sustancias comparten el estatus de alimento humano y divino en la ideología precolombina. Los aztecas creían que el semen alimentaba a los fetos a medida que crecían en el útero de sus madres, mientras que la leche alimentaba a los bebés mientras bebían de los senos de sus madres. En cuanto a la sangre y el caucho, se quemaban como incienso para sustentar a los dioses. Estas virtudes nutritivas ayudan a explicar por qué algunas divinidades fueron pintadas con caucho. De hecho, la mayoría de las veces eran los labios los que se cubrían con este material, una práctica que recuerda la costumbre de untar la boca de las estatuas de los dioses con la sangre de las víctimas de los sacrificios. La relación entre la sangre y el caucho como revestimiento de los labios se hace evidente en los códices, donde la mancha negra que simula el caucho en la boca de la diosa Toci es sustituida ocasionalmente por una marca roja; esto insinúa que sus labios podrían estar cubiertos con goma o con manchas de sangre (foto 1).
Foto 2: Sacrificio de una diosa del agua sobre una pila de mazorcas de maíz maduras durante un festival de siembra. Codex Borbonicus, lámina 31 (detalle) (Click en la imagen para ampliar)
Además de explicar su presencia en la boca de las divinidades, la asociación del caucho con la sangre, el semen y la leche sugiere que este material se consideraba un fluido fertilizante. Esto está respaldado por el uso similar de sangre y caucho para aumentar los rendimientos agrícolas. No es casualidad que se aplicara caucho derretido a las mazorcas de maíz antes de sembrarlas, mientras que la sangre de una víctima sacrificada se esparció sobre una pila de mazorcas de maíz antes de que se plantara una nueva cosecha (foto 2).
Foto 3: Un cautivo que personificaba el maíz maduro siendo rayado durante el “Sacrificio de los Gladiadores”. Codex Zouche-Nuttall, lámina 83 (detalle) (Click en la imagen para ampliar)
Un procedimiento similar se llevó a cabo con los cautivos que personificaban el maíz maduro durante la fiesta del dios desollado. Como se mencionó anteriormente, fueron rayados con goma durante la procesión preparatoria del festival, y luego rascados hasta sangrar en el “sacrificio de gladiadores” (foto 3). El trato infligido a estas víctimas se asemeja a las incisiones realizadas en los árboles de caucho durante la extracción del látex, una práctica conocida como “sangrado” en el México contemporáneo (parte 1, foto 19).
Foto 4: Tlaloc apareciendo en forma de árbol. Códice Vaticano A, folio 42v (detalle) (Haga clic en la imagen para ampliar)
La cualidad fertilizante del caucho explica su uso en la pintura de los miembros del panteón responsables del crecimiento de las plantas. Estas deidades incluían a Toci, “Nuestra Abuela”, y otras diosas madres, cuyas personalidades articulaban las nociones de fertilidad materna y vegetal: como madres de los dioses y de los hombres, eran consideradas encarnaciones de la tierra, que los aztecas imaginaban como un enorme útero del que surgió la vida. A su vez, el caucho servía de revestimiento al dios Tlaloc, a quien se concebía como el abono de la tierra porque dispersaba las lluvias. De hecho, el papel de Tlaloc en la fertilidad vegetal fue tal que los informantes de Sahagún lo describen [Florentine Codex vol. 1] como el dios que hace que “los árboles, la hierba, [and] el maíz florezca, germine, se cubra de hojas, florezca, [and] crecer”, mientras que los pintores del códice dan la misma idea dando al dios una apariencia de árbol (foto 4). Esta concepción de Tlaloc aclara por qué el caucho era el material ideal para ser untado sobre las divinidades responsables de la fertilidad de las plantas: entre las sustancias negras, era el único extraído de un árbol.
Foto 5: El dios Tlaloc con dos materiales negros diferentes en su rostro y sus extremidades. Tonalamatl Aubin, placa 7 (detalle) (Click en la imagen para agrandar)
3.2. Tinta a base de hollín
Si bien Tlaloc estuvo en el centro de la discusión anterior dedicada al caucho, esto no concluye el análisis de la ornamentación de su cuerpo. La decoración de esta deidad era en efecto más compleja de lo que pudiera parecer, pues estaba compuesta por una doble capa negra. Los textos del siglo XVI afirman que el rostro de Tlaloc fue ennegrecido con una tinta a base de hollín, así como Olli, y algunos pintores de códices emplearon dos tonos oscuros distintos para colorear al dios de la lluvia y la tierra. En el Codex Telleriano Remensis, por ejemplo, Tlaloc muestra una marca negra brillante en la parte inferior de su rostro y una marca gris en la parte superior. En el Tonalamatl Aubin, los mismos colores se distribuyen en sus extremidades y rostro (foto 5), y es lógico interpretar estos tonos oscuros como las dos sustancias negras aplicadas al cuerpo de Tlaloc.
Foto 6: El dios del fuego Xiuhtecuhtli con la barbilla pintada con tinta a base de hollín. Codex Borbonicus, lámina 20 (detalle) (Click en la imagen para ampliar)
Los aztecas llamaban tinta a base de hollín tlilpopotzalliun nombre derivado del sustantivo tlillique se refiere al hollín o tinta negra, y el verbo popotza, que significa “producir humo”. En la época precolombina, las tintas negras se fabricaban a partir de diversos materiales minerales y vegetales, como el sulfato de cobre y la corteza de los árboles. Como término que se refiere tanto a la tinta como al residuo de la combustión de la madera que la originó, tlilpopotzalli es una palabra redundante: la presencia del verbo popotza indica el origen de la tinta en el hollín, información que ya transmite la palabra tlilli. Esta redundancia es un indicador de la importancia que los aztecas otorgaban a la naturaleza ígnea de esta tinta.
Foto 7: Los dioses Quetzalcóatl y Tezcatlipoca con sus cuerpos pintados con tinta a base de hollín. Codex Borbonicus, lámina 22 (detalle) (Click en la imagen para ampliar)
Además de ser semánticamente significativo, el tlilpopotzalli era el material colorante más utilizado en la sociedad azteca para ennegrecer los cuerpos humanos y divinos. Aparte de Tlaloc, la tinta a base de hollín adornaba los rostros de las principales deidades, como el dios del fuego Xiuhtecuhtli (foto 6), así como los creadores Quetzalcóatl y Tezcatlipoca (foto 7). Además, esta sustancia adornaba a los participantes de las fiestas dedicadas a Tezcatlipoca y a Xiuhtecuhtli, en particular a los maestros de la telpochcallila escuela donde se educaban los niños que se convertirían en guerreros (foto 8).
Foto 8: Maestros y niños del telpochcalli pintados con tinta a base de hollín y bailando en una fiesta. Codex Borbonicus, lámina 28 (detalle) (Click en la imagen para ampliar)
Es interesante recalcar que estos niños también fueron oscurecidos con tinta negra cuando hicieron su entrada a esta escuela (foto 9), después de lo cual quedaron bajo la protección de Tezcatlipoca. Lo mismo ocurrió con los niños que ingresaron al calmecacdonde se formaban los futuros sacerdotes bajo la protección de Quetzalcóatl, otro dios pintado con tlilpopotzalli. Durante su preparación religiosa, ellos también estaban cubiertos de tinta de hollín (foto 9), ornamentación que continuaron usando cuando se hicieron adultos y se unieron al sacerdocio. Los textos coloniales coinciden en describir a los sacerdotes precolombinos como individuos embadurnados de hollín o tinta (foto 10).
Foto 9: Los niños educados en el calmecac (en el registro superior) y el telpochcalli (en el registro inferior), y sus respectivos maestros. Todos están pintados con tinta a base de hollín. Códice Mendoza, folio 61r (detalle) (Click en la imagen para ampliar)
Con el fin de reconstruir los valores simbólicos de tlilpopotzalli, la aplicación de esta tinta en miembros específicos de la sociedad azteca es sugerente. Sacerdotes y futuros sacerdotes, así como guerreros y sus aprendices reproducían en sus cuerpos la condecoración de Quetzalcóatl y Tezcatlipoca, sus respectivos protectores. La ornamentación de tinta servía, pues, como signo de su relación con estos dioses. Tomado junto con la importancia de los orígenes ígneos de tlilpopotzalliesto invita a investigar qué unía a Quetzalcóatl y Tezcatlipoca, y qué los asociaba con el hollín y las cosas quemadas, especialmente porque el dios del fuego Xiuhtecuhtli también fue pintado con esta tinta.
Foto 10: Sacerdotes de fuego pintados con tinta a base de hollín mientras realizan el autosacrificio de la lengua. Codex Vaticanus A, folio 55r (detalle) (Haga clic en la imagen para ampliar)
La mitología azteca presenta a Quetzalcóatl y Tezcatlipoca como dos hermanos enemigos que inspiraron y orquestaron la creación del mundo. Los mitos también explican que a raíz de su éxito, la deidad primordial los convirtió en señores de las estrellas. Esta metamorfosis ofrece una pista valiosa para interpretar la pintura corporal de hollín utilizada para estos semidioses. Por cierto tlilpopotzalli es un producto que se vinculaba al fuego por su origen, ya la oscuridad por su color, mientras que las estrellas eran concebidas como fuegos encendidos en el cielo nocturno. Las características de la tinta a base de hollín la convierten así en un material ideal para referirse a los fuegos que arden en la oscuridad.
Foto 11: El dios Quetzalcóatl, con las piernas y los brazos pintados de negro y adornados con círculos concéntricos grises. Códice Borgia, lámina 19 (detalle) (Haga clic en la imagen para ampliar)
La asociación estelar de esta tinta está respaldada además por la iconografía de Quetzalcóatl y Tezcatlipoca. En el Códice Borgia, estos dioses a veces muestran un cuerpo negro adornado con un diseño que consiste en círculos concéntricos grises que, aparte de su color, son idénticos al motivo de ojo de estrella característico de los cielos nocturnos en este manuscrito (foto 11). Aplicado al cuerpo de Quetzalcóatl y Tezcatlipoca, el motivo los identifica como divinidades estelares, al mismo tiempo que indica que están pintados con tlilpopotzalli porque, al igual que las estrellas, esta tinta evocaba la luz y la oscuridad.
Foto 12: El dios Mixcóatl con su “pintura de estrellas”, es decir, las cuencas de sus ojos ennegrecidas con las cenizas de una diosa. Códice Vaticano B, lámina 70 (detalle) (Haga clic en la imagen para ampliar)
La relación entre el fuego y las estrellas se ve reforzada por la mitología azteca, en la que los cuerpos celestes son cosas quemadas, y las estrellas de la noche son seres con el rostro cubierto de ceniza. los Anales de Cuauhtitlán describe a la deidad estelar Mixcóatl con las cuencas de los ojos ennegrecidas con las cenizas de una diosa, un adorno que los aztecas llamaban “pintura estelar” (foto 12). Además, el mito de la creación del Quinto Sol revela que el hijo del dios de la lluvia fue empujado a las cenizas del fuego donde había sido creado el sol; luego emergió como la luna, con el rostro “ceniciento”. Este episodio mítico también relata que las manchas del jaguar aparecieron cuando saltó a la hoguera de fundación, donde su cuerpo quedó chamuscado y cubierto de quemaduras. Los aztecas concibieron estas quemaduras como estrellas, porque creían que una imagen del cielo estrellado estaba “impresa” en la piel del jaguar (foto 13).
Foto 13: Jaguar con una sucesión de estrellas en la espalda. Códice Vaticano B, lámina 87 (detalle) (Haga clic en la imagen para ampliar)
volviendo a tlilpopotzalli, además de expresar la conexión de Quetzalcóatl y Tezcatlipoca con el cielo estrellado, la capacidad de esta tinta para referirse simultáneamente a la oscuridad ya la luz ayuda a explicar su aplicación al cuerpo de Tláloc. Aunque la deidad de la lluvia y la tierra claramente no es una estrella, está asociada con la apariencia de la luz en la oscuridad al ser el portador de otro fuego celestial: el relámpago. Como las estrellas, el fuego celestial de los relámpagos brilla en medio del cielo tormentoso, que los pueblos precolombinos equiparaban con…