Color y cultura entre los aztecas (1)
Agradecemos enormemente a la Dra. Élodie Dupey García, Investigadora en Historia de las Religiones del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, Ciudad de México, por este esclarecedor estudio sobre los significados que subyacen a la selección y usos de los materiales que colorearon la cultura precolombina. mundo…
Foto 1: Mapa de Mesoamérica, con las principales culturas y sitios arqueológicos. La zona resaltada corresponde al área cultural del Centro de México, donde se desarrollaron las sociedades nahua y azteca. Dibujo de Jesús Quiroz González (Click en la imagen para ampliar)
1. Introducción
Las culturas azteca y nahua florecieron en el Altiplano Central de México, principalmente en el Valle de México y los estados de Puebla y Tlaxcala, durante el período Posclásico mesoamericano y hasta la conquista española (1200-1521 d. C. (foto 1). NOTA: Durante este período, el Valle de México y los estados de Puebla y Tlaxcala estaban poblados por muchos grupos étnicos que hablaban diferentes idiomas y cuya organización social era más o menos compleja. Sin embargo, con el paso del tiempo, la existencia de este mosaico tendió a eclipsarse debido a que la cultura azteca, con sede en Tenochtitlán, estaba en su apogeo en la época de la conquista, y por lo tanto, pasó a la posteridad. Por lo tanto, el nombre “azteca” se usa comúnmente, particularmente en inglés, para referirse tanto a los habitantes de Tenochtitlán como a los otros grupos nahuas que vivían en el centro de México..
Foto 2: El Códice Fejérváry-Mayer expuesto en la galería del Museo Mundial de Liverpool (actualmente Museo Nacional de Liverpool) en 2008 (Click en la imagen para ampliar)
La preeminencia de la sociedad azteca en ese momento hizo que estas culturas nunca cayesen en el olvido. En cambio, se convirtieron en el tema de una extensa literatura que trataba una amplia gama de temas. Además de escritura, los conquistadores, administradores y frailes españoles que descubrieron el Nuevo Mundo enviaron a España todo tipo de objetos creados por los indígenas. Así fue como varios manuscritos pintados, a los que los historiadores denominan códices, se salvaron de los autos de fe de la época colonial y llegaron a Europa, donde se conservan hasta el presente (foto 2).
Foto 3: Recreación de la isla de Tenochtitlán por Tomás Filsinger. La vista corresponde a la primera vez que los conquistadores españoles encabezados por Cortés observaron Tenochtitlan desde el Cerro de la Estrella en 1519 (Click en la imagen para ampliar)
Además, a lo largo del siglo XX, los arqueólogos han estado explorando los vestigios de las ciudades nahuas, especialmente en el corazón mismo del Imperio Azteca, la metrópolis de Tenochtitlán (foto 3). Por todo ello, el centro de México, y específicamente la cultura azteca, ofrece a los investigadores la mayor cantidad y diversidad de fuentes escritas e iconográficas de Mesoamérica.
Foto 4: Restos de escalinatas y esculturas—sin colores—encontradas en la zona arqueológica del Templo Mayor, en el centro de la Ciudad de México (Click en la imagen para ampliar)
Esto fue lo que me inspiró a escribir una historia del color en la sociedad azteca. La diversidad, calidad e importancia de las fuentes documentales, restos arqueológicos y objetos culturales relacionados con las sociedades precolombinas del Altiplano Central de México hacen de estas culturas, probablemente más que ninguna otra, ideales para un estudio histórico de las ideas y prácticas sobre el color en Mesoamérica.
Foto 5: Reconstrucción de los edificios pintados del centro ceremonial de Tenochtitlán, con el Templo Mayor en el centro, por Ignacio Marquina (Click en la imagen para ampliar)
La abundancia de información tanto material como iconográfica y textual es valiosa porque es posible comparar y cruzar datos de diferentes fuentes, lo que lo convierte en un caso único en los Estudios Mesoamericanos. Esto no quiere decir que la empresa carezca de complejidad, pues el uso de estas fuentes conlleva otro tipo de problemas directamente relacionados con la historia de su creación y conservación.
2. Fuentes y metodología
Si nos acercamos al centro de lo que alguna vez fue la capital azteca, vemos principalmente estructuras arqueológicas de piedras desnudas uniformemente grises (foto 4)…
Foto 6: Restos de pintura mural y esculturas policromadas en el Templo Mayor (Click en la imagen para ampliar)
…pero en su día, estos edificios fueron pintados con colores brillantes (foto 5). Durante los siglos posteriores a la conquista, estos edificios así como su decoración policromada soportaron difíciles condiciones de conservación y la gran mayoría de ellos perdieron su color. Hoy solo quedan algunos escasos y fragmentarios ejemplos de pintura mural azteca, así como algunas esculturas policromadas (foto 6).
Foto 7: Escultura de piedra masiva de Tlaltecuhtli en exhibición en el Museo del Templo Mayor, Ciudad de México, junto con un esquema de color proyectado (Haga clic en la imagen para ampliar)
Al igual que en el caso de la civilización griega, fue recién en el siglo XX que se redescubrió el mundo policromado de los aztecas, gracias a la observación y el análisis de pigmentos encontrados en la escultura monumental azteca. Desde entonces se ha intentado paliar la pérdida de la policromía original con reconstrucciones de los colores, como las de la Piedra del Sol o el Calendario Azteca). Asimismo, el hallazgo en 2006 de la talla en piedra más grande jamás excavada en el subsuelo de la Ciudad de México, una escultura policromada de la diosa Tlaltecuhtli, ha llevado a los arqueólogos y restauradores del Proyecto Templo Mayor a esforzarse al máximo para evitar la pérdida de este patrimonio cromático. (foto 7). Según Leonardo López Luján, “los resultados de este cuidado ahora son claramente visibles, ofreciéndonos una nueva serie de sensaciones que ya no podemos experimentar por el [monoliths known as the] Piedra del Sol, Coatlicue y Coyolxauhqui”.
Foto 8: Un ejemplo de la iconografía policromada de los códices del Grupo Borgia: lámina 56 del Códice Borgia (Click en la imagen para ampliar)
Dejando atrás la notable historia de este monolito, cabe señalar que ni las capas pictóricas de la escultura azteca ni la pintura mural pueden servir como punto de partida para una investigación profunda sobre los usos y significados del color. Es por esto que opté por basar mi estudio iconográfico en un cuerpo de manuscritos pictóricos precolombinos que contienen numerosas imágenes policromadas bien conservadas. En vista de sus similitudes iconográficas, estos documentos se han denominado colectivamente como los códices del Grupo Borgia, llamado así por el manuscrito más emblemático del grupo: el Códice Borgia (foto 8).
NOTA: Los Códices Borgia, Fejérváry-Mayer, Laud, Cospi y Vaticanus B componen el Grupo Borgia. Actualmente, los Códices Borgia y Vaticanus B se conservan en la Biblioteca Apostólica del Vaticano, el Codex Cospi en la Biblioteca Universitaria di Bologna, el Codex Fejérváry-Mayer en el World Museum Liverpool y el Codex Laud en la Bodleian Library de Oxford.
Además de la calidad y abundancia de sus colores, estos manuscritos invitan al estudio cromático porque recientes análisis científicos han permitido identificar los colorantes utilizados para iluminar dos de ellos -el Codex Cospi y el Codex Fejérváry-Mayer- mientras que el estudio de los las paletas de otros códices están actualmente en proceso.
Foto 9: Estudiando de cerca el Codex Fejérváry-Mayer original, expuesto en el World Museum Liverpool, julio de 2015 (Haga clic en la imagen para ampliar)
Dicho esto y si bien este material iconográfico parece ideal para explorar los significados del color en la cultura azteca, su uso plantea una serie de cuestiones. En primer lugar, se desconoce la procedencia exacta de estos códices y es objeto de controversia en los estudios mesoamericanos, aunque fuertes argumentos sugieren que los miembros más destacados del grupo Borgia tenían estrechos vínculos con la cultura nahua. Por otro lado, llegar al significado de los colores en estos códices es un ejercicio delicado, como resultado de a) la ausencia total de textos antiguos que discutan su contenido, yb) la variedad de colores empleados para una misma figura en estos documentos. Para afrontar los retos que plantean estas imágenes, mi metodología ha sido tanto tradicional como innovadora. Me sumé a la tradición del estudio de códices a partir de textos históricos y copias anotadas coloniales de estos manuscritos, pero rechacé el enfoque mesoamericanista habitual que pretende reducir la incongruencia cromática de los códices a errores o fantasías de los artistas. Ante el problema de la variabilidad cromática, mi estrategia consistió en buscar las razones de sus diferencias en el análisis cuidadoso de los contextos en los que aparecía cada color o grupo de colores.
Foto 10: Un folio del Códice Florentino que describe la preparación de tintes y pigmentos con cochinilla. La página está estructurada en dos columnas, una escrita en náhuatl (a la derecha) y otra en español (a la izquierda), con ilustraciones insertadas (Haga clic en la imagen para ampliar)
En cuanto a los documentos del período colonial, si bien son complementos ideales de los materiales iconográficos precolombinos, deben ser utilizados con prudencia y sometidos a una rigurosa revisión historiográfica. Por lo tanto, decidí poner mayor énfasis en los textos escritos en náhuatl (foto 10), o en su defecto, en español pero a partir de la colaboración de misioneros y miembros de la élite azteca, ya que estas fuentes parecen garantizar un acceso más confiable a la información indígena. categorías, aunque fueron creadas en el momento de la “colonización del imaginario” (Serge Gruzinski). Otra dimensión de mi método consistió en comparar el diverso cuerpo de fuentes para examinar cada tema desde varias perspectivas. En otras palabras, traté de cotejar las cuentas, como recomienda el historiador del color Michel Pastoureau (Azul. La historia de un color2011), quien defiende la necesidad de multiplicar enfoques y traspasar las fronteras tradicionales que separan disciplinas para restituir la realidad del color en cada cultura y apreciarlo en toda su complejidad.
Foto 11: Tintes de colores naturales en uso en el México prehispánico: detalle del mural de Diego Rivera, Palacio Nacional, Ciudad de México (Haga clic en la imagen para ampliar)
Lejos de ser fruto de una reflexión aislada, la metodología impulsada por Pastoureau es el legado de investigadores que han defendido el carácter eminentemente cultural de las relaciones del hombre con el color. Si bien la discusión sobre este tema continúa hasta el presente, me sumé a las filas de investigadores que piensan que el ser humano se apropia selectivamente de la información que le transmiten sus sentidos para luego procesarla según distintas modalidades en cada cultura. Es por esto que mi investigación surgió de la tarea de explorar la singularidad de las relaciones que los aztecas habían establecido con respecto al color. En esta perspectiva, extraje datos de las fuentes disponibles para estudiar el pasado mesoamericano con el fin de identificar y analizar algunas de las ideas y prácticas que crearon los aztecas en torno al color, así como los valores semánticos asignados a los colores en esta cultura precolombina. .
Foto 12: Reconstrucción de los colores del monolito Coyolxauhqui en exhibición en el Museo del Templo Mayor, Ciudad de México, 2010 (Click en la imagen para ampliar)
El principal hallazgo de mi investigación fue comprender que los aztecas no concebían el color en abstracto. Más bien, pensaron en el color en términos de su base material. Y esta íntima relación entre el color y su manifestación material determinó en gran medida los usos y significados de los colores en esta cultura, especialmente en la decoración corporal. Para ejemplificarlo, presentaré un estudio de caso que muestra la importancia de la materialidad del color en la ornamentación corporal de los dioses aztecas. Específicamente, me centraré en las diferencias entre el caucho y la tinta a base de hollín, dos sustancias empleadas para ennegrecer los cuerpos de los dioses y los hombres en la sociedad azteca, en las que se puede obtener una mayor comprensión del significado a partir de la comprensión de las propiedades materiales y el significado simbólico. valor de estos productos.
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