Autoeficacia: teoría, ejemplos y consejos
¿Qué es la autoeficacia? Descubre la teoría que la sustenta, comprende en qué se diferencia de la autoestima y la confianza en uno mismo y descubre cómo puedes potenciarla.
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¿Cómo te sientes cuando te enfrentas a una situación difícil? ¿Te sientes seguro y crees que tienes todo lo necesario para triunfar, o dudas de tus habilidades o aptitudes para afrontar la tarea que tienes por delante? La respuesta que das refleja tu autoeficacia ante la situación. Pero, ¿qué es exactamente la autoeficacia? En este artículo, definiremos la autoeficacia, analizaremos las investigaciones sobre este concepto y utilizaremos ejemplos de autoeficacia de la vida cotidiana. También encontrarás consejos útiles para aumentar tu autoeficacia de cara a futuros desafíos.
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¿Qué es la autoeficacia? (Una definición)
Una cosa a tener en cuenta es que la autoeficacia no se trata de tener la habilidad para completar una tarea, sino de si creer Puedes lograr esa tarea. Como la autoeficacia está estrechamente vinculada a tu creencia en tu capacidad para lograr algo específico, puede afectar la forma en que lo manejas. Supongamos que te sientes seguro de que puedes afrontar un nuevo desafío. En ese caso, es posible que estés muy motivado para actuar, poner más esfuerzo en lograrlo y mostrar una mayor resiliencia cuando te enfrentes a la adversidad.
De hecho, una de las nociones básicas de este concepto es que es más probable que participes en actividades y te adentres en tareas para las que posees una alta autoeficacia y menos probable que actúes en aquellas para las que posees una baja autoeficacia (Lunenburg, 2011). Por ejemplo, tú y tu amigo pueden tener tipos de cuerpo y habilidades atléticas similares, pero si tienes una mayor autoeficacia para correr una maratón que tu amigo, es posible que tengas más motivación para entrenar para ello y menos probabilidades de rendirte antes de cruzar la línea de meta.
Además, la autoeficacia es un constructo específico de la situación. En otras palabras, puedes tener una alta autoeficacia en ciertas situaciones, pero una baja autoeficacia en otras. Ilustremos esta noción imaginando dos escenarios. En el primero, alguien te da las llaves de un coche y te pide que la dejes en el hospital. En el segundo escenario, la misma persona te da las llaves de un helicóptero y te pide que la lleves en avión al hospital. A menos que seas piloto, es posible que estés más familiarizado con el funcionamiento de un motor de coche que de un helicóptero; por lo tanto, es posible que tengas una mayor autoeficacia para conducir hasta el hospital que para volar hasta allí. Pero, ¿cómo se desarrolla la autoeficacia? A continuación, descubrirás los orígenes de la teoría de la autoeficacia y los factores que contribuyen a ella.
Vídeo: Autoeficacia: teoría, ejemplos y consejos
La teoría de la autoeficacia de Bandura
Experiencias de maestría
En lo que respecta al desarrollo de la autoeficacia, Bandura ha determinado que las experiencias de dominio, que son los resultados del desempeño pasado de un individuo, son las fuentes de influencia más eficaces (Bandura, 1994). Por ejemplo, si usted ha tenido un buen desempeño en una tarea determinada en el pasado, es posible que se sienta competente para realizar una tarea similar nuevamente. Sin embargo, las experiencias de dominio pueden ser armas de doble filo: sus experiencias positivas pueden aumentar su autoeficacia, mientras que sus experiencias negativas pueden erosionarla.
Experiencias vicarias
Según Bandura, las experiencias indirectas u observaciones del desempeño de otras personas ocupan el segundo lugar en la influencia de la autoeficacia (Bandura, 1994). Observar a otra persona lidiar con una situación similar y verla triunfar puede aumentar la autoeficacia. Sin embargo, al igual que con las experiencias de dominio, ver a otra persona fracasar o experimentar pérdidas puede reducir la autoeficacia.
Persuasión verbal
La tercera fuente de influencia que moldea la autoeficacia es la persuasión verbal. En este caso, lo que otras personas dicen sobre tu desempeño o tu capacidad para actuar moldea cómo te sientes respecto de tu capacidad para manejar el desafío. Además, cuanto más creíble sea la fuente de persuasión verbal, mayor será su influencia sobre la autoeficacia (Won, Lee y Bong, 2017).
Imaginemos que un entrenador de un equipo de natación anima a sus atletas diciéndoles que sus habilidades han mejorado significativamente esta temporada y que cree que les irá muy bien en la próxima competición del campeonato. Como este entrenador utiliza la persuasión verbal de forma positiva, sus nadadores pueden sentirse motivados a entrenar más duro, esforzarse más y tener mayor confianza en sus capacidades para rendir bien. Además, las palabras de aliento de este entrenador probablemente afecten más a la autoeficacia de un nadador que palabras similares que podría escuchar de uno de sus amigos que no saben nadar.
De nuevo, el caso inverso también es cierto: las palabras desalentadoras pueden socavar la autoeficacia. Por ejemplo, si el mismo entrenador de natación les dijera a sus nadadores que esperaba que nadaran mucho mejor o que su rendimiento en la última competencia de natación fue inferior al de su liga, sus nadadores podrían dudar de sus habilidades y sentirse menos seguros de que les irá bien en futuras competencias.
Estados emocionales y fisiológicos
La última fuente de influencia en el modelo de autoeficacia de Bandura involucra las sensaciones internas del individuo en dos aspectos: emocional y fisiológico. En lo que respecta a las influencias emocionales, el estado de ánimo y la actitud pueden afectar la forma en que se enfrenta un desafío. En pocas palabras, tener una actitud positiva puede mejorar la autoeficacia, pero una actitud negativa puede disminuirla (Bandura, 1994).
Las influencias fisiológicas incluyen las reacciones corporales, como la fatiga, los dolores, el placer y los niveles de hormonas del estrés. Según Bandura, las personas que perciben sus reacciones físicas como factores energizantes tienen una mayor autoeficacia, mientras que las personas que las consideran contratiempos tienen una menor autoeficacia (Bandura, 1994).
Por ejemplo, antes me daba pavor dar discursos en público. Antes de subir al escenario, se me aceleraba el corazón y me sudaban las palmas de las manos. Sin embargo, cuando empecé a ver estas reacciones físicas como indicadores de entusiasmo por compartir mis conocimientos con personas que querían aprender de mí, dar discursos en público se convirtió en algo sencillo e incluso agradable. En otras palabras, cambiar mi forma de ver mis reacciones al estrés aumentó mi autoeficacia para hablar en público.
Autoeficacia y teoría cognitiva social de la autorregulación
La teoría cognitiva social pone énfasis en cómo los individuos aprenden y mantienen conductas específicas dentro de un entorno social que influye en la autorregulación de su conducta (Pajares, 1997). La autorregulación es un proceso complejo y depende de las interacciones de múltiples componentes para influir en la conducta (Maddux y Volkman, 2010), que son la autoobservación, la autoevaluación y la autorreacción, además de la autoeficacia (Bandura, 1986; Bandura, 1991).
El primero de estos procesos de autorregulación, la autoobservación, implica evaluar el progreso hacia una meta. Por ejemplo, si tu meta es escribir una novela, cada página que escribas puede darte una sensación de progreso y motivarte a seguir escribiendo. Por otro lado, la autoevaluación te permite ver tu desempeño a la luz de tu meta y comparar tu ejecución con los resultados deseados. Es más probable que un buen desempeño te brinde satisfacción que un desempeño mediocre. Por lo tanto, la autoevaluación puede impulsarte a aumentar tu esfuerzo, lo que en última instancia te proporcionará mejores resultados y mayor satisfacción.
Por último, la autorreacción es cuando modificas tu comportamiento en función de tu desempeño. Supongamos que tu objetivo inicial al escribir tu novela era escribir una página cada mañana. Si día tras día terminas tu página rápidamente y deseas escribir más, es probable que reevalúes tu objetivo diario y lo aumentes a dos páginas o más. Por el contrario, si te cuesta escribir una página entera por la mañana, es posible que cambies tu objetivo a escribir más tarde en el día o que te propongas escribir solo un párrafo.
Vídeo: Teoría de la autoeficacia
La autoeficacia en la investigación psicológica
Autoeficacia y educación
La influencia de la autoeficacia en las conductas de enseñanza y aprendizaje se ha estudiado ampliamente. Por ejemplo, cuando los investigadores compararon a los estudiantes con un buen rendimiento académico con aquellos en período de prueba académica, descubrieron que los estudiantes con éxito tenían una mayor autoeficacia (Hsieh, Sullivan y Guerra, 2007). Los investigadores también descubrieron que los profesores sufren menos estrés laboral y agotamiento cuando tienen una alta autoeficacia (Skaalvik y Skaalvik, 2007; Schwarzer y Hallum, 2008). Además, una mayor autoeficacia de los profesores también tuvo un impacto positivo en la motivación de los estudiantes (Mojavezi y Tamiz, 2012).
Autoeficacia y paternidad
La autoeficacia materna influyó fuertemente en el comportamiento parental cuando se controlaron todos los demás factores (Teti y Gelfand, 1991). Además, la implementación de políticas de apoyo a la lactancia materna en los lugares de trabajo aumentó la autoeficacia de las madres trabajadoras (Wallenborn et al., 2019).
Autoeficacia en el lugar de trabajo
Un metaanálisis reveló una fuerte correlación entre la autoeficacia y la satisfacción laboral y los predictores del desempeño de los empleados (Judge y Bono, 2001). Sin embargo, la autoeficacia también influye significativamente en…