El Prof. Albert Bandura es uno de los académicos más citados del mundo (Haggbloom et al., 2002).
La erudición de Bandura ha formado parte de muchas ramas perdurables de la psicología, incluida la teoría cognitiva social, el determinismo recíproco y la teoría del aprendizaje social.
Los principios derivados del trabajo de este académico han informado políticas en todo el mundo (Zimmerman & Schunk, 2003) y están en el centro de muchas intervenciones de psicología cognitivo-conductual.
Habiendo recibido prestigiosos premios de varias organizaciones notables, incluida una Medalla Nacional de Ciencias del ex presidente Barack Obama, muchos se sorprenderían al saber que el trabajo de Bandura comenzó desde un comienzo humilde.
Más concretamente, todo empezó con un payaso hinchable llamado Bobo. En su laboratorio, Bandura observó que los niños que presenciaron cómo los adultos golpeaban a Bobo, el payaso, tenían más probabilidades de hacerlo ellos mismos. Los hallazgos basados en esta observación se convirtieron en un movimiento de investigación, ahora conocido como teoría del aprendizaje social, que demuestra que el aprendizaje puede ocurrir a través de la imitación y el modelado social (Bandura & Walters, 1977).
Nuestra comprensión de la experiencia humana, el comportamiento y la psicología ha avanzado significativamente como resultado del trabajo de Bandura. En particular, su investigación sobre la teoría cognitiva social y el concepto específico de autoeficacia sirven como base para gran parte de nuestro trabajo en curso como psicólogos positivos (Bandura, 2008).
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Una Perspectiva Agentica de la Psicología Positiva
Hay muchos trabajos excelentes en los que Bandura analiza sus puntos de vista sobre la agencia. Una Perspectiva Agentica de la Psicología Positiva (Bandura, 2008) y su artículo en la Revista Anual de Psicología (Bandura, 2001) son dos puntos de partida.
En sus escritos, Bandura desafía el pensamiento conductista temprano que tenía una visión simplista de la mente y la experiencia humanas. De acuerdo con este punto de vista, se pensaba que los humanos funcionaban como sistemas de entrada y salida, mediante los cuales los estímulos externos ejercen sus efectos, lo que da como resultado una respuesta específica e invariable (como una máquina que se enciende cada vez que se presiona un botón en particular).
Hoy en día, los psicólogos no soñarían con tratar la experiencia humana de manera tan simplista. Sin embargo, la idea de que los humanos están sujetos a los caprichos de su entorno y circunstancias fue, en un momento, el pensamiento dominante.
Gracias al trabajo de Bandura, los psicólogos ahora reconocen que los humanos son los agentes de su autodesarrollo, que pueden adaptarse y autorregularse para lograr el futuro deseado (Zimmerman & Schunk, 2003). Pero lograr este cambio de paradigma en el pensamiento ha requerido el desmantelamiento de muchas escuelas de pensamiento existentes.
Por un lado, Bandura critica el enfoque predominantemente negativo y centrado en la patología en la disciplina de la psicología. Este enfoque de “modelo de enfermedad” contrasta con el enfoque pro-autoeficacia de la psicología positiva, en el que los humanos pueden ejercer control sobre sus fallas y disfunciones (Bandura, 2008).
De manera similar, la agencia y la autoeficacia han dado forma a las creencias en torno a otras experiencias clave, como la del optimismo y el realismo. Antes del trabajo de Bandura, los psicólogos no veían el valor del optimismo, especialmente en situaciones en las que las posibilidades de una persona de lograr el resultado deseado eran bajas. Ahora, gracias al trabajo de Bandura, se reconoce que la capacidad de mantener el optimismo frente a adversidades difíciles es clave para el éxito en muchos roles.
Para citar a George Bernard Shaw:
El hombre razonable se adapta al mundo: el irrazonable persiste en tratar de adaptar el mundo a sí mismo. Por lo tanto, todo progreso depende del hombre irrazonable.
George Bernard Shaw (Goodreads)
Lo que es inspirador es que cualquiera puede desarrollar la autoeficacia. Es decir, la autoeficacia no es un rasgo que algunos tienen y otros no. Más bien, todos pueden ejercer agencia y fortalecer su autoeficacia, independientemente de su entorno pasado o actual (Schunk & Ertmer, 2000).
4 formas de desarrollar la autoeficacia
Bandura evidencia cuatro formas de desarrollar la autoeficacia a lo largo de su investigación.
1. Experiencias de Maestría
Bandura (2008) argumenta que la forma más efectiva de desarrollar la autoeficacia es a través de experiencias de dominio.
No hay mejor manera de comenzar a creer en la propia capacidad para tener éxito que establecer una meta, persistir a través de los desafíos en el camino hacia el logro de la meta y disfrutar de los resultados satisfactorios. Una vez que una persona ha hecho esto suficientes veces, llegará a creer que el esfuerzo sostenido y la perseverancia a través de la adversidad tendrán un propósito al final; Crecerá la creencia en la propia capacidad para triunfar.
Por el contrario, lograr un éxito fácil con poco esfuerzo puede llevar a las personas a esperar resultados rápidos, lo que puede resultar en que se desanimen fácilmente por el fracaso (Bandura, 2008).
La importancia de las experiencias de dominio se vuelve conmovedora cuando las consideramos en el contexto de la crianza y las experiencias de desarrollo temprano. Como padre, existe una fuerte tentación de evitar que un niño experimente un fracaso (a veces denominado «crianza quitanieves»).
Sin embargo, un niño que no aprende a superar la desilusión y no recurre a sus recursos internos para superar los obstáculos perderá oportunidades para desarrollar su autoeficacia. En consecuencia, el niño puede quedar mal equipado cuando se trata de manejar los desafíos que le esperan en la edad adulta.
Experimentar el fracaso es importante para que podamos desarrollar la resiliencia. Esto se hace tratando cada fracaso como una oportunidad de aprendizaje y una posibilidad de alcanzar la competencia a través de un enfoque diferente.
2. Modelado Social
Otra forma en que una persona puede desarrollar la autoeficacia es presenciando demostraciones de competencia por parte de personas similares a ella (Bandura, 2008). En este escenario, la persona que presencia el despliegue de competencia percibe aspectos de su propia identidad en el actor. Es decir, el actor puede tener la misma edad, origen étnico, sexualidad o género que el observador (Bandura, 1997).
El observador, que es testigo del éxito del actor a través de esfuerzos dedicados, se inspirará para creer que él también puede lograr sus objetivos.
Cuando consideramos el poder del modelo a seguir para inspirar confianza en nosotros mismos, podemos comenzar a comprender la importancia de la representación diversa en los medios. En el pasado, habría sido necesario encontrar un modelo a seguir en el entorno social inmediato. Ahora, a través de Internet y otros medios digitales, las personas (especialmente los jóvenes) están expuestas a muchos posibles modelos a seguir.
Si estos espectadores nunca ven a nadie como ellos mostrando actos de competencia en los diversos dominios de la vida (por ejemplo, hablando en los medios, compitiendo en deportes de élite), se les niega la oportunidad de desarrollar la autoeficacia a través de este modelo indirecto y pueden ser menos probable que otras poblaciones persigan sus ambiciones.
3. Persuasión Social
Cuando a una persona se le dice que tiene lo que se necesita para tener éxito, es más probable que lo logre. De esta forma, la autoeficacia se convierte en una profecía autocumplida (Eden & Zuk, 1995).
Si bien no es tan poderoso como el dominio para fortalecer la autoeficacia (Bandura, 2008), que alguien en quien confiamos nos diga que poseemos las capacidades para lograr nuestras metas hará más por nosotros que insistir en nuestras deficiencias.
Por lo tanto, un buen mentor puede impulsar la autoeficacia no solo a través del ejemplo, sino también al servir como una voz confiable de aliento. También pueden ayudar a su aprendiz a reconocer oportunidades en las que pueden demostrar competencia (sin sentirse abrumados) y persuadirlos para que entren al ring.
Otros trabajos (más allá de los de Bandura) incluso han investigado el papel del diálogo interno para fortalecer la autoeficacia y mejorar el rendimiento. Por ejemplo, un estudio encontró que los tenistas que se dieron a sí mismos una charla motivacional antes de practicar un swing en particular se desempeñaron significativamente mejor que un grupo que no se dio una charla motivacional (Hatzigeorgiadis, Zourbanos, Goltsios y Theodorakis, 2008).
Este hallazgo sugiere que podemos persuadirnos verbalmente para creer en nuestras capacidades y fortalecer nuestra autoeficacia.
4. Estados de la fisiología
Por último, nuestras emociones, estados de ánimo y estados físicos influyen en cómo juzgamos nuestra autoeficacia (Kavanagh y Bower, 1985).
Según Bandura (2008), es más difícil sentirnos seguros de nuestra capacidad de éxito cuando sentimos cansancio y mal humor. Esto es especialmente cierto si percibimos estos estados emocionales y fisiológicos como indicativos de nuestra incompetencia, vulnerabilidad o incapacidad para alcanzar una meta.
La introspección y la educación pueden evitar que estos estados físicos se interpreten negativamente. Por ejemplo, al experimentar un fracaso personal o relacionado con el trabajo, las personas pueden practicar la autocompasión.
En niveles crónicos, el bajo estado de ánimo puede tener un efecto debilitante en la autoeficacia y el posterior logro de metas, ya que es probable que las personas con un estado de ánimo crónicamente bajo desistan antes de las metas y demuestren renuencia incluso a alcanzarlas en primer lugar (Bandura, 2008).
De hecho, se ha demostrado que, si bien las personas que sufren de depresión todavía tienen metas, tienen creencias más pesimistas sobre su capacidad para lograrlas con éxito y perciben que tienen menos control sobre los resultados de las metas (Dickson, Moberly y Kinderman, 2011).
En resumen, cambiar las malas interpretaciones negativas de los estados físicos y afectivos es clave para desarrollar la autoeficacia (Bandura, 2008).
La escala de autoeficacia de fortaleza es una herramienta que puede ayudar a desarrollar la percepción y la introspección, y aliviar la necesidad de juzgarnos a nosotros mismos con demasiada severidad cuando cometemos errores.
Cómo la autoeficacia puede influir en usted
En su discusión sobre los vínculos de la agencia con la psicología positiva, Bandura (2008) explica cómo la autoeficacia ejerce sus efectos a través de cuatro procesos internos diferentes.
Procesos cognitivos
Pensar de manera automejoradora (optimista) o autodebilitadora (pesimista) puede influir en el funcionamiento de uno (Bandura, 1994; 2008).
Si alguien cree que sus acciones impactan su experiencia y el medio ambiente, es más propenso a una visión optimista autosuficiente. En otras palabras, no importa cuál sea la circunstancia, se puede hacer ‘algo’ para afectar el resultado final.
Sin esta creencia, puede dominar un proceso de pensamiento más pesimista, y los eventos pueden interpretarse como ‘fuera de mis manos’. Cuando el individuo es un pasajero en el viaje que es su vida, no hay lugar para la agencia.
Motivacional
La autoeficacia significa creer en el valor de la motivación para influir en cualquier resultado. Si alguien no se siente impulsado a alterar un evento, es menos probable que haga un esfuerzo para producir un resultado en particular, particularmente frente a los obstáculos. Hacerlo sería percibido como un desperdicio de energía (Bandura, 1994).
Por lo tanto, sentirse seguro en la propia eficacia conduce a una motivación autodeterminada. La búsqueda de objetivos no se convierte en una cuestión de «¿puedo alcanzar mi objetivo?» sino más bien, “¿qué se requiere para que alcance mi meta?”
A menudo, se debe considerar la autoeficacia colectiva. Es decir, ¿qué cree un grupo que puede lograr en términos de una meta común? Para usar las palabras de Bandura (2008, p. 3): “La creencia compartida de las personas en su eficacia colectiva para lograr…