Nuestra capacidad para autorregularnos o ejercer control sobre nuestras emociones y comportamientos es una habilidad fundamental que evoluciona a medida que maduramos y envejecemos. El objetivo de la autorregulación es obtener control sobre nuestras emociones y comportamiento para actuar en nuestro mejor interés a largo plazo. Nos ayuda a superar la vida cotidiana y a afrontar circunstancias normales e inesperadas.
Incluso para los más resilientes, hacer malabarismos con las exigencias diarias y afrontar eventos inesperados y factores estresantes cotidianos puede ser un desafío. A menudo es una prueba extremadamente difícil para quienes se encuentran en el espectro del autismo. La composición neurológica, junto con los desafíos sensoriales, las luchas con la comunicación y la adaptación al cambio, presentan capas adicionales de dificultad para comprender las respuestas emocionales y modular las conductas.
¿Su hijo se distrae fácilmente causándole dificultades para atender y completar tareas? ¿Ha experimentado crisis nerviosas importantes mientras esperaba con usted en la fila de una tienda de comestibles? ¿Su hijo tiene tanta ansiedad en situaciones nuevas que usted opta por permanecer en la seguridad y familiaridad de su hogar y no viajar ni asistir a reuniones sociales? Estos son sólo algunos ejemplos de las limitaciones resultantes de las dificultades de nuestros hijos con la autorregulación.
La buena noticia es que la capacidad de regular el propio comportamiento se compone de un conjunto de habilidades que se pueden enseñar y mejorar con el tiempo para todos los niños, incluidos aquellos con autismo, TDAH u otros problemas neurológicos.
La autorregulación es la capacidad de gestionar comportamientos y emociones para que una persona pueda adaptarse y satisfacer con éxito las demandas de cualquier situación. Temple Grandin la define como “la habilidad de gestionar los sentimientos para que no alcancen niveles abrumadores e interfieran con el aprendizaje y el desarrollo. Muchas personas en el espectro necesitan apoyo mientras luchan por controlar sus emociones y mitigar su ansiedad”.
Cualquier tipo de intervención terapéutica suele tener como objetivo la autorregulación o la capacidad de ayudar a los receptores a alcanzar niveles de equilibrio en los que puedan regular eficazmente sus propias emociones y comportamientos. El objetivo final es ayudar a la persona a reducir el exceso de activación en el sistema nervioso que resulta en una respuesta inapropiada de lucha o huida.
La función ejecutiva es el principal sistema operativo ubicado en una región prefrontal del cerebro responsable de los procesos cognitivos necesarios para el comportamiento dirigido a objetivos. Evoluciona en el curso del desarrollo del niño. Los procesos comunes de la función ejecutiva para el comportamiento dirigido a objetivos incluyen la memoria de trabajo, el inicio de tareas, la atención sostenida, la inhibición, la flexibilidad, la planificación, la organización y la resolución de problemas. Se trata de habilidades que, en mayor o menor medida, se pueden enseñar a todas las personas, incluidos los niños con autismo.
Los procesos implicados en la autorregulación se dividen en tres áreas generales: regulación sensorial, regulación emocional y regulación cognitiva.
La regulación sensorial permite a los niños mantener un nivel apropiado de excitación para responder eficazmente a los estímulos sensoriales presentes en todos los entornos. La regulación emocional les permite responder a las reglas sociales iniciando, inhibiendo o modulando su comportamiento para que se ajuste a una gama adecuada de emociones en cualquier situación. La regulación cognitiva implica emplear los procesos mentales necesarios para el aprendizaje y la finalización de tareas para resolver problemas con atención sostenida y persistencia.
Para muchos niños con autismo es un desafío comprender lo que sienten para poder controlar sus respuestas emocionales y conductuales. Debido a su cableado neurológico único, tienden a experimentar una sobrecarga sensorial, lo que puede colocarlos en un estado perpetuo de «lucha o huida». Enseñarles habilidades específicas, incluida la capacidad de identificar los factores desencadenantes, cómo volverse más conscientes de sí mismos y reconocer las etapas iniciales de la sobrecarga sensorial o emocional, cómo comunicar sus sentimientos y seleccionar estrategias de afrontamiento efectivas, constituyen las bases para desarrollar una autoconciencia eficaz. regulación.
Aunque puede ser una tarea larga y tediosa, aprender estas habilidades es fundamental para el éxito, la felicidad y la calidad de vida general de nuestros hijos.
Las dificultades con la autorregulación se manifiestan de diversas formas. Estos pueden incluir rabietas, falta de atención y concentración, problemas con las transiciones y la adaptación al cambio, impulsividad, dificultades sociales, hipo o hiperreactividad al sonido, el tacto o el movimiento, y dificultades para comprender y aprender nuevas tareas.
La autorregulación es un conjunto de habilidades que pueden mejorar con el tiempo con estrategias adecuadas dirigidas al procesamiento sensorial, las habilidades de comunicación y la autoconciencia. Una de las intervenciones más utilizadas y populares para estudiantes con trastorno del espectro autista es el plan de estudios de Zonas de Regulación desarrollado por Leah Kuypers, MA Ed., OTR/L. Desarrolló el sistema basándose en su amplia experiencia como terapeuta ocupacional y especialista en autismo en el sistema de escuelas públicas de Estados Unidos.
Leah Kuypers aprendió que los problemas de sus alumnos con la regulación emocional y sensorial eran el resultado de déficits subyacentes en su capacidad para afrontar sus emociones y autorregularse eficazmente. Se dio cuenta de que las intervenciones para mitigar las conductas problemáticas a menudo eran ineficaces ya que se centraban únicamente en las conductas y no en los déficits subyacentes. Esto resultó en un enfoque tipo curita que penalizaba a los estudiantes por los comportamientos sin darles las habilidades necesarias para remediar la causa.
Leah Kuypers señaló que el comportamiento desadaptativo a menudo resulta de la incapacidad de afrontar eficazmente un factor estresante que no es manejable con la capacidad actual. Su marco de Zonas de Regulación se basa en la premisa de que la autorregulación requiere la integración de muchas habilidades de base neurológica. Estos incluyen el procesamiento y la modulación sensorial, la regulación emocional, el funcionamiento ejecutivo, el procesamiento del lenguaje, el lenguaje pragmático, la toma de perspectiva, la cognición social y la coherencia central. Dadas las complejidades del conjunto de habilidades necesarias para la autorregulación, parece óptimo utilizar un enfoque interdisciplinario para identificar y abordar los déficits subyacentes.
Las Zonas de Regulación son un marco que apunta a los déficits subyacentes con el objetivo final de mejorar la autorregulación y el éxito social. Las técnicas y zonas se centran en el autocontrol, el desarrollo de la resiliencia emocional, la autogestión, el control de los impulsos y la regulación sensorial. Cualquier niño, con o sin autismo, que tenga dificultades con la autorregulación puede beneficiarse enormemente del plan de estudios de Zonas de Regulación.
Las Zonas enseñan a los niños a ser conscientes de sí mismos en términos de su capacidad para reconocer cuándo se están moviendo hacia un estado menos regulado. Aumenta su conciencia de los factores externos (desencadenantes situacionales y factores internos): estados fisiológicos, niveles de excitación y emociones. Les ayuda a comprender cómo sus comportamientos influyen en los resultados, incluidas las percepciones de los demás. El marco de Zonas utiliza un enfoque cognitivo conductual sistemático para enseñar la autorregulación mediante el uso de cuatro zonas concretas para describir los sentimientos y estados de alerta que experimenta un niño.
El Zona roja Describe estados extremadamente elevados de alerta y emociones intensas, que incluyen ira, rabia, tristeza intensa y terror. Estas son las emociones asociadas con una respuesta de lucha o huida.
El Zona Amarilla describe emociones elevadas y estados emocionales intensificados, pero excluye las intensas experiencias emocionales de la Zona Roja. Estas emociones pueden ser negativas o positivas, incluyendo ansiedad, estrés, nerviosismo, excitación e inquietud.
En el Zona verde, una persona se siente tranquila y alerta. Los estados emocionales comunes incluyen felicidad, satisfacción, calma y disposición para aprender.
El Zona Azul Describe estados bajos de alerta. Las emociones típicas que se experimentan en este estado incluyen tristeza, aburrimiento y agotamiento. Una persona puede sentirse cansada o deprimida mientras se encuentra en esta zona.
Las zonas son análogas a las señales de tráfico, con la zona verde asociada con estar seguro y listo para continuar, la zona amarilla indica precaución, la zona roja representa una emergencia que requiere una respuesta inmediata y la zona azul se compara con un área de descanso cuando alguien llega. a través de un largo viaje por carretera.
Enseñar a un niño a identificar y etiquetar estados internos y emociones en sí mismo y en los demás y a comunicarlos requiere métodos explícitos. Los niños deben aprender cómo se ven y se sienten los distintos estados y emociones. Las diferentes herramientas utilizadas para enseñar la autoconciencia y reconocer estados y sentimientos internos incluyen etiquetar emociones en videoclips o imágenes que representan diferentes emociones. Los juegos de roles, las historias sociales y el modelado del momento son herramientas útiles adicionales.
Es importante que los padres y cuidadores modelen comportamientos apropiados y “guíen” a los niños a través de las emociones a medida que las experimentan, incluyendo etiquetar la emoción, ayudar a identificar sus desencadenantes y experimentar y utilizar habilidades de afrontamiento efectivas. Por ejemplo, un padre puede decir lo siguiente: “Me siento molesto cuando me quedo atrapado en el tráfico. Puedo respirar profundamente diez veces. Me ayudará a relajarme” o “Te ves cansado después de trabajar en la tarea de matemáticas. ¿Necesitas tomar un descanso?
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Ayudar a los niños a identificar los desencadenantes de sus diversas emociones puede prepararlos mejor para los factores estresantes diarios inevitables y enseñarles cuándo tener precaución. Los padres y cuidadores pueden ayudarlos a explorar, experimentar e identificar estrategias y herramientas útiles para ayudar a regular sus emociones y comportamientos.
Diferentes niños pueden requerir y responder de manera diferente a las diversas habilidades de afrontamiento o al menú de herramientas de zonas, incluido cualquiera de los siguientes: estrategias de respiración, escuchar música, saltos, tomar un descanso en un lugar tranquilo, usar una variedad de inquietudes sensoriales, identificar el tamaño del problema, salir a caminar, beber agua o diferentes actividades sensoriales. El uso de apoyos visuales que incluyan una lista de posibles desencadenantes, un cuadro de sentimientos y un menú de herramientas de afrontamiento eficaz puede ser muy útil para proporcionar los soportes necesarios para aprender a autorregularse.
Las sugerencias adicionales para ayudar a su hijo a adquirir una sensación de control y desarrollar la autorregulación incluyen las siguientes:
- Modele usted mismo el comportamiento apropiado y las habilidades de afrontamiento: etiquete sus sentimientos y explique cómo los va a manejar.
- Comunique sus expectativas de forma clara y tranquila.
- Muestre empatía reconociendo los sentimientos de su hijo y haciéndole saber que todos se sienten enojados, tristes o decepcionados a veces.
- Practique actividades calmantes experimentando y aprendiendo qué funciona mejor para su hijo, incluido cualquiera de los siguientes: actividades propioceptivas, actividades vestibulares, presión profunda, trabajo muscular profundo, actividades orales y táctiles.
- Prepare un lugar relajante especial que ofrezca comodidad y que pueda incluir cojines, mantas, animales de peluche, una mecedora, una pelota de yoga o elementos sensoriales. Enséñele a su hijo a usar ese lugar cada vez que se sienta molesto, abrumado o simplemente necesite tomar un descanso.
- Ayude al niño a expresar sus sentimientos usando palabras o imágenes.
- Proporcione un horario visual para el día.
- Prepare a su hijo para las transiciones brindándole recordatorios verbales/visuales y utilizando cronómetros visuales: “Te quedan cinco minutos para jugar en el…