Ella lo soltó.
Ella lo soltó. Sin pensar ni decir una palabra, lo soltó.
Ella soltó el miedo.
Dejó de lado los juicios.
Dejó de lado la confluencia de opiniones que pululaban por su cabeza.
Dejó ir el comité de indecisión que había dentro de ella.
Dejó de lado todas las razones «correctas».
Total y completamente, sin vacilación ni preocupación, simplemente lo dejó ir.
Ella no pidió consejo a nadie.
No leyó ningún libro sobre cómo dejarse llevar.
Ella no buscó las Escrituras.
Ella simplemente lo dejó ir.
Dejó ir todos los recuerdos que la detenían.
Dejó ir toda la ansiedad que le impedía seguir adelante.
Dejó de lado la planificación y todos los cálculos sobre cómo hacerlo bien.
Ella no prometió dejarlo ir.
Ella no escribió un diario sobre eso.
No anotó la fecha proyectada en su Day-Timer.
No hizo ningún anuncio público ni publicó ningún anuncio en el periódico.
No revisó el informe meteorológico ni leyó su horóscopo diario.
Ella simplemente lo dejó ir.
No analizó si debía dejarlo ir.
No llamó a sus amigos para discutir el asunto.
Ella no hizo un Tratamiento Mental Espiritual de cinco pasos.
Ella no llamó a la línea de oración.
Ella no pronunció una palabra.
Ella simplemente lo dejó ir.
No había nadie cerca cuando sucedió.
No hubo aplausos ni felicitaciones.
Nadie le agradeció ni elogió.
Nadie notó nada.
Como una hoja que cae de un árbol, ella simplemente la soltó.
No hubo ningún esfuerzo.
No hubo lucha.
No estuvo bien ni estuvo mal.
Era lo que era y es sólo eso.
En el espacio de dejar ir, ella dejó que todo fuera.
Una pequeña sonrisa apareció en su rostro.
Una ligera brisa la atravesó. Y el sol y la luna brillaron para siempre…
~ Rev. Safire Rose (Visite su sitio web).
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