Mi marido es divertido, tímido, gentil y amable. También tiene parálisis cerebral.
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Conocí a mi esposo, David, en 2014. Habíamos estado charlando en un sitio de citas y sabíamos que queríamos conocernos lo antes posible. Sólo habían pasado dos semanas y ya estábamos hablando como si fuéramos a estar juntos para siempre. Creo que ambos sabíamos que habíamos encontrado a nuestra alma gemela. Hablar entre nosotros se sentía natural y me costaba recordar un momento en el que los mensajes de David no formaban parte de mi vida diaria.
A los pocos mensajes, David me dijo que tenía parálisis cerebral y entendió si ya no quería hablar con él. No pude entender esto y pensé que estaba siendo tonto. Pero cuando nos reunimos para nuestra primera cita, entendí lo que quería decir.
Estoy físicamente capacitado y fui ignorante e ingenuo. No tenía idea de cómo trataba la gente a las personas discapacitadas. Pensé que la discriminación no ocurría a menudo.
Estaba increíblemente equivocado.
Estábamos nerviosos porque no nos habíamos conocido en persona antes, así que decidimos caminar por la ciudad y charlar para sentirnos más cómodos el uno con el otro. Me sorprendió la cantidad de personas que lo miraban. No sólo una mirada rápida, mirada fija. Era como si su curiosidad y sus juicios significaran más para ellos que respetar a David como persona y verlo como igual a cualquier otra persona.
Me resultó difícil mirar fijamente porque en ese momento tenía ansiedad social. Mi peor miedo era que me miraran en público. Pero, curiosamente, esta realidad no era tan aterradora. Miré a David para ver si estaba bien y no parecía afectado. De hecho, era como si no se hubiera dado cuenta. Había estado lidiando con esto toda su vida y había aprendido maneras de no darse cuenta o no preocuparse por lo que hacían otras personas.
Se suponía que la cita duraría un par de horas pero estuvimos juntos todo el día. Desde entonces, no hemos pasado mucho tiempo separados. Y en ese tiempo he aprendido mucho de David.
Lo primero que aprendí fue a no ser tan cohibido en entornos sociales. Siempre nos miraban fijamente y, a veces, la gente hacía comentarios. Es extraño, pero el hecho de que mi peor pesadilla de gente mirándome o juzgándome se haya hecho realidad es lo que mejoró mi ansiedad social. I…