La enseñanza es un superpoder.
Foto de Jo Szczepanska en Unsplash
Siempre te gustó ayudar a los demás.
Siempre te gustó trabajar con niños o adolescentes, ayudándolos a comprender el mundo que los rodea.
Y entonces fuiste a la escuela.
Y más escuela.
Y te convertiste en maestra.
Cada día que pones un pie en ese salón de clases, puedes mostrarles cómo dar lo mejor de sí mismos al mundo.
Es una enorme responsabilidad: abrácela.
Acepte las diferencias del día, especialmente cuando esos planes de lecciones salen mal. Estás enseñando a humanos, no a robots, y a veces las cosas no salen según lo planeado. Es parte del concierto. Pero si no abordas cualquier crisis que esté interrumpiendo ese plan perfecto, nadie retendrá la información que estás tratando de enseñar.
La enseñanza es un superpoder. Y es probablemente una de las profesiones más infravaloradas en nuestro país. Pero debes saber que te veo. Te valoro. Y también lo hacen sus alumnos, incluso en los momentos en los que parece que preferirían estar en otro lugar, sepa que si ama lo que hace y ama enseñar, lo recordarán por el resto de sus vidas. Mi profesora favorita en la escuela secundaria era la Dra. F. Ella era mi profesora de biología. Tengo una carrera que no tiene absolutamente nada que ver con la biología. Pero ella me dejó una impresión, como estudiante y como ser humano, que nunca olvidaré, y me gradué de la escuela secundaria hace varios años.
La enseñanza brillante trasciende el tiempo.
Nunca parece que haya suficiente tiempo, y no estás solo en eso. Nunca parece que haya tiempo suficiente para preparar a sus alumnos para un examen. No hay suficiente tiempo para prepararlos para un espectáculo. O un juego. No hay tiempo suficiente para trabajar todo el día y la noche y luego volver a casa y preparar una cena saludable. No hay suficiente tiempo para pasar con sus seres queridos, calificar trabajos, prepararse y aun así dormir al menos seis horas.
Muy a menudo la gente bromea sobre cómo encontrar el equilibrio entre vida personal y laboral, ¿y sabes qué? Quizás ese sea el problema: nos decimos a nosotros mismos que cada día tiene que estar perfectamente equilibrado con la cantidad perfecta de trabajo y la cantidad ideal de tiempo libre, y luego nos castigamos cuando eso no sucede. A veces los días son perfectos…