Fuente: Pinterest.com/Moziru.com
Querida marsha,
No sé si te diste cuenta o tal vez nunca lo expresamos, pero ha pasado más de un año desde que nos enamoramos el uno del otro. Digo ‘nos enamoramos el uno del otro’ y no nos enamoramos porque creo que incluso si ya no sabemos en qué rincón del mundo estamos, en cualquier momento, tal vez todavía nos estemos enamorando.
¿Es un año de nutrir una relación, de la cual no hablamos durante meses y posiblemente pasamos diez días o incluso menos juntos?
Y al igual que hace un año, es estúpidamente obvio para mí que la parte más brillante de mi día es sólo cuando tengo noticias tuyas o si terminamos viéndonos. Incluso sabiendo que esto último es imposible dada la naturaleza del tiempo y la distancia entre nosotros, no me hace excluir la idea de que tal vez tú también estés, sin ton ni son, pensando en la posibilidad de que «nosotros» estemos en algún mundo.
Sigues siendo lo último que tengo en mente cuando duermo y lo primero cuando me despierto. Cuanto más me alejo de ti, más aprecio lo que tuvimos y más anhelo lo que podría ser.
Como una droga que se ha filtrado en mis venas, no puedo deshacerme de ti. No me importa. Sólo desearía saber qué hacer con él.
Ojalá algún día volvamos a encontrar lo que teníamos. No es que lo hayamos perdido, porque eso es impensable. Pero déjate poseer por ello, como lo hacíamos cuando estábamos juntos, hasta que el tiempo y la distancia nos aniquilaron.
No puedo olvidar cuánto te busco, en cada momento, incluso ahora. Cada vuelta en una noche de insomnio me recuerda tu toque, por el que me empujaste, en medio de nuestro sueño. Cada rayo de sol me recuerda cuando caminábamos en medio de Central Park con una paleta compartida, incluso cuando una mano sudorosa se posaba en la del otro y cada olor a lluvia me recuerda cuando nos besamos en esa librería polvorienta de Brooklyn. Tengo miedo de decirlo por eso, pero siento que algo está roto ahora y no puedo señalarlo.
Probablemente sea obra mía, mi búsqueda, por así decirlo, de tener ese tenedor en el ángulo exacto junto al plato. La necesidad de sentirte en mis brazos y experimentar las alturas en espiral del deseo y exclamar que «fue perfecto». Como dos ladrones en medio de una carretera que se detienen para besarse con tanta pasión que no les importa quién los persigue.
Pero se siente como si ahora hubieras mirado por encima. Quiero entender por qué lo hiciste pero no puedo.
Pero tampoco hay compulsiones en la vida, sólo opciones. Tú ejercitaste el tuyo. Y por ahora debo ejercitar la mía y marcharme.
Tuyo,
Robin