Le pregunté a mi esposa si podía salir con su hermana

Foto de Long Truong en Unsplash

Una luna de miel de cinco semanas en Sudamérica.

¿Qué puede salir mal?

Todo.

Nuestra relación ya estaba luchando por mantenerse a flote. Algo así como arrancar el timón en el muelle mientras se zarpa. El Titanic al menos logró salir a aguas abiertas antes de hundirse. No logramos salir del puerto.

Quizás un capitán hábil podría haber navegado por las agitadas aguas de las relaciones y haber encontrado una manera de mantener todo a flote.

No soy un capitán hábil.

Pero me aseguré absolutamente de hundirme con el barco.

El día de nuestra boda y nuestra luna de miel reservaron aproximadamente seis semanas de espacio abierto. Necesitábamos tiempo para que ella recibiera su nuevo pasaporte, además pensamos que Sudamérica sería mucho más cálida si esperáramos más hasta los meses de verano del continente.

Esas seis semanas no fueron tan agitadas. Aparte de mí, descubrir que ella todavía estaba conviviendo con el chico con el que había estado conviviendo antes de nuestra boda.

Un detalle menor.

De más está decir que no estábamos en el mejor de los lugares cuando llegó el momento de partir hacia nuestra luna de miel.

Vivíamos juntos pero no podía mirarla. Compartimos la misma cama pero no podía dormir a su lado. Cuando ella regresaba del trabajo mi corazón saltaba de la emoción antes de caer por un barranco y estallar en pedazos. Como una obra de arte lenticular, la vería como la mujer que amaba antes de que el ángulo cambiara y ella se convirtiera en una extraña a la que apenas conocía.

Y lo odié.

En cierto modo la odiaba.

No sería mentira decir que esperaba más la luna de miel que la boda. Ella robó la idea de una luna de miel perfecta y la metió en un saco con mi corazón y mi alma.

Qué hizo con ese saco, no lo sé.

¿Por qué decidí ir con ella? ¿Por qué no la dejé y disfruté el viaje por mi cuenta? Todas buenas preguntas. Básicamente, no estaba seguro de si mi boleto sería cancelado si intentaba registrarme en la aerolínea sin la otra mitad de mi grupo. Pensé que no sería así, pero tampoco quería saberlo.