Deja de mirarte al espejo y empieza a mirar dentro.
Foto de Amelia Bartlett en Unsplash
I Miré en el espejo mi reflejo y no pude evitar sentirme decepcionado. Parecía cansado y me sentía cansado. Mi piel estaba manchada y deshidratada. Mi cabello era demasiado rubio. Mis pestañas eran demasiado largas. Miré el teléfono para ver si había un mensaje de texto de mi último interés amoroso; no lo había. Mi estado de ánimo a menudo dependía totalmente de si recibía un mensaje vacío del hombre del día. Aunque casi a diario llegaban cajas con ropa nueva y elegante, siempre sentí que no tenía nada que ponerme. Racionalicé mis gastos diciéndome que era mi momento de reinventarme. En cierto sentido, esto era cierto. Pero no era mi apariencia ni mi vestuario lo que necesitaba revivir, era mi espíritu.
Convertirse en diosa no era una mirada, era una forma de vida.
Un año antes, me encontraba recientemente divorciada y recuperándome de una historia de amor condenada al fracaso, que me dejó ansiosa, deprimida y confundida. Mi energía estaba apagada, muy apagada. Pensé para mis adentros: «No me siento como una diosa». Es interesante que esas fueron las palabras que me vinieron a la mente porque hasta entonces, no había pasado mucho tiempo considerando lo que se sentía ser una diosa. Ahora creo que la diosa volvió a mí cuando más la necesitaba. Decidí que empezaría a actuar como una diosa.
Primero, me concentré mucho en mi apariencia. Me aseguré de lucir siempre lo mejor posible. Eso no me trajo ninguna paz porque cuanto más me concentraba en mi apariencia, más pensaba que algo andaba mal con ella. Tuve muchas citas con hombres que conocí en línea. Como buscaba hombres que validaran mi valía, si las cosas no funcionaban, me sentía aplastada, incluso si no pensaba que éramos compatibles. Cuando estos intentos no me acercaron más a sentirme como una diosa, traté de enmascarar mi sentimiento de inquietud e incertidumbre con alcohol. Por supuesto, beber no ayudó. Simplemente me sentí culpable por haber dependido de una sustancia para brindarme consuelo. Beber habitualmente me hacía sentir entumecido, complaciente y estancado.
No necesitaba productos ni tratamientos costosos para lucir bella, necesitaba sentirme bien por dentro para irradiar belleza.