Internet ha cambiado la forma en que amamos.
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Cuando tenía poco más de 20 años, coincidí con este chico en Tinder; llamémoslo Ted. Ted parecía un chico dulce. Su perfil era normal: sin fotos de pesca ni descripciones extrañas. Cuando charlamos, nuestra conversación transcurrió sin problemas. Pronto descubrimos que habíamos ido a la misma universidad y encontramos muchos intereses comunes.
Después de unas semanas de charlar, decidí darle una oportunidad y tuve una cita.
Y la fecha estaba… bien.
Esa noche experimenté algo único para mí: la cita no fue horrible, pero tampoco grandiosa. Era la primera vez que tenía una cita intermedia. Por mis experiencias anteriores, siempre llegaba a casa con una decisión clara sobre si la persona merecía otra oportunidad o no.
Ted era un buen tipo e hizo todo bien: eligió un lugar agradable, mantuvo una conversación amistosa y fue educado. Sin embargo, eso fue todo. No había nada excepcional en él, nada que me impresionara mucho. Me encontré frente a un dilema: no tenía motivos para rechazarlo. Pero, al mismo tiempo, no tenía motivos para darle otra oportunidad.
Después de unas copas de vino con mis amigos y un análisis exhaustivo de la situación, decidimos juntos que Ted no tendría una segunda cita.
Llegar a una decisión no fue suficiente para sacarme el problema de la cabeza. Así que seguí reflexionando sobre ello durante las siguientes semanas, tratando de identificar qué hacía que alguien tuviera o no una segunda cita.
Al final, me enfrentaba al panorama más amplio de los problemas contemporáneos de las citas. Después de analizar mis experiencias anteriores con aplicaciones de citas y redes sociales en general, me di cuenta de cuánto había afectado mi mentalidad sobre las citas:
Tener más opciones no siempre es mejor.
Las redes sociales nos brindan opciones ilimitadas para socios.
Encontrar a alguien se vuelve tan fácil como deslizar el dedo hacia la derecha en Tinder o darle me gusta a las fotos de alguien en Instagram. Puedes encontrar todo tipo de personas: deportistas, nerds, extrovertidas, introvertidas. Tu dilo.
Mi cita con Ted no fue tan mala como parecía. Era un tipo decente, el restaurante era encantador y compartíamos algunos intereses. Entonces, ¿por qué decidí no…?