Pero algún día aprenderás
Que estés donde estés y enfrentes lo que enfrentes
Estas son las personas que te harán sentir seguro en este mundo.
– Tim Minchin, Vino blanco al sol
«I Creo que alguien ha captado sentimientos…” dice Abe, mirándome a los ojos desde el otro lado de la mesa de un pub con patio mientras esperamos nuestras bebidas. Se recuesta en su silla, medio alejado de mí. «Está en tus ojos, cómo me miraste hace un momento, todo estrellado».
Me pillaron con la guardia baja. Sé que está pescando. Me siento en aprietos, vulnerable mientras él mantiene sus propias cartas cerca de su pecho.
Se muerde el labio inferior y levanta las cejas como para convertir su afirmación en una pregunta. Luego sonríe, esa sonrisa descarada que es en gran parte responsable de mi decisión de dejarlo todo para visitarlo en primer lugar, para explorar la conexión que comenzó entre nosotros unos meses antes, en un lugar diferente.
Me siento, apoyándome en el codo para poder apoyar la mano y protegerme los ojos del sol poniente y de la intensidad de su mirada.
Intento resolver mis complicados sentimientos por este hombre frente a mí. Pero no sé cómo responder. Todavía estoy atrapado en el significado de la conversación que condujo a este momento.
ABe y yo caminábamos a lo largo del río de la ciudad, mi mano sumergida en la suya y, de todas las cosas en este día de finales de primavera, estábamos hablando de un villancico. Vino blanco al sol. Una especie de villancico secular y alternativo sobre la Navidad y sus adornos.
Pero más que eso, es una canción sobre la familia, la pertenencia y el regreso a casa. Hogar, tanto como un sentimiento que llevas contigo como un lugar físico ubicado en las personas en las que puedes confiar, pase lo que pase.
“No creo que alguna vez tenga eso”, me dijo con total naturalidad. «Me entristece pensar…»
Abe describe su infancia como algo a lo que sobrevivió. Su camiseta favorita luce el lema: “No viene nadie. Depende de nosotros.» Una obsesión decidida por hacerse rico y comprar…