Cómo perderlo todo fue lo mejor que me pasó en la vida

A veces, los reveses que tememos nos destruirán resultan ser regalos que nos hacen libres.

En la mayoría de los casos, mi vida había sido un éxito. Fue una vida envidiable que incluyó una exitosa carrera en finanzas, matrimonio y muchas posesiones materiales. Pero a pesar de mi éxito exterior, algo faltaba: sentía un vacío del que había huido desde la niñez. Esperaba que mis logros me liberaran de estos sentimientos, pero no lo habían hecho en absoluto.

No podía entender por qué carajo no estaba feliz. Una tarde, sentado en mi escritorio, mientras el crepúsculo se filtraba a través de las persianas apenas abiertas, me atravesó un pensamiento que me sobresaltó y me asustó muchísimo: si no puedo ser feliz con todo lo que tengo, tal vez no lo merezco. para mantener esta vida.

Y durante los siguientes años, con una combinación de autosabotaje y mala suerte, procedí a perderlo todo.

Antes de darme cuenta, me encontré sentado en una mesa en la oficina de mi abogado, con un bolígrafo temblando en mi mano derecha. La venta de nuestra casa se estaba cerrando. Me estaba divorciando y no podíamos permitirnos mantener la casa. Después de pagar los honorarios legales, las deudas y la hipoteca, no quedaría nada.

Estabilicé mi mano el tiempo suficiente para garabatear mi nombre en los papeles; necesité todo lo que tenía para evitar que las lágrimas lavaran la tinta antes de que se secara. Lo que había firmado era una declaración de que mi vida era un fracaso total y nunca volvería a ser la misma.

Si bien la venta marcó la culminación de mi colapso financiero, mi batalla contra la vergüenza y la baja autoestima apenas comenzaba.

Las semillas plantadas durante mi infancia en un hogar alcohólico se habían convertido en las malas hierbas disfuncionales que me paralizaron. El mensaje que aprendí fue que el éxito financiero sería la única medida de mi vida y, durante un tiempo, pude ocultar dentro de mi éxito la baja autoestima resultante de mi educación traumática.

Pero después de perder mi trabajo, mi esposa y la mayoría de mis posesiones, me encontré de nuevo donde comencé, sintiéndome desnudo y expuesto, sin nada más que el dolor punzante de no ser lo suficientemente bueno para tener compañía.