Una tarde de invierno, al sacar la ropa sucia, noté que la mayor parte de mi ropa interior era terriblemente fea. Es vergonzoso decirlo, pero creo que algunas de mis bragas recordaban tiempos de la escuela secundaria. Eran de colores decolorados, con flores y corazones infantiles. Los patrones ya casi no eran visibles, y algunos pares incluso mostraban signos de períodos de adolescencia que nunca desaparecían.
Empecé a tender la ropa interior para que se secara y examiné cada par con atención. Algunos de ellos fueron comprados recientemente, lo que los hizo lucir mucho mejor, y noté que los estaba tratando con especial atención. Cuando colgué esta ropa interior más nueva y bonita, me aseguré de enderezarla antes de colocar la cuerda. Incluso si era incomprensible para un observador externo, obviamente estaba poniendo especial cuidado al tratar con las mejores bragas.
Los que recordaban la secundaria y numerosas épocas fueron los últimos en ser atendidos. Intenté no mirarlos demasiado.
Cuando terminé de lavar la ropa, me asaltó una pregunta. ¿Por qué no me deshacía de esos pantalones que ya no me gustaba usar? ¿Necesitaba conservarlos sólo porque todavía no se estaban cayendo a pedazos? ¿Por qué me obligaba a ponerme esta cosa fea en el trasero, una y otra vez, mientras guardaba pares más bonitos para ocasiones especiales (como los lunes, cuando quería empezar bien la semana)?
‘Bueno’ — me dije a mí mismo. — ‘Ahora que comencé a ganar dinero escribiendo, puedo hacer algo bueno con ello. Me conseguiré un regalo: un conjunto nuevo de ropa interior bonita. Incluso si no son muy caras y elegantes, déjame ponerme un lindo par de bragas todos los días”.
(No me importaban demasiado los sostenes porque, para ser honesto, el tamaño de mis senos realmente no exige un sostén. La excepción es cuando quiero que mis senos parezcan más grandes por alguna razón, pero este deseo está decayendo a medida que pasa). Por suerte, estoy envejeciendo).
Así que tomé la decisión de tirar todas las bragas que no me gustaban usar y dejar solo mis favoritas en el cajón. De los 23 pares que tenía, 18 fueron a la basura. Debo decir que hubo dudas con cada par que soltaba.
‘Bueno, este todavía es bueno para usarlo, de verdad’, me decía mi mente. ‘Debería…