¿Y por qué no siempre es fácil?
Fuente: risasocreates.blogpost.com
He encontrado mi hogar en ti, sin importar dónde estemos.
Te veo en mí y tú me ves en ti. Un reconocimiento innegablemente claro y profundo.
Cuando estamos juntos, nos fundimos en uno, volvimos 100 veces más poderosos, más vivos, más conscientes.
Nos desafiamos y enfurecemos unos a otros como nadie más podría hacerlo, sacando a relucir las represiones, los miedos más oscuros y las heridas centrales de cada uno. Pero lo hacemos precisamente para darnos cuenta de dónde y qué aún necesitamos sanar para llegar a ser completos.
Reflejamos las mayores aspiraciones, miedos y fortalezas de cada uno, pero también reflejamos lo que más necesitamos para la curación interior.
Mi amor se derrama sobre mí, incapaz de ser contenido. Está desbordante, incluso cuando pensaba que no podía haber más. La cantidad de luz, amor y apoyo es interminable.
Pero nuestras palabras son armas. Tan potentes, perfectamente moldeados el uno para el otro, para presionar donde se esconden las peores heridas. Nuestros malos hábitos y nuestro comportamiento ocasional incontrolable son nuestro veneno, que sólo puede tratarse reconociendo nuestra propia fuente de dolor y resolviéndolo nosotros mismos.
Puedes hacerme más daño que mi peor enemigo. Pero puedes amarme y cuidarme más que a mi propia familia y amigos. Somos extremos. Somos iguales, somos uno, viviendo en dos cuerpos diferentes. Somos las dos caras de la misma moneda.
Luchamos para derribar los egos de los demás y todas las historias y barreras que crearon a lo largo de los años. Sacar a relucir todas las heridas de nuestra infancia que nunca fueron atendidas, admitidas o sanadas.
Nos fusionamos en uno, luchando y amando sin parar.
Cristalizamos en yin y yang, encarnando tanto la parte luminosa como la oscura de nosotros mismos.
Somos innegablemente, aterradora y perfectamente, la otra mitad del otro. Somos intrínsecamente completos juntos e individualmente.
Tenemos una conexión cuya esencia es complementaria a nivel mental, emocional, físico y espiritual. Un partido que difícilmente se puede explicar o justificar con palabras.
Nos guiamos unos a otros para convertirnos en las mejores versiones de nosotros mismos.
Nos nutrimos unos a otros. No siempre. No cuando estamos sufriendo. Pero en la resolución, cuando volvemos a ser más fuertes, más comprensivos y más compasivos, nos nutrimos unos a otros.
No somos un simple encuentro. Somos aterradoramente, absolutamente más. Algo hermoso y claro, pero también oscuro. Algo suave, pero poderoso. Algo tan armonioso y sin esfuerzo como la naturaleza. Porque, en definitiva, somos naturaleza. Somos la reunión de dos llamas gemelas.