Como Tan pronto como escuché su acento francés deslizarse de su lengua como mantequilla recién batida (sin pasteurizar), supe que Phillipe* sería un problema. Salir con un francés siempre es una aventura. No Wendy aferrándose a la especie de aventura de Peter. Una aventura para adultos. No es solo porque se besan mejor, eligen el champán perfecto y se envuelven el cuello con un pañuelo como si les cayera encima de esa manera. Es porque tienen una perspectiva muy diferente de la vida.
Y si bien estos estereotipos pueden no aplicarse a todos los franceses atractivos, colectivamente, tomemos un momento para celebrar a los franceses.
Pero primero, una advertencia de uno de mis franceses favoritos…
«Todas las generalizaciones son peligrosas, incluso ésta».
– Alejandro Dumas
1. No tienen prisa.
Para los franceses, el mayor crimen de la humanidad es caminar por la calle con una taza de café en la mano. ¿Caminar y beber al mismo tiempo? ¡Sagrado azul! (Me dijeron que mi cafetera instantánea Keurig también es una abominación).
En Francia, se puede disfrutar de buena comida, bebida y conversación sin distracciones. Beber un café no se trata sólo del sabor. Se trata de disfrutar el momento. Y no apuran los momentos.
Por eso no encontrarás a ningún francés saliendo de un restaurante con una bolsa para perros. ¿Sobras? El momento ha pasado…no quedan sobras.
“El verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes, sino en tener nuevos ojos.”― marcel proust
2. No se aplican etiquetas.
Las barreras del idioma ocurren. Pero no de la manera que podrías pensar. Suceden con las etiquetas.
Un día, Phillipe estaba describiendo un viaje de campamento que estaba realizando. Explicó que era un centro turístico, pero que aún así caminaban y cenaban al aire libre.
“Oh, eso no es acampar, tonto. Eso es glamping”, exclamé. “Es una versión más glamorosa de acampar. «