Es el lugar al que vamos cuando alcanzamos nuestro límite.
Foto de Noah Buscher en Unsplash
Todos tenemos un punto de ruptura, ese lugar donde la vida nos arroja demasiado y creemos que no podemos soportar ni una cosa más. Al igual que un programa de computadora, es un valor predeterminado emocional en el que volvemos automáticamente a una opción preseleccionada. En nuestro caso, recurrimos a viejos sentimientos y comportamientos.
Cuando llego a ese punto, instintivamente encuentro a alguien a quien culpar. Te culpo a ti, al sistema, al clima; si tú o él cooperaran y se comportaran apropiadamente, todo estaría bien. Realmente poco atractivo, ¿verdad? Pero ahí está.
Mi pareja y yo hemos estado en una montaña rusa en nuestros esfuerzos por buscar una casa. Y nunca falla, cuando estoy decepcionado, mi primer pensamiento es: «Bueno, ¡desearía que no me hubiera entusiasmado tanto con esto!». ¿Qué? Me emocioné y él no hizo nada.
Su “regalo” puede estar furioso, inmovilizado o dando vueltas abrumado. O tal vez te conviertas en una víctima o te conviertas en un fanático del control, que convence, engatusa o avergüenza (a ellos o a ti) para que te den lo que quieres. La lista de juegos mentales contraproducentes e inviables que nos meten en problemas es interminable.
Aprender que hacerme feliz no es trabajo de nadie más ha sido un desafío para toda la vida.
En el fondo, todavía tengo esta creencia insidiosa de que ES tu trabajo hacerme feliz. Hay un príncipe azul. No es de extrañar que esas creencias no funcionaran bien cuando las puse en práctica en mis relaciones.
Existe una alternativa y no es tan complicada como podríamos pensar. Podemos establecer la intención de notar cuando nuestro cuerpo se tensa en resistencia a cualquier cosa que esté sucediendo en ese momento. Nos ponemos tensos cuando el mundo no coopera y no nos salimos con la nuestra. Entonces es cuando volvemos a nuestra respuesta habitual por defecto.
Cuando noto que mi cuerpo se tensa, me detengo, respiro, ablando mi mandíbula y mi vientre. Prestar atención a suavizar mi cuerpo me devuelve a donde me llevaba mi mente, a un lugar de cordura, el momento presente.
Con la práctica, he aprendido a controlarme cuando mi mente comienza a llevarme a la tierra de «Pero tú…». Esta observación me ha salvado una y otra vez de convertir sentimientos momentáneos e incómodos en…