“Hay dos cosas duraderas que les damos a nuestros hijos. Uno son raíces y el otro son alas”.
He tenido esta cita en mi pared desde que mis hijos (ahora adultos) eran muy pequeños. Esta frase resume perfectamente el papel de los padres que funcionan bien, que aman y cuidan a sus hijos.
Un niño que siente un profundo sentido de pertenencia a la familia cree que nada interrumpirá esta conexión. Incluso si hay momentos difíciles, los padres se mantendrán al margen y tratarán de ayudar al niño a aprender de la adversidad.
Raíces de esta profundidad permiten experimentar con diferentes tipos de comportamiento y, eventualmente, para el desarrollo de la autonomía.
Las raíces permiten el desarrollo de alas, porque crean el niño conectado a tierra necesario para sentirse seguro al explorar el mundo que lo rodea. El explorador de 2 años, que prueba los juguetes y prueba los límites, no será detenido por la ansiedad de los padres, sino que será apoyado y alentado a aprender sobre el medio ambiente. El experimentador de 16 años, probando un nuevo color de cabello o una oreja perforada, o empujando el toque de queda, aprenderá acerca de la responsabilidad personal, pero no tendrá miedo de aventurarse en una sociedad impredecible y cambiante.
Una familia sana proporciona un entorno seguro para el crecimiento y el aprendizaje. Hay un sentido de “nosotros” y pertenencia por parte de cada miembro. Hay límites justos que son comprensibles y pueden ser discutidos. Hay límites que protegen a los miembros y límites que se expanden para permitir el ingreso de nuevos miembros y nueva información. Hay un sentido de lealtad que es fuerte y no impide que uno se convierta en una persona con ideas, sueños y comportamientos individuales. El humor en una familia mejora su salud y bienestar general. No hay duda de que la forma en que funciona una familia definirá, en gran medida, qué tan bien se desarrollará un niño.
Con demasiada frecuencia hoy en día, los padres se enfocan solo en las raíces y no les dan a los niños las alas que necesitan para crecer y convertirse en un adulto equilibrado y reflexivo que esté dispuesto a correr riesgos y hacer cosas fuera de su zona de confort. Es fácil querer errar por el lado de la protección y mantener a los niños cerca de casa. Sin embargo, perjudica el desarrollo del niño y, lo que es más importante, su autonomía de aprendizaje. Si todo es una actividad de juego estructurada o un deporte, entonces el niño no aprende prácticamente nada a través de la experimentación y de probar algo nuevo, porque nunca se le da la oportunidad de simplemente jugar, de simplemente ser un niño.
Raíces, un conocimiento de pertenencia, y alas, un reconocimiento de la necesidad de autonomía; estos juntos son lo que los niños necesitan de sus familias para convertirse en adultos productivos, que funcionen bien y felices.