Muchas personas han crecido en un entorno en el que sus padres, hermanos, familiares, maestros, compañeros y personas significativas similares les dijeron que no eran lo suficientemente buenos. Algunos de estos mensajes son explícitos, mientras que otros son encubiertos y muy sutiles, a veces hasta el punto de que el niño ni siquiera se da cuenta de que algo malo está sucediendo.
Aquí, veremos cuatro razones infantiles comunes por las que una persona crece y se convierte en un adulto que siente o cree que no es lo suficientemente bueno.
1. Te trataron como si no valieras nada o como si fueras un subhumano
Lamentablemente, muchos padres y otras figuras de autoridad ven a un niño como un subordinado o una propiedad. Como resultado, tratan a sus hijos con dureza y los dañan, a veces de forma permanente. A menudo, el niño es tratado como un esclavo o una mascota. Son abusados física, sexual, verbalmente y de otras formas. Muchos niños son criados de manera que su objetivo principal sea satisfacer las necesidades de los padres y no al revés, como se supone que debe ser. Y si fallan, son castigados, manipulados, avergonzados y obligados a obedecer.
Como era de esperar, estos niños crecen con un sentido sesgado de sí mismos y una autoestima rota, todo lo cual se manifiesta en todo tipo de problemas psicológicos, emocionales y de comportamiento.
2. Te sometieron a estándares poco realistas y te culparon falsamente
Los adultos a menudo imponen a los niños estándares muy poco realistas. Estándares que ellos mismos nunca serían capaces de cumplir. Un ejemplo de esto es la escuela: se espera que el niño sea perfecto en cada plan de estudios, de lo contrario, se lo etiqueta como problemático o enfermo y, en consecuencia, se traumatiza aún más mediante el castigo, el rechazo o la medicación.
Uno puede encontrar ejemplos similares en la vida familiar de un niño donde los padres esperan que el niño cumpla con un cierto rol que consciente o inconscientemente les asignó. También se ven obligados a seguir reglas sin sentido o incluso contradictorias. A menudo se ven obligados a asumir la responsabilidad de cosas de las que no son responsables, lo que los lleva a desarrollar culpa y vergüenza crónicas que los persiguen hasta la edad adulta.
3. Te compararon con otros
Los padres y otras figuras de autoridad a menudo comparan a sus hijos con otros para que se sientan mal consigo mismos y cambien su comportamiento. ¿Por qué no puedes ser más como tu hermano/hermana? Timmy es un buen chico; Ojalá tuviera un hijo como él. Suzy es una chica muy agradable y tú solo eres un mocoso malcriado.
Como escribo en el libro Desarrollo humano y trauma: cómo la infancia nos moldea en lo que somos como adultosCuando los cuidadores comparan negativamente a sus hijos con otros y los colocan en entornos innecesariamente competitivos, esto se suma a que los niños se sientan inseguros, cautelosos, defectuosos, desconfiados y no lo suficientemente buenos.
Tal persona crece con la compulsión de compararse constantemente con los demás y se siente inferior o superior a los demás.
4. Te enseñaron a sentir impotencia
Algunos niños son criados para permanecer dependientes más allá de su edad. A menudo son infantilizados, no se les permite tomar decisiones que son capaces de tomar por sí mismos y están microgestionados. Sin que se les permita experimentar, explorar, tomar decisiones y cometer errores, estos niños crecen creyendo que son demasiado incompetentes.
Esa persona siente constantemente que tiene mucho menos control sobre su vida de lo que realmente tiene porque fue meticulosamente controlado cuando era niño. En psicología, este fenómeno a veces se llama indefensión aprendida.
El mecanismo subyacente aquí es que el padre, consciente o inconscientemente, cría al niño de tal manera que el adulto-niño no se vuelva completamente independiente y permanezca cerca del padre para continuar satisfaciendo sus necesidades. Esta dinámica se deriva del antiguo miedo no resuelto de los padres al abandono.
Los efectos de tal entorno infantil.
Como respuesta a estas adversidades infantiles, las personas desarrollan diversas defensas psicológicas y mecanismos de supervivencia. Algunos se vuelven complacientes y se sacrifican porque fueron criados para cuidar a los demás y reprimir sus verdaderas necesidades, emociones, intereses y preferencias. Otros se vuelven muy narcisistas y ven a otros seres humanos solo como objetos para usar. Otros nunca pueden quedarse en el momento o detenerse para relajarse, ya que siempre sienten que tienen que hacer o tener más. Algunos otros quedan atrapados en un estado constante de sentirse como una víctima indefensa y viven una vida muy pasiva.
Algo siempre se siente mal: sientes que no eres suficiente, tu vida no se siente suficiente, siempre hay algo de qué preocuparse, siempre sientes que tienes que esforzarte más, es difícil encontrar la verdadera satisfacción, etc.
La mayoría de las personas ni siquiera reconocen su adversidad infantil y su dolor interior como tal. Dejar de lado los viejos mecanismos y roles de defensa puede ser un enorme desafío, en la medida en que muchas personas nunca pueden hacerlo. Sin embargo, aquellos que se esfuerzan por mejorar y superar su dolorosa educación, eventualmente pueden ver algunas recompensas de su arduo trabajo personal, todo lo cual les brinda una auténtica sensación de felicidad.
¿Reconociste algo de esto en tu propia educación? ¿Cómo te afectó? Siéntase libre de dejar sus pensamientos en la sección de comentarios a continuación.